EL ÚLTIMO LIBRO DE PAULO COELHO
El enigma del pastor electrónico

Paulo CoelhoPor: Juan Terranova. Acaba de aparecer Como el río fluye, pensamientos y reflexiones 1998-2005, el último libro de Paulo Coelho. Lo primero que llama la atención es el tratamiento especial de la tapa que está llena de reflejos tornasolados, muy en contraste con el papel obra baratísimo del interior. Algún pillín astuto dirá que así es el autor: llamativo por fuera, agresivamente berreta por dentro, pero el asunto es mucho más complejo.

La parábola pop

Las trescientas páginas de Cómo el río fluye, más que de pensamientos y reflexiones, están compuestas de anécdotas y breves narraciones, muchas de ellas con una esperanzadora moraleja final, muchas de ellas insulsas o triviales hasta el ridículo. El uso que Coelho le da a la parábola es aberrante. Lo peor del libro son esos momentos de suspensión donde nosotros entendemos “lo profundo que resultó el enunciado”.

Pero también hay momentos en que su prosa liviana, cristalina y sintética al extremo rinde sus frutos sin potencia pero con una consistencia que puede recordar a escritores europeos del siglo XX, ellos, narradores de calidad, que no siempre se mantuvieron lejos de lo cursi o lo directamente grasa.

En los momentos que habla de su vida, Coelho recupera, sin embargo, una dimensión interesante, la del escritor profesional contemporáneo que se aísla para escribir, que viaja a presentar sus libros y que reflexiona, como puede, sobre su éxito. Un narrador, también best-seller, también millonario, pero muchísimo más interesante y talentoso como Stephen King armó algunos libros imprescindibles en esa línea.

Así nos enteramos que: Paulo Coelho viaja mucho en avión, Paulo Coelho vive un accidente de coche, sale intacto, pero se asusta mucho, Paulo Coelho cita la Biblia y a Confucio, Paulo Coelho ayuda a un borracho en las calles de Rio de Janeiro cuando apenas es un escritor de guiones de televisión, Paulo Coelho intenta practicar, un día cualquiera del 2005, con su arco y su flecha en su castillo de Francia pero hay mucho viento. Después descubre que no tiene nada que hacer salvo ir a comprar pegamento a la librería, pero prefiere sentarse a meditar y escuchar el murmullo de su alma.

¿Escribirá Coelho sobre el final de su vida la excesiva autobiografía sexual? ¿Convertirá su éxito editorial en un verdadero hecho artístico reventando su fama, señalándose con un cínico dedo mientras repite “se lo creyeron, se lo creyeron, no lo puedo creer”? Su risa sería la fascinante carcajada del diablo. 

El pastor electrónico

Hace un tiempo escribí que Coelho me caía mejor que Bucay –su poca estimulante versión argenta– y que yo lo veía como un pastor electrónico de los que hablan en Once. Aunque sus textos viven casi sin potencia literaria, su figura es irresistible en muchos aspectos. ¿Quién puede permanecer ajeno al atropellado anti-intelectualismo del prólogo de este nuevo libro? ¿Cómo tomar la ingenua pero incisiva declaración de que no tiene libros y que si quiere consultar algo lo busca en Internet?

En una conferencia en Melbourne, un australiano lo entrevista en público y Coelho siente la distancia. Con seguridad, corta el evento y le pregunta al entrevistador:

– ¿A usted le gusta lo que escribo?

El australiano se resiste y después de dar un par de vueltas, él, autor ignoto, periférico del fin del mundo, seguramente estudioso y aplicado, le responde:

– No, no me gusta. Sólo he leído dos libros y los detesté.

Según Coelho, esa sinceridad hace que todos, publico incluido, se relajen y la electricidad de la incomodidad se diluya.

De haber estado entrevistando a Coelho, mi respuesta hubiera sido:

— No lo sé. Sólo he leído tres libros y no deja de sorprenderme su éxito.

Tengo que confesar, sin pudor, que si hay alguien a quién me gustaría entrevistar del mundo del libro, es a Coelho. Me imagino yendo en su búsqueda, hablando por teléfono con la asistente de su asistente, encontrándolo en el confort de una habitación con chimenea. Hablaríamos poco de literatura y mucho de las religiones del mundo y del mercado editorial. ¿Después del “adiós, le agradezco su visita” escribiría una crónica ligeramente mordaz? Quién lo sabe.

Seguramente hay una respuesta al misterio Coelho. Hay una razón por la cual sus libros se venden tanto. Algo toca el autor de El Alquimista, algo conmueve, algo sabe. La respuesta, cuyo laborioso desarrollo me excede, no será, de eso estoy seguro, banal. Coelho está ahí, en su castillo de Francia, escribiendo en su laptop negra de última generación. Ochenta y cinco millones de libros vendidos en pleno apogeo de la cultura digital miran con ojos de hiena al que intente ningunearlo.

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