Nicolás Gonzalez Varela

Por Juan Terranova. Nicolás González Varela nació en Buenos Aires. Estudió filosofía y psicología. Fue profesor de filosofía política en la Universidad de Buenos Aires. Actualmente vive y trabaja en Sevilla. Es autor de Nietzsche contra la democracia y traductor reciente de, entre muchos otros libros y autores, el Cuaderno Spinoza del joven Marx. Activo en la web, generoso a la hora de compartir sus trabajos, artículos y ensayos suyos pueden leerse en es.scribd.com/nikklass y en su blog fliegecojonera.blogspot.com.ar. También es asiduo columnista en nacionapache.com.ar. Su presencia en la web, el arte de la argumentación que despliega en su prosa, así como la constancia y precisión en la lectura de textos marginales de autores centrales, lo hacen un ensayista conspicuo y apasionante, especie de brújula argentina en el enjambre del pensamiento contemporáneo.

¿Qué fue lo más difícil del trabajo de traducción que hiciste con el Spinoza del joven Marx?

Primero de todo, que el texto era una montaje-transliteración: el joven Marx “habla” desde Spinoza, es decir: es Marx en palabras spinozianas. Recordemos que se trata de un Hefte, un cuaderno de final de carrera universitaria de Marx, 1841. En este manuscrito desarma el Tractatus theologicus politicus, la obra más política del holandés, la vuelve a re-armar, modificando orden, capítulos e incisos, cambiando la ilación de los razonamientos de Spinoza, y en muchos casos modificando el latín original. El problema era trasladar al  español este pathos marxiano, respetando el peculiar latín de Spinoza y el uso diríamos “revulsivo” del fragmento citacional del joven Marx. Necesitaba un texto lo más transparente posible y que no redujera el trabajo de Marx juvenil a un códice bilingüe para especialistas…

Spinoza, Nietzsche, Marx, Heidegger, Ezra Pound, Thomas Mann, ¿hay algo que una a los autores sobre los que escribiste y escribís? Podría ser cierta tradición alemana, pero no toda la tradición alemana, ya que si no entiendo mal, Hegel no te interesa o al menos no te genera escritura.

Quizá exista una hybris, un hilo de Ariadna entre ellos, nunca lo he pensado. ¿Inconformismo? ¿outsiders’ ¿antiacadémicos? Algunas veces la deriva es azarosa, contingente: por ejemplo Spinoza. Trabajando su Tractatus … para la traducción de Marx, me encontré con un raro sueño filosófico, diríamos racista, sobre un brasileño leproso que se le aparece entre sueños, que me condujo a un trabajo completo sobre él, que terminará en libro. Mi primera lectura de un filósofo fue Nietzsche, una apropiación que dejó un sinsabor que no pude en esos momentos, elaborar, transformarlo en crítica, o sea se trata de un parricidio pendiente; con Marx he dialogado durante años, pero dopo Nietzsche, un diálogo interrumpido, lleno de cortocircuitos, desvíos y malentendidos. Con Heidegger es una especie de trabajo militante, casi profesional, buscando la médula espinal de la reacción filosófica llamada Postmodernismo. Otro polo de atracción son los malditos de 1920 y 1930: Jünger, Pound, Céline, Schmitt, ahora estoy terminando una edición de los escritos de otro gran reaccionario como Fernando Pessoa, conservadores revolucionarios, que intentan superar tanto a Marx y como a lo que consideran los costos decadentes del Liberalismo. Es sintomático lo de Hegel, un autor-sistema, solo comparable a Aristóteles, lo he leído y estudiado, pero creo no poder agregar ni una nota a pié de página a los brillantes escolares hegelianos, lo he enfrentado a Nietzsche en mi libro Nietzsche contra la Democracia, lo he acercado al joven Marx (a través de su discípulo y delfín Eduard Gans) todavía liberal en el estudio preliminar al Cuaderno Spinoza, pero todavía me impone respeto, distancia, devoción. Estoy intentando subir a sus hombros todavía…

Encuentro enconos varios contra Hegel en muchos de tus artículos. ¿Por qué la manera correcta de leer Das Kapital es la no hegeliana? ¿La línea de reivindicación que va de Spinoza a Nietzsche no puede ser tomada como frívola o al menos como un pensamiento de lo inefable?

