Por Juan Terranova. El escritor ecuatoriano José Luis Cáceres organizó un antología con cuentos de homenaje a Stephen King y le puso No entren al 1408 (Editorial La Biblioteca de Babel de Ecuador). Me invitó a participar y con esa excusa Natalia Gelós escribió una nota que salió en Clarín. Para la nota, me hizo algunas preguntas. Acá copio las respuestas que le di. Larga vida al rey.

1. Lo primero que me llegó de King, como a muchos de mi generación, fue la película Cuenta conmigo. O sea, tuve un acercamiento lateral, mediado. Cuenta conmigo es una película hermosa, conmovedora, sin cursilerías, directa, simple y sofisticada al mismo tiempo, y ahí ya aparece lo que, para mí, constituye el tema central de la obra de King: la violencia en la infancia. (Freud decía que los niños tenían vida sexual, King, que sufren y son agentes de la violencia social.) Muchos años después leí el cuento The body, en el que está basada la película y no me gustó especialmente. Pero el espíritu de Cuenta conmigo está en las mejores partes de Corazones en la Atlántida, una larga y fragmentaria educación sentimental que combina el fantástico aterrador, la historia y el cuadro de costumbres. Luego, en la adolescencia leí sus libros más conocidos, que circulaban desde la década del 80 en la Argentina en ediciones de bolsillo. Me acuerdo como si fuera ayer que cuando di mi última materia del CBC en diciembre de 1994 fui a la biblioteca, saqué Cujo, una edición del Circulo de lectores, herencia familiar, y dije “bueno, ahora un merecido descanso”. Tengo una anécdota de lectura más reciente. Me había comprado el Kindle y lo estaba estrenando, también un verano, hace unos años, y no enganchaba. ¿Era el Kindle? ¿No funcionaba? ¿Se podía o no leer desde esa pantalla como si fuera un libro? Tambaleaba toda mi confianza en las nuevas tecnologías, las nuevas formas de acceso, la democratización de los consumos y el abandono de viejos paradigmas de lectura. Se lo conté a mi mujer y ella me preguntó: “¿Pero qué estás leyendo?”. Había descargado un libro de Sloterdijk que quería leer hace tiempo. Y sí, era pesado... Al otro día bajé La zona muerta y la releí con el mismo placer con el que recordaba la había leído la primera vez. King siempre está ahí, pronto para el rescate, batallando con vos contra la mierda del mundo y su aburrimiento. (De paso, también terminé de leer el libro de Sloterdijk, pero desde luego, a otro ritmo.)

2. Soy un lector fiel de King. Compro lo que sale nuevo, aunque no lo lea enseguida, tengo un estante largo de obras de King en mi biblioteca, algunos libros dos o tres veces. Como crítico, escribí y reseñé varias de sus obras, siempre con entusiasmo. Como narrador, seguramente fui o soy desagradecido y desatento. De todos los trucos y lecciones que me dio, de todo lo que me enseñó mientras lo leía puse en práctica muy poco. Nunca me animé, o no pude, o simplemente no tuve el talento para intentar trabajar como él. Otros argentinos de mi generación sí escucharon su prédica. Luciano Lamberti tiene un cuento que se titula  “La canción que cantábamos todos los días” es el que más cerca está de King, el que mejor lo entendió y que más productiva hizo su enseñanza. El cuento pertenece a un libro, El loro que podía adivinar el futuro, que tiene mucho de King y a sus vez de los maestros de King, como Vonnegut, Bradbury y Philip K. Dick.

3. King tuvo varias épocas. Con respecto a su lugar “dentro de la literatura”, tanto en los USA como en la Argentina, primero fue “consumido” como un autor de género exitoso, un bestsellerista, con todo lo que esto implica. Y luego, lentamente, a partir de una reivindicación bastante gradual pero firme de los géneros –a veces llamados “menores”, una categoría que para mi no sirve y que no suscribo–, y también de un vuelco del mismo King hacia otros temas, o mejor dicho, otros tratamientos de los mismos temas, se lo empezó a considerar un autor “serio”. Como publica mucho, los debates sobre su calidad cobran fuerza y se reeditan todo el tiempo. Esto lo digo como crítico que puede ver un desarrollo en la obra de un autor que le interesa. Como lector que disfruta digo lo que podría decir un personaje de King: sobre este tema I dont´give a shit. Sus libros siempre me despertaron y me despiertan entusiasmo. Y siempre encuentro, también en sus obras más simples, una lectura política y social inteligente y sensible. Leí con placer y atención incluso las novelas de Bachman. Mis dos preferidas de esas serie son The long walk y Rage. que una vez se me ocurrió que se podía leer productivamente en relación con la Rabia de Sergio Bizzio.

4. ¿Qué es lo más difícil al narrar una historia de terror? La verdad, no lo sé. Narrar una historia de amor, de guerra, de terror, es difícil. Cuando le cuento historias de miedo a mi hija me gusta que se asuste un poco y que, al mismo tiempo que disfruta de ese breve susto, comprenda algo del mundo. Quizás lo más difícil de narrar una historia de terror, y que King lo hace muy bien, sea demostrar que hay muchos tipos de monstruos, que nosotros los frecuentamos, que los vemos todos los días, y que algunos de esos días reconocemos su brillo cuando nos miramos al espejo.