MUCHAS IDEAS/
Editoriales digitales (dos)

kindlekindle/Por: Juan Terranova. Con forma de apostilla, retomo algunos comentarios que recibí a mi columna de la semana pasada. El comentarista fue, en este caso, Guido Indij, conocido y curtido editor argentino. Presentarlo se me antoja improcedente. Varios de sus sellos ya se ganaron un lugar en la historia del libro argentino. Yendo al punto, sus intervenciones en Facebook sobre mi columna se podrían sintetizar en una de sus frases, pero su cuestionamiento a lo digital se extiende con una insistencia mayor. Indij escribió: “Porque no hay un modelo de negocio claro y sustentable es que las editoriales seguimos publicando en papel”. La frase parece simple pero enseguida muestra sus vueltas. ¿Tiene razón Indij? En que no hay “un negocio claro” en un contexto argentino tiene razón. En otras partes del mundo, algunas librerías virtuales ­-el caso de Amazon es paradigmático– ya venden más libros digitales que en papel. Por esto mismo, al “no hay un modelo de negocio sustentable” quizás habría que agregarle un “todavía”. Creo que el mismo Indij lo deja implícito con el “seguimos”. Es rara la frase. ¿Hay resignación en ella? Me suena a cierto reproche contra el snobismo digital y el fetichismo compu-nerd. Como un padre juicioso, esta postura parece decir “mostrame el negocio y lo hacemos, pero no me vengas con hippismos y diletancia”.

Siempre me interesó la pregunta por la sustentabilidad de un proyecto de editorial tanto en papel como digital. Aunque ahora la pregunta por lo digital diré que casi me obsesiona. Me parece fundamental aclarar que, en mi columna de la semana pasada, no me refería a un “modelo de negocio” sino a editoriales boutique-independientes creadas y llevadas por autores que se transforman en editores frente a la necesidad de hacer circular un texto. En ningún caso me refería a editores profesionales que viven de la venta de sus libros y que construyen su vida material y simbólica alrededor de un oficio tan antiguo como ingrato, tan satisfactorio como complejo. Este es el caso de Indij que vive de las editoriales, varias, todas interesantes, que dirige. Y quiero decir esto con énfasis: En su caso, la pregunta por la sustentabilidad comercial me parece sana y fundamental.

Un editor que no se preocupa porque su empresa editorial tenga continuidad comercial no es un editor profesional. Puede ser un gran editor pero no es un editor profesional. Esto resulta clave a la hora de evaluar el tema de los sellos digitales. La posición del editor profesional, que vive de lo que hace, que invierte y se arriesga, implica cuidar todos los flancos de la producción de un libro. Sus herramientas son múltiples, su desconfianza deber ser permanente. En la Argentina, casi siempre el editor profesional exhibe el semblante de un sobreviviente.

Sigo. Mi respuesta a la afirmación de Indij es la siguiente: Los últimos grandes negocios culturales se hicieron de la mano de Internet, nunca lejos de Internet, mucho menos contra Internet. Hay todo tipo de ejemplos y, sobre todo, contraejemplos, pero creo que no suena tan osada o infundada la afirmación como para empezar a enumerar casos. ¿Van a ser los libros ajenos a este síntoma de época?

El editor profesional que se quede en el siglo XX ostentará un sesgo conservador y eso no es, por lo menos esta vez, algo malo. Seguirá con su proyecto tal cual lo conocemos y es muy probable que sobreviva o viva acorde a cómo viene haciéndolo hasta ahora. Al mismo tiempo, el destino del editor argentino del siglo XXI resulta hoy indeterminado. Todavía faltan “aclarar” las transformaciones comerciales del caso. ¿Cuales son los pasos a seguir? Hay muchas ideas para plantear proyectos sustentables pero implica pensar ya no en las tres dimensiones argentinas sino en la virtualidad universal de la web. Para el “negocio claro” falta todavía un poco más. Sin embargo, no parece alocado decir que el hiperespacio será de los que se animen a conquistarlo y tengan en cuenta tanto sus limitaciones como sus posibilidades y ventajas.

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