Hegel “El Oscuro”, como le llamaba Adorno, es al mismo tiempo un límite y un horizonte. Para superarlo, para practicar una auténtica Aufheben como diría él mismo, hay que amarlo, y amarlo es inevitablemente entenderlo. Esto tiene que ver con ese falso dilema, esa fatalidad que nos entrega a Escila o a Caribdis, que dice que para entender a Marx hay fatalmente dos opciones: ya sea expurgando su Hegelianismo (donde se unen filósofos tan disímiles como Althusser, Toni Negri, el marxista analítico Jon Elster, o pensadores de la derecha rancia como Raymond Aron), ya sea aceptando que es una continuación de la coreografía hegeliana, el completamiento final de las intenciones de Hegel con todo lo que esto significa (el modelo es Bloch, Lukács, incluso Gramsci). En este aspecto creo que no hay dos opciones hermenéuticas, una buena y una mala, dependiendo nuestras afinidades electivas, sino dos malas y una buena. Ninguna de las dos abarcan la verdad en su totalidad, aunque poseen algo de razón ambas. Marx fue jovenhegeliano (no “hegeliano” a secas, recibió un Hegel diríamos “saintsimoniano”, “socialistoide”), indudable, pero fue una de sus influencias, no la exclusiva, si la más notoria y duradera; Das Kapital se basa en un núcleo racional científico que el mismo Marx describe en el prólogo como racional-hegeliano, basado en la Logik, pero que su Kritik ha invertido en sus premisas, pero ahí acaba el coqueteo con Hegel. A caballo de esta tensión  irresuelta, de este parricidio de Marx sobre Hegel bloqueado, se ha pretendido establecer desde el Marxismo postmodernista (cuyo objetivo es de nuevo colapsar la hipoteca hegeliana) dos genealogías, tal como tú lo afirmas: un Eje del Mal autoritario y trascendente, cuya línea es Hobbes-Hegel y otra democrática-materialista, inmanente, que nacería con Maquiavelo-Spinoza, una Historia de la Filosofía política insostenible filológicamente y esquemática. Por ejemplo, Hegel ya había subsumido a Spinoza en su sistema, su idealismo objetivo tenía mucho de spinoziano; y a su vez Spinoza, blasón en apariencia de la libertas de la multitud, legitimaba en su Filosofía política no solo la Esclavitud como institución, sino la forma aristocrática de gobierno con la exclusión explícita de trabajadores, mujeres y extranjeros…

En tus trabajos hay un clara vocación por leer los textos fundamentales de la filosofía pero siempre con un sesgo ameno, que no es en ningún caso de divulgación pero que puede funcionar a tales fines. Hay un esfuerzo por comunicar, digamos, lejos de ciertos hermetismos académicos o los ya conocidos estilos alambicados. ¿Es esto deliberado? ¿O simplemente surge así? ¿A quienes consideras tus referentes, en quienes pensás a la hora de construir tu estilo?

