Por Juan Terranova. Lunes. “La seriedad moderna más profunda debe expresarse a través de la ironía” escribió una vez Marshall Berman. Hoy es lunes feriado y mañana es martes feriado y venimos de un jueves santo y un viernes santo, ambos feriados, y la ironía es que uno puede incluso aburrirse de los feriados, aunque los desee de una forma que roza la estupidez. Releo el Prefacio de Todo lo sólido se desvanece en el aire fechado en Nueva York a principios de 1981. Me parece excelente y conmovedor. En la web, encuentro fotos de Berman. Vale la pena ver la facha que tiene.
Lunes, más tarde. Leo sobre las inundaciones en Buenos Aires, Gran Buenos Aires y La Plata.
Martes. Hoy, 2 de abril, murió Jesús “Jess” Franco, un artesano del cine mundial que muchas veces, en su humilde voracidad, fue también un gran artista. Sus películas, antes de que llegara el Mesías digital de la web, se veían en copias viejísimas en sótanos y cineclubs, o se conseguían en trajinados VHS que sus seguidores guardaban como amuletos contra los prejuicios y la aridez mental del progresismo. Siguiendo la metáfora, podríamos decir que Franco fue un creador húmedo, arbóreo, selvático, fragmentado y libidinal como solo el siglo XX pudo serlo. La textura del fílmico de sus películas alcanza para lubricar la imaginación de generaciones enteras. El terror y el erotismo, la muerte y el amor, y sus infinitos, irónicos y espectaculares cruces fueron sus temas. La mejor forma que se me ocurre de rendirle su merecido homenaje es ir a Wikipedia y leer la larga lista de los títulos de sus largometrajes como un poema elegíaco. Un largo poema lleno de potencia y vitalidad.
Miércoles. Ayer fui al festival de Pepsi. Bajo una incómoda lluvia, tocaron los Queens of the Stone age. Tiene un tema que se titula The fun machine took a shit and died. ¿Qué tal? Hoy me paso el día mirando fotos en Facebook. Pierdo mucho tiempo con eso. Cesare Lombroso, besaría tus compases, tus reglas y tus anillos de garca italiano.
Jueves. Leo una nota de un portal de noticias mexicano. Con dos “zetas” marcadas en el pecho y huellas de tortura encontraron en Cancún el cuerpo de un travesti con el rostro envuelto en una bolsa de plástico. “Policía Judicial y peritos del Ministerio Público” confirmaron que se trataba de “un sujeto de complexión robusta y tez clara que vestía ropa de mujer”. Parece que el travesti tenía varios tatuajes, entre ellos, uno que decía “Joana” en la zona lumbar y un “Te amo Chepe” en el tobillo derecho. Leer hasta los tatuajes del cuerpo de un travesti asfixiado en una ruta mexicana. “Morir en Cancún” sería un buen título para la nota. ¿Dónde andará Chepe?
Jueves, más tarde. Pienso en las redes sociales como máquina neurótica, analista y fetiche, todo en uno y nada en todo. También pienso en una hermenéutica gaseosa, una gnoseología de los pedos.
Viernes. Paso por al librería de Gogui en Avenida de Mayo y compro una vieja biografía de Schubert, editada por el legendario sello Anaconada en 1950 y firmada por un tal E. Duncan. También dos libros raros de Unamuno de la colección Austral con letra diminuta. Después leo una nota de Mavrakis en Ñ que contiene esta frase: “Frente a la dinámica esclerosada del circuito informativo clásico, donde el mensaje era emitido por una única fuente y recibido por un único receptor, el comment materializa la negatividad de lo nuevo”. Me gusta lo que escribe Mavrakis. A veces me gustaría que insulte un poco menos porque puede pasar por un gesto de debilidad, una tentación irracional. Pero no. Sé que no es un gesto de debilidad o duda sino que es, al mismo tiempo, una marca de autoafirmación, intransigencia y pérdida. Intransigencia con la tontería contemporánea. Pérdida de muchos afectos que conforman el sofisticado sistema de esa tontería. Tal vez sea ese estilo otro reflejo más de la famosa libra de carne que hay que pagar en nuestro irredento contrato social, por el uso probo del Logos, por la mera facultad de la existencia.