ESCUCHAR LA RISA DE ARLT/ 
Diario de lecturas (cuatro)

ILUSTRACIÓN/Por: Juan Terranova. Domingo. A las ocho de la noche lo vimos a Leonardo Flavio manejando un convertible por la Richieri. Venía despacio, por el carril del medio, y lo adelantamos por la izquierda. ¿Es? ¿No es? Sí, era. Conté tres hombres, dos adelante y uno atrás. El que manejaba tenía un pañuelo en la cabeza. El resto del viaje hablamos de cine argentino y peronismo.

Lunes 

Leo un artículo sin firma en el blog de Eterna Cadencia. Es una especie de cierre del FILBA. El principio dice así: “Con vértigo vivimos la penúltima jornada de la tercera edición del Festival Filba. Hoy por la mañana Jesús Pascual dictó el workshop “Andar entre libros” en la librería Boutique del libro de San Isidro. Un puñado de entusiastas escucharon al educador e intercambiaron ideas que, partiendo desde lo afectivo, alcanzaron postulados pedagógicos y luego regresaron a los sentimientos. El workshop terminó con una exploración de los adultos sobre los libros infantiles: nuevas miradas descubrieron poesías ocultas en libros que ya no podrán leerse como antes.”

La palabra “vértigo”  calificando todo lo que sigue después es ridícula. También “lo afectivo” y “los sentimientos” incluidos en la misma frase que “postulados pedagógicos”. La falta de coordinación entre el sujeto “un puñado de entusiastas” y el verbo “escucharon” no me molesta. ¿Quién no comete errores como esos? Pero pienso en los hijos de estas personas y me apiado de ellos. Me imagino a estos padres como gente de entre cuarenta y cincuenta años recomendando El principito, no pudiendo conectar –un verbo es clave- con sus hijos, hablando de “lo que es mejor para nuestros hijos”. Es un párrafo en un blog, pero no deja de ser triste. Si al menos los hechos no ocurrieran en San Isidro…

También en ese blog leo una entrevista al uruguayo Carlos María Dominguez, autor de La casa de papel. El título es “El libro es un objeto maternal”. Con todo respeto, Carlos María Dominguez, el libro es un objeto que se extingue y la casa de papel se incendió. Ahora debería ser La casa de cenizas. Ahí sí viven estas ideas: en la casa de las cenizas frías. ¿Y dónde vivimos nosotros? Acá, en la casa digital. “Andar entre libros”, “la casa de papel”. Todo es tan conservador, tan siglo XX... Padres del siglo XXI, los libros se extinguen. Ojalá ustedes, su narcisismo y su pedagogía progresista se extingan con ellos. La gente de este siglo no los quiere. La gente de este siglo quiere otra cosa.

Martes

No sé qué  va a significar la palabra “twitter” dentro de algunos años, pero hoy para mí es la escritura que vive y se comparte. Diría “la verdadera literatura” o “la verdadera poesía” si eso significara algo, pero la verdad es que no significa nada. (Pero sí sé lo que es twitter y lo sé porque lo uso todo el tiempo. Y si no lo sé, no me importa por la misma razón.) Busco un énfasis perdido, entonces, una marca que intenta ser contundente para decir que me gusta lo que pasa, lo que leo en twitter. Todo lo demás es poco importante si uno lee y gusta de lo que lee.

Más tarde encuentro una declaración de Paulo Coelho a la revista Ñ donde dice que es “adicto” al twitter. La “adicción” a Internet ya es un concepto viejo. Para una persona que trabaja con el Logos sería en todo caso una adicción a la comunicación. No estoy seguro de que todavía sea válido hablar en esos términos. Las mujeres que descubrieron el género novela y lo sostuvieron como devotas lectoras a fines del siglo XVIII y principios del XIX también eran tratadas de “adictas”. Hoy la novela va a la deriva, responde poco al mercado y sobrelleva como puede la cantidad de veces que le declararon la muerte.

Más tarde Gogui Marzioni me escribe en un mail: “No puedo terminar un solo libro de crónicas pero leí 34 millones de tuits en estos años. Todos los días, a toda hora. Y no se trata de que me cuesta leer libros malos, me fumé largas sagas de ciencia ficción berreta sólo por curiosidad, así que para mí, está claro por dónde pasa la literatura”. Después chateo con Robles y nos reímos con resignación de la gente que sigue pensando en hacer “revistas literarias”. 

Miércoles

Tengo que leer cosas que no tengo ganas de leer. Julio Schvartzman me dijo a fines de los años 90: “Lo que nos gusta hacer se compone de cosas que no nos gusta hacer”. Más tarde leo en La Nación declaraciones de Mirtha Legrand. En un momento dice: "Al argentino nada le importa, sólo vivir bien y tener un buen estándar de vida".

Jueves 

Un amigo me linkea a una breve ensayo de Ricardo Piglia publicado por Página/12 y titulado “La lectura enemiga”. Es excelente. No le cabe otro adjetivo. Cito un fragmento: “Las primeras lecturas del Salón Literario (1837) intentan definir una estrategia que permita anular esa distancia y hacer presente la cultura. La tradición cultural dominante en la Argentina (hasta Borges) está definida por la tensión entre el anacronismo y la utopía. La pregunta básica es siempre dónde está el presente, o mejor, cómo estar en el presente. Y esa pregunta es un tema central en la obra de Sarmiento.” ¿Dónde está el presente? O mejor, ¿cómo estar en el presente? Sarmiento, en los inicios de la narración argentina, recuerda Piglia, intentó convencer a Urquiza de la importancia de la palabra escrita. Mientras tanto, nosotros intentamos convencernos –a nosotros mismos– del valor de la experiencia.

Viernes

Me divierto con una anécdota que “Nalé”, supongo Conrado Nalé Roxlo, le cuenta a Bioy: “Nalé contaba horribles acciones de Arlt”. Según Bioy, Arlt le insistía para que tomara cocaína argumentando que negarse no era de hombre. Cuando finalmente acepta y prueba, lo mete en un placard bajo pretexto que puede llegar la policía. Al rato, el poeta, descompuesto, empieza a golpear para que lo dejen salir y escucha la risa de Arlt. Bioy lo narra en Descanso de caminantes, sobre el final del libro y de su vida. Lo cuenta indignado, desde luego. Yo dejaría que me metan un día entero en un placard con tal de poder escuchar la risa de Arlt.

Sábado 

David Foster Wallace decía que la función de la literatura era darle calma a los perturbados y perturbar a los que están en calma. Creo que fue él. Sí, debe haber sido él.

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