Lo que primero se nota en un (buen) ensayo, como decía Schopenhauer, es si el autor realmente tenía algo que decirnos, el resto viene por añadidura… Pero tienes toda la razón. Es deliberado, no sé si coronado por el éxito… Creo que la misma forma del ensayo le empuja hacia la propedeútica, lo acerca a la ilustración, hacia lo escolar… los alemanes tienen un proverbio muy bueno que dice “Der Essay ist der große Bruder des Aphorismus”, o sea: el Ensayo es el Hermano mayor del Aforismo, con todo lo que esto significa en términos comunicativos, informativos y de figuras retóricas. El término ensayo tiene una curiosa etimología del Latín, ya que proviene de exagium, la acción de (so) pesar algo, poner a prueba o examinar una cosa… Intento siempre que el ensayo tenga al mismo tiempo una función pedagógica indirecta, que anule la jerga de la autenticidad académica, evitando la popularización, la escolarización obligatoria, la subestimación final del lector. El ensayo debe ser autosuficiente del inicio al final, el lector no debería necesitar nada externo a él, salvo la precisa inserción de la cita erudita, ese URL del siglo XVII. La cita erudita en una nueva valencia crítica, además de cumplir una función formal antidilettante, es la posibilidad infinita de la intertextualidad, la deriva del conocimiento, la plenitud de la cadena infinita del conocimiento. Pero además el uso de la cita erudita es hoy es ir a contracorriente, es una postura ideológica precisa, antipostmodernista. La cita erudita instrumentada en esta función histórico-crítica incuba un nuevo texto, un nuevo sendero del pensamiento. Al mismo tiempo, no sé si a veces lo logro, pienso el ensayo como una pequeña estructura literaria, una suerte de ensayo-historia, ¿ensayo-cuento?, cuya primera parte atraiga la atención desde el incipit y conduzca a aguas más profundas a través de la curiosidad y la estrategia indirecta. Es de alguna manera ordenar las cosas de otra manera. De alguna manera, y esto ya lo intuía Hegel, el ensayista crítico sólo dice a través de la configuración del texto, pero sin dejar que ella participe. Parafraseando a Goethe, el ensayo debe dejar entrever lo preciso, lo iluminado, no la luz cegadora. El ensayo debería ser un lanzamiento de anzuelos, con señuelos distintos para cada recepción y para cada interés, con su estructura argumental y lógica de punta-ojo-curva-cuello-brecha. El ensayo debe “tutear” al lector, hablarle de vis-á-vis, como en una mesa de café, abrir la posibilidad de ir más allá y más acá del tema. ¿Angustia de las influencias? En realidad uno escribe ensayos tal como le gustaría si uno fuera un lector… Siempre me fascinaron ciertos ensayistas italianos, algunos filósofos, otros simples eruditos, por ejemplo Cacciari, Fortini o Praz, alemanes como Adorno, Benjamin, Blumenberg, Koselleck, Lichtenberg, Schopenhauer, Tucholsky… austriacos como Karl Kraus… franceses como Montaigne y Schwob… apátridas como Canetti… clásicos como Cicerón o Plutarco, pero las mejores enseñanzas literarias sobre el Grand Stil siempre vienen (y vendrán) de la Literatura…

Hay en tus artículos, diría casi en tu estilo, un humor especial, un ironía sutil que se pregunta por las contradicciones y las paradojas, a veces imprescindibles, a veces accesoria, de los autores y los textos sobre los que ensayás. ¿Sos consciente de eso? ¿Lo buscás deliberadamente? ¿Te interesa la bizarrerie del pensamiento y la política, su costado más raro, incluso a veces ridículo?

Al elevarse el (buen) ensayo contra lo cerrado, lo concluso, es inevitable la ironía y el sarcasmo, y con ella la exposición de atrocidades, el orden plagado de lagunas, la contradicción encarnada, lo perecedero enfrentado a la legalidad. La desobediencia a las reglas del juego, el negarse a reconocer cualquier legalidad deductiva o inductiva desemboca naturalmente en una dimensión un poco humorística, bizarra, Weird diría Borges, ya que uno de los golpes de efectos de la verdad en un buen ensayo es el extrañamiento con personas y obras que creíamos conocer y controlar… Muchas veces una situación embarazosa, tragicómica, una anécdota trascendente nos abren el camino a un núcleo de verdad temporal, banal pero muy trascendente. La lucha del ensayista contra la violencia del dogma, del concepto sin movimiento, consiste precisamente en este deslocamiento, de descentrar la ley de gravedad oficial sobre cualquier obra, persona o suceso. El humor en un ensayo es siempre bienvenido, un buen augurio, una señal de los Dioses, es una suerte de damnatio memorae de lo sabido, un cortocircuito que refleja la propia discontinuidad de la realidad; la ironía y el sarcasmo hacen tabula rasa con lo que creíamos conocer, con la dignidad ontológica sobre cualquier cosa, carcomen la ideología pétrea del lector. El (buen) ensayo es eminentemente anticartesiano, ya no hay nada claro y distinto. El producto creativo de este proceso sería que el a posteriori, el ensayo, termina siendo al final de la lectura el a priori para el lector…

Escribiste mucho sobre las diferentes realizaciones del totalitarismo y su relación con la filosofía. ¿Por qué?

