ABAJO DE MI VENTANA/ 
Diario de lecturas 31

BEN HUR - REMADOR/Por: Juan Terranova. Lunes. Puse una foto de Charlton Heston en Facebook. Aparece remando en la famosa escena de la galera que hay en Ben Hur. Nelson Rodrigues decía que siempre había trabajado en el periodismo carioca como “el remador de Ben Hur”. Me parece una imagen laboral inmejorable.

Martes. Mi vecino, camisa de todo el día, corbata desajustada, gritando en la calle: "¡Venga a las reuniones, venga a las reuniones, yo le pago para que venga a las reuniones!". Habla por teléfono en la calle porque la mujer no lo deja gritar en la casa. Así que viene a gritar abajo de mi ventana, donde estoy leyendo. Sus asesores no le cumplen, parece. El quiere que vayan a las reuniones y los tipos no le van. Sus gritos son comprensibles.

Miércoles. Terminé de leer una biografía que un tal Michel Bernard le dedicó a Sacher-Masoch en la década del ochenta. La prosa fría de este informado académico francés me resultó bastante en sintonía con la vida del ampuloso padre del masoquismo. También estuve viendo un documental sobre el Batallón Maipú, uno de tantos grupos nacional-socialistas que merodean el sector sur de Santiago de Chile “expresando su ideología por medios de rituales y tributos a la imagen de Adolf Hitler”. Una parte del documental cuenta la historia de Cristóbal, un joven que "pretende pertenecer a este grupo de nacionalsocialistas pero es expulsado debido a sus rasgos notoriamente indígenas. A pesar de esto Cristóbal sigue firme con su postura de permanecer en el nacional socialismo esta vez de manera solitaria”. La descripción y los comentarios en YouTube no tienen desperdicio.

Jueves. Internet irá muriendo lentamente. Como todo.

Viernes. En La Nación, una nota que empieza así: “Bajo tierra, sin luz solar, electricidad ni calefacción. Sin aire fresco, sin educación ni asistencia sanitaria básica. Así vivieron durante más de diez años 60 miembros de una secta que fue descubierta a principios de mes por la policía en Kazán, la capital de la república rusa de Tartaristán”. La información se completa con la descripción de veinte chicos, de entre dieciocho meses y diecisiete años, que vivían junto a sus padres en condiciones paupérrimas y sin contacto con la luz del día dentro de habitaciones como celdas, repartidas en siete plantas de un búnker construido bajo tierra y “en forma de laberinto”. O sea, te vas a vivir a la tierra con siete años y no volvés más a la superficie hasta que la policía rusa te saca por la fuerza diez años después. Infancia y adolescencia. ¿No recordamos esa época como un momento eterno, largo, denso en detalles y vital para la formación de lo que somos? Mientras tanto en Buenos Aires nos pasamos una semana sin subtes por un reclamo gremial y un desacuerdo infantil aunque interesante entre el gobierno nacional y el de la ciudad de Buenos Aires.

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