LA REALIDAD LA HACE DIOS/ 
Diario de lecturas (veintiocho)

DIARIO DE LECTURAS/Por: Juan Terranova. Lunes. Estuve en Tucumán y me hablaron de Pretérito Perfecto de Hugo Foguet. Me hicieron todo tipo de comparaciones elogiosas. Pero el libro no se consigue por ningún lado. En Google books dejan leer apenas algunas líneas de las que rescato esta: “Toda forma hueca y húmeda es muerte piadosa, reposo, quietud. Pero vos ves cómo los paracaídas crecen inflados por el viento y se elevan”.

Martes. Leí My Favorite Things, conversaciones con John Coltrane, editado por Alpha Decay. Es un librito breve que trae tres entrevistas y una carta inédita del mismo Coltrane. En el prólogo, Michel Delorme dice que cuando el saxofonista estaba de gira no salía de su habitación de hotel donde se la pasaba tocando. Es una ventaja del músico sobre el escritor. El escritor tiene que salir sí o sí, y reprimir el deseo de narrar lo que ve, de acumularlo, de procesarlo. O eso al menos me pasa a mí. Al mismo tiempo, la idea de la autonomía de la música, de la soledad, la desconexión del instrumentista con su entorno, ese encapsulamiento me genera un poco de angustia. Otra cosa que llama la atención de las entrevistas es la extrema amabilidad de Coltrane para hablar y responder. La gente que tiene talento puede darse el lujo de ser educada.

Miércoles. Hay más zombies dando vueltas. Al parecer, los produce una droga que se vende por Internet como “sales de baño”. El efecto es irritabilidad extrema y agresividad máxima. Los que la toman pierden pie y se montan en la hiperviolencia. Una mujer de nombre Palmela McCarthy empezó a golpear a su hijo de tres años y si la policía no la detenía lo hubiera matado, dice una nota que encuentro en un portal de noticias. Cuando le sacaron el niño, salió corriendo y se empezó a desnudar, como el caníbal de Miami. La detuvieron y murió un par de horas después en un hospital. “La realidad supera a la ficción” dice en la nota. Se trata de un lugar común, pero uno especialmente malo. La imaginación se me antoja una virtud muy sobreestimada, sobre todo por aquellos que no entienden cómo funciona. La ficción, por su parte, es una residuo local, un artefacto parecido a un electrodoméstico. Y mientras tanto, la realidad la hace Dios. Fin de la discusión. ¿Puede la novela escapar de su destino de electrodoméstico? Quiero creer que sí. Pero después pienso que hay algunos electrodomésticos que no son necesariamente innobles. ridículos o parodiables.

En un plano nacional de noticias, me encuentro con un titular que dice “Borracha, Carolina Moisés atropella a un motociclista, lo abandona, vomita, defeca, invoca fueros, y se da a la fuga”. No puedo pensar en un titular mejor. Quizás se trate del mejor titular jamás escrito en la Argentina. La nota que sigue también es sorprendente. Copio el inicio: “La diputada provincial Carolina Moisés atropelló a un motociclista en San Pedro de Jujuy, provocándole gravísimas heridas que obligaron a su inmediato traslado al Hospital Pablo Soria de esta capital, e internado en la Unidad de Terapia Intensiva donde permanece en estado de coma. Según informaciones extraoficiales, la víctima habría sufrido la amputación de parte de ambos pies, fracturas múltiples y un severo golpe en la cabeza”. La parte escatológica es esta: “Ante personal policial de la Comisaría 35, los recién llegados invocaron fuero parlamentario de la conductora, quien, para sorpresa de todos, y a la vista de todos, primero vomitó, y luego se despojó de su ropa interior, sentándose y haciendo sus necesidades fisiológicas. Finalmente la mujer fue introducida en otro vehículo, por familiares y abogados, dándose a la fuga”. Me da pena, desde luego, el viandante al que le tuvieron que cortar los pies. Sin embargo, no puedo dejar de sentir cierta empatía con la diputada Moisés. Nunca atropellé a nadie ni fui diputado, Dios me libre de eso. Lo demás creo que lo conozco.

Jueves. Quizás finalmente y pese a todo –debería escribir “pese a mí mismo” –el modelo de crítico que más me influencia sea Victor Shklovski. Sensual, fragmentario, docente y activista, agresivo, melancólico, arrebatado, ruso. También novelista, también guionista, sobre todo articulista. Aunque me siento lejos de la teoría, y solo me acerco a partir de la crítica –esa relación incestuosa– creo que le debo mucho a Shklovski. La afirmación, lo sé, es retorcida, improcedente. Todos los críticos del siglo XX le deben Shklovski.

Viernes. Me encontré con Rafael Cippolini y me regaló el último número, 9/10, de la revista Arte Madí. Lo hizo con Gyula Kosice. El número anterior salió hace cincuenta y dos años. Esto demuestra que las revistas y las publicaciones en general no terminan, sino que se las abandona. El Arte Madi impulsó como slogan la “negación de toda melancolía”. Quizás el número 11/12 salga dentro de otros cincuenta y dos años, cuando yo tenga ochenta y siete. De todos los aforismos, títulos y titulares citables me quedo con un epígrafe que dice: “Más allá de ese final, otro nuevo período nos protege con la premonición del rito. Y nos dejamos succionar con toda alevosía”. 

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