TAPA REVISTA SAUNA

Por Juan Terranova. Lunes. Las redes sociales son la guerra de guerrillas del Logos. Hay técnicas, hay improvisación, hay un objetivo que no es claro en cercanía pero que se prefigura con claridad a lo lejos. Las redes sociales también son una fiesta de quince. Pero una fiesta de quince donde puede haber piña.

Martes. “Me subleva la mirada progre-kirchnerista: implacable y rigurosa con el pasado, cómplice y conformista con el presente” escribió Maxi Crespi en Twitter.

Miércoles. Jorge María Bergoglio es el nuevo sumo pontífice, obispo de Roma y soberano de la ciudad del Vaticano. La noticia me quita la ironía por alrededor de treinta segundos.

Miércoles, más tarde. Escucho la sonata en Sol menor para cello de Rachaminov, opus 19, y leo al mismo tiempo la lista de los quinientos catorce Therapsidos que ofrece Wikipedia. Los terápsidos fueron una orden de reptiles mamiferoides de las eras Paleozóica y Mesozioca. Siempre se usa la imagen o la condición del anfibio como metáfora de aquellos que pueden desplazarse por dos mundos. Por fuera de ese lugar común, ya tan trillado, la figura, monstruosa del “mamiferoide” me resulta más inquietante y atractiva. Pero no importa. Lo que realmente importa es que el Papa es argentino y jesuita se llama Francisco.

Jueves. Sigue el tema del Papa argentino, desde luego.

Jueves, más tarde. Leo la entrevista que le hicieron en la revista Sauna a Julia Converti, la responsable de ARTE BA. Me resulta, aparte de una buena idea periodística, reveladora en muchos aspectos. El título, un textual de la entrevistada, es “Mercado no es mala palabra”. Supongo que puede ser disruptiva, la elección de esa frase, para los despistados artistas que creen en lo sublime y en el maná de la creación. Para los que trabajamos con palabras, buenas y malas, y también lidiamos todo el tiempo con pagos y deudas laborales, se trata de una afirmación banal. Al menos en nuestro sistema capitalista periférico donde todo se distorsiona por la presencia ominosa de la miseria y la transacción comercial. Ahora bien, si mercado no es mala palabra, ¿cómo se relacionan en la práctica, que es el terreno de Converti, mercado y arte? Bibliografía sobra. ¿Qué elige citar ella? Una operación de compra. Cuando le preguntan dice: “Después compré la instalación de frutas de Luciana Rondolini: bananas, manzanas y ciruelas que se van pudriendo, el proceso es muy bello, quedan como restos fósiles.(...) La tuve que cuidar mucho, y es muy gracioso: decidí no tener hijos, no tengo perros, con las plantas no me llevo tan bien, y me metí en ese kilombo”. Y luego agrega que adquirió “un Bianchi en la galería Phosphorus, cuando se hizo Junta, en Meridion, y ahí también me metí con lo efímero porque parte de la obra es una salchicha… Sí –ríe- una salchicha”. En un momento da a entender que las frutas tiene diamantes incrustados. De la salchicha no dice nada. Ahora bien, si la palabra mercado no es mala palabra, ¿por qué no dice cuánto las pagó? (“fruga in quel fatto privato che sono i soldi”, escribió una vez Pasolini.) Las fotos muestran a Converti como una mujer fría, ejecutiva, bella, trabajadora, exitosa. Y es fácil ironizar a alguien que compra fruta podrida y una salchicha como arte y encima la cuida. No lo voy a hacer acá. Y además escribo sin tirria. Pero ¿cómo perdonarle a Converti no haberle dedicado al menos una palabra a la crítica? En la medida de que los curadores no entiendan la lógica de la crítica, el discurso dominante será el del dinero. “Mercado” no es mala palabra. “Mercachifle” tampoco. “Brutalidad”, menos.

Viernes. Me gustaría hacer un libro sobre el Papa argentino. Mientras tanto leo con mucho placer Nietzsche contra la democracia de Nicolás González Varela. (Tiene un retrato de Nietzsche lector muy completo que va en contra de todo lo que el mismo Nietzsche contaba de sí mismo.)

Viernes más tarde. Encuentro una foto de Simone de Beauvoir circa 1952. Está de espaldas, desnuda, con tacos, frente a un espejo de baño. El que sacó la foto la espía. Ella se arregla, indiferente. Es hermosa, maciza, sensual. Parece que Valéry Larbaud llamaba al arte de leer el “vicio impune”. “Vicio” no es mala palabra. “Santidad” tampoco.