SUEÑO PERVERSO DE UN ALMA PURA/ 
Diariode lecturas (veinticinco)

stella maris/Por: Juan Terranova. Lunes. Feriado. Leo los diarios. Rescato tres noticias de Clarín. Un titular: “Parió en el baño de un hospital porque tardaron en atenderla”. La mujer dijo que llegó con contracciones y dolores intensos y le indicaron que esperara. Un dato: “Al nacer, el bebé habría golpeado la cabeza contra el piso: está en terapia intensiva.” Otro titular: “Arrancan el cajero automático de un banco en Boedo e intentan abrirlo a mazazos”. El copete: “Un grupo de unos cinco delincuentes arrastró hasta la calle el cajero de una sucursal bancaria ubicada en Boedo y Estados Unidos. Al no poder abrirlo, lo dejaron tirado allí y escaparon”. Después leo sobre un atleta que murió “al intentar salvar a una compañera”. Se tiró desde la orilla del Río Grande para ayudarla, pero se golpeó la cabeza contra una roca y perdió el conocimiento. “Participaban de una competencia deportiva en Tucumán.” Megustan las volantas: “Esta madrugada”, “Tenía 27 años”. Cuando les quito las mayúsculas pierden un poco de fuerza. Resumiendo: Un nacimiento, un robo frustrado, la muerte un poco ridícula de un atleta altruista. Todas narraciones agujereadas, faltas de información, de detalles. ¿Quiénes eran los ladrones? ¿Hacia dónde huyeron? ¿Qué pasó con la mujer que debía ser salvada?

Martes. Puse en Facebook: “Los firmes lazos entre lacrítica y la envidia nunca serán dilucidados del todo. Relación irreductible, motor de la necesidad de opinar, no justifico pero comprendo la envidia cuando miro mi escritorio y sus útiles”. Y después agregué: “Soy apenas un breve crítico irónico de los arrabales del mundo”.

Miércoles. Dos alumnas de un centro de arte de Salta le pusieron un petardo en la boca a un perro callejero mientras festejaban fin de año. La noticia que leo, apenas un poco más que una gacetilla, aclara que se dio un “repudio colectivo” a “el caso de Dardo, un perro callejero de aproximadamente cinco años que resultó con su mandíbula destrozadaa causa de un petardo encendido por alumnas del Centro Polivalente de Arte”. Y agrega que los alumnos que festejaban “concurrieron con elementos de percusión, papel picado, banderas y pirotecnia de alta peligrosidad”. Las redes sociales se indignaron a temperaturas altísimas. En mi caso, había decidido apoyar, al menos mentalmente, el experimento como una intervención artística extrema e irracional producto de una líbido desbordada y festiva. Pero después vi fotos del perro y son muy tristes. Me acordé de Poncho, el manto negro de Javier, con el que había jugado en el verano, y que murió de viejo. Dardo era uno de esos clásicos cimarrones simil manto negro. Lo llevaron en un patrullero a un hospital. Se salvó de casualidad. La noticia hoy ya no le importa a nadie.

Jueves. No leí nada. Estuve en la calle, todo el día. Di una clase. Ahí sí leí algo. Pero no me dan ganas de escribir sobre eso. A veces pasa.

Viernes. Viajo a Mar del Plata como invitado del Festival Azabache de novela negra. La primera mesa que escucho es una entrevista pública que Josfina Licitra le hace a Jon Lee Anderson, primer biografista anglo del Che. A los once años editó un periódico de barrio. En Taiwán. Anderson contó anécdotas de Chávez. Describió su relación, tensa pero buena, con los factcheckers del Newyorker. Habló de Siria y de Irak y de su chaleco antibalas. Tiene algunas anécdotas buenas el tipo. Fernando del Rio andaba feliz de poder presentar ese número. Mañana está de nuevo. Ahora en el hotel leo directo del scribd un libro de Enrique David Borthiry. Mar del Plata es el sueño perverso de un alma muy pura.

Sábado. Paseo matinal por el centro de la ciudad. Librerías de viejo. Peatonal. Mítica Galería Sacoa. Fotos de monumentos: Un Mitre, canchero, un Perón, un Sarmiento. Mercado de pulgas. Almuerzo en parrilla. Sin vino. Haiku: “Hoy a la tarde/ me compraré /una remera /de Pantera”. Y a las seis, otra vez, Jon Lee Anderson como parte del Festival Azabache en la Plaza del Agua Helada. Hace tanto frío ahí que a uno se le escarchan los pies. Ahora, en el hotel, leyendo Tierra dividida de Daniel Boggio y Marcelo Marán. No es muy bueno, pero me resulta mítico. Fantasías arduas de ponerme a escribir una Breve noticia sobre la literatura marplatense. Al menos por esta zona, la ciudad es decadente, groncha, españolizante, melancólica y hermosa.

Sábado, más tarde. “El hotelero es español" me dijeron en la peatonal. Quise saber dónde quedaba lo italiano en Mar del Plata. “En el puerto, con los viejos marineros y los lobos." Claro, por eso todos los barquitos se llaman Stella Maris. Hombre-Lobo-Marino, mañana te veré nadar y rebuznar otra vez. También comeré los mariscos berretas bien preparados de la cazuela multifunción artesanal argentina. Pero aviso que hoy a la tarde me la pasé hablando de César Aira, de poesía marplatense, y de la sensualidad de la crítica. ¿Tengo que escribir la biografía critica de Daniel Boggio? Mar del plata. Ciudad universal de la costa atlántica. Sos rústica. Mereciste un Fellini, un Leonardo Fabio, tuviste menos, pero seguís dando pelea.

Domingo. Tarde de sol, fuimos a ver los lobos marinos en la escollera sur. El restaurante de El Extremo tenía una clientela atenta y sirvió rabas y cornalitos para nosotros. Los pescadores decían que no había pique. Jorge Chiesa me recordó ayer que hace un año yo comparaba ese paisaje de bloques de cemento con los grabados de Doré. No lo tenía en la memoria, sí que había hablado del romanticismo alemán. Leímos varias inscripciones en las piedras. Mucho amor explicitado. Fotografié un perro que dormía.

Lunes. Volví de Mar de plata con algunos nombres. Por Internet ubiqué un ejemplar de David Enrique Borthiry, un escritor marplatense muy siglo XX. Lo compré y lo fui a buscar a una librería de la calle Paraguay. La trama del El alemán que venció a la ruleta está descripta en su título. El narrador es un pagador del casino cuya biografía coincide con la de Borthiry. Aquí un fragmento donde se habla depoker, el periodismo, cartas de recomendación y el matrimonio con la miseria. Atención a cómo trata de “profesión” al oficio: “Todo resultó bastante bien y mi aspiración quedó más afinada cuando mostré las dos cartas de recomendación. Una era del secretario de redacción del diario donde trabajaba como cronista de policía –quien justificó mis pretensiones de abandonar la profesión, y mostrando sus zapatos rotos me dijo que todavía estaba a tiempo de salvarme porque hacer periodismo significaba “un matrimonio con lamiseria”–, y la otra de un jefe del Casino, amigo suyo del póker, a quien yo no conocía.” En la misma librería conseguí una edición de Lolita en inglés a 15 pesos. Está fechada en 1959, cuatro años despuésde que se editara por primera vez.

Martes. En algún momento de la década del 50, Robert Bresson dijo “La facultad de aprovechar bien mis recursos disminuye cuando su número aumenta”. Y en octubre de 1969, Heidegger citaba a Hölderlin: “Pero allí donde crece el peligro, crece también lo que salva”.

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