Los lenguajes totalitarios son fascinantes, los experimentos sociales de Mussolini, Hitler y Stalin lograron atraer a mentes brillantes, formadas en tradiciones culturales ilustradas, algo en apariencia anti-intuitivo para nosotros. No podía comprender cómo intelectuales de la talla de Blanchot, Céline, Drieu La Rochelle, De Man, Pessoa, Pound, Hamsun, Elíade, Cioran, Sombart, Gadamer, Heidegger, Grass, los hermanos Jünger… pudieran caer hechizados ante semejante vulgaridad política, hipnotizados, narcotizados, sin que la propia tradición humanista europea hubiera servido de alguna manera de antídoto o distanciamiento. Una verdadera Contra-Ilustración, un nuevo Realismo heroico, un Relativismo romántico, que terminaba como superestructura de regimenes racistas, xenófobos, asesinos de masas. Y no se trataba de una mera Verstehen historiográfica, de una disputa de gabinete. Lo peor de todo era que muchas de sus líneas fundamentales de ese pensamiento conformaban acríticamente el corpus de esa dispar corriente llamada Postmodernismo. La deconstrucción del Postmodernismo como ideología pasaba irremediablemente por la comprensión (análisis y exposición) de esta afinidad electiva entre Filosofía (¿burguesa?) y Totalitarismo. En realidad debía proceder al revés: entender el Totalitarismo históricamente en sus variantes, categorizar sus estratos y etapas, y después llegar al momento filosófico en sí. Es la reacción cultural y política de larga duración, que comienza a fines del siglo XIX, la que derrama e inocula con distintas formas de mediación a la Filosofía académica. Un toma y daca en el cual al Filosofía es a la vez anticipadora y, como el Búho de Minerva que desplegaba sus alas con la caída de la noche, siempre llega tarde y desfasada…

¿Cómo ves los estudios marxistas hoy?

Marx era más o menos un perro muerto en los 1990’s, como Spinoza en tiempos de Lessing. Un inactual, un simpático economista ricardiano y poco más. Después del fallido Fin de la Historia liberal de Fukuyama y la ignominiosa disolución mafiosa de la URSS, creo que Marx vuelve a ser valorado, colocado de nuevo en el centro de atención, a pesar de la Academia, a pesar de la industria Blockbuster de libros. Se re-editan libros agotados, aparecen traducciones inéditas, pero lo mejor es que estos libros circulan, se comentan, se venden… Se están editando las MEGA (2), sus obras completas en edición crítico-histórica en un proyecto multinacional con sede en Amsterdam, sin la molesta interferencia de algún partido político o los arcanos de un estado. Paradójicamente es la profunda y larga crisis capitalista que comenzó en 2007 la que ha puesto de nuevo, tanto como referencia como caja de herramientas, a Marx en su merecido sitio. Los estudios marxistas a nivel español siguen siendo muy pobres, a rastra de la producción de otros centros culturales o un nivel bajo, casi de vulgata. No hay tradición de trabajo colectivo, ni continuidad, ni circuitos asentados, los estudios marxistas van de acuerdo al esfuerzo puramente personal de investigadores y divulgadores aislados. El panorama es desolador en el ámbito editorial: las ediciones de Marx que había en proceso de publicación para el lector español, tanto las Werke de Wenceslao Roces en la editorial mexicana FCE o las planificadas OME (Obras Completas de Marx y Engels) de Grijalbo a cargo de Manuel Sacristán, están paradas y suspendidas hace tiempo. Y ya sabemos que sin Teoría revolucionaria…

¿Cuál es el mayor placer que te da ensayar, escribir de forma argumentativa?

Aparte de la famosa y egocéntrica autoclarificación, creo el cumplir con lo que el buen ensayo siempre fue desde su origen: ser la forma crítica par excellence. El irónico Kurt Tucholvsky decía que si has fracasado en escribir una novela o una obra de teatro, prueba haciendo una lista de los mercados a la baja en Wall Street, experimenta sobre este texto con todas las variantes estilísticas que quieras, y cuando al final no hayas obtenido nada del experimento literario, ya puedes decir: “esto es un ensayo”.