Por Juan Terranova. Lunes. Me entero que murió Thatcher. ¿Podría escribir algo sobre ella? Empiezo a leer. Más tarde, encuentro una cita de Henri Meschonnic: “En el lenguaje, es siempre la guerra”. Al parecer, así empieza uno de los ensayos reunidos en La poética como crítica del sentido. Esa sola frase alcanza para que me den ganas de leer el libro. Hay una entrevista. Meschonnic sostiene una idea muy “elevada” de la poesía que no comparto. Pero cuando pone al ritmo por arriba de la rima, incluso del sentido o de la razón (entiendo que hace eso) me gana. Leo fragmento de su Manifiesto a favor del ritmo. Una vez hace unos años en una novela escribí la frase “si creo en algo, creo en el ritmo”.

Lunes, más tarde. Encuentro una reseña en La Nación donde Sandro Barella reseña el libro de Meschonnic. Copio un párrafo que me deja de una pieza, estático y conmovido, cuando lo leo. "En el lenguaje, es siempre la guerra", escribe Henri Meschonnic. Así comienza uno de los ensayos reunidos bajo el título común de La poética como crítica del sentido, y que bien puede considerarse la idea rectora del pensamiento de este lingüista y poeta francés nacido en 1932. Guerra, no polémica, distingue Meschonnic, relegando esta última al ámbito de la charlatanería, a los pasillos donde mora la opinión, esa forma de abolir la crítica, que es el lugar donde es posible pensar el lenguaje. De esta manera, el autor declara la guerra al signo, a la supremacía de la pareja significado-significante según el esquema de Saussure, y toma partido por el ritmo, entendido como "la organización del continuo en el lenguaje... sin olvidar la continuidad con la voz y el cuerpo en lo hablado". Ritmo versus signo es la constante del libro.”

Martes. Para un clase releo Bartleby, el escribiente, escrito en 1851. Pienso que en el 2001 se cumplieron ciento cicuenta años de ese cuento. Me cuesta creer que pasó tanto tiempo. Después leo el comienzo de The Adventures of Tom Sawyer. Me gusta mucho. Ese llamado y que Tom no responda. Muy moderno. Muy contemporáneo. Lo copio:

“TOM!’

No answer.

‘TOM!’

No answer.

‘What’s gone with that boy, I wonder? You TOM!’

No answer.”

Miércoles. Encuentro la foto de una casa de departamentos cubierta de hielo, blanca, gélida, como decorada para el circulo polar antártico a lo Disney. El titular dice “That's No Igloo”. El edificio está en Chicago. Se prendió fuego en el mes de enero, y alrededor de mil bomberos trabajaron para apagarlo. Las temperaturas eran tan bajas que el agua que le tiraron se congeló. Lo tomo como una metáfora de ciertos estados de ánimo, del fuego al hielo, ayudado por mil bomberos que intenta salvarte.

Jueves. Breaking news. Bajan porno en el Vaticano. La nota, un poco buchona, dice: “Una web de pirateo revela los títulos que se han descargado desde la sede de la Iglesia, con series de televisión, películas de Hollywood y algún video porno”. Una de las pelis se llama, con lírica moderna, Castigo en el taller de juego, sótano oscuro, a un joven esclavo adolescente. Después de buscar sin éxito el film, leo la carta de disculpas del presidente Mujica por sus exabruptos registrados subrepticiamente por un indiscreto micrófono. Él no debe bajar mucho porno.

Viernes. “Deje que se desahogue, eso aliviará su consciencia” le dice Dupín al narrador de Los crímenes de la Rue Morgue sobre el jefe de policía cuando, después de descubrir al mono asesino, el oficial le da a entender que no se debería haber metido. “Deje que se desahogue, eso aliviará su consciencia.”