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Por Juan Terranova. Lunes. En Marsella, el 20 de julio de 1922, Artaud le escribía así a Génica Athanasiou: “Querida. La noche del martes me desperté como si fuera el fin del mundo. Llegué a las diez de la mañana y dormí hasta la noche. Cada vez que me despertaba pensaba en vos con una tristeza infinita. Y a la noche te lloraba como si ya no existieras. Estaba convencido de que no te volvería a ver. Ayer también aparecieron muchas lágrimas en mis ojos, pero hoy recobro la esperanza. Me acompañás en todos mis actos. Ella estaría allí. Ella me diría esto. Eso es lo que pienso. Nunca he deseado tenerte siempre conmigo”. Termino de leer y Cristino Bogado me escribe de Paraguay para decirme que la Athanasiou era, en realidad, una vampira rumana que claramente vivía chupándole la sangre al poeta. Y pone como prueba irrefutable La concha y el clérigo. Yo apenas me había fijado en la prosa de Artaud, en ese sentimiento arrebatado. Después leo que, en Roma, el papa hizo un exorcismo.

 

Martes. Leo el soneto que Juan Sasturain le dedicó al General Videla en la contratapa de Página/12. Termina diciendo que murió “en la cama”. Y la verdad es que no, murió con los pantalones bajo, sentado en la taza magna. Sasturain se pierde uno de los grandes temas de la picaresca, nuestra relación con ese “inoportuno resto de tierra”, como decía Freud. Supongo que morir cagando tiene su mérito. Se le saca, por ejemplo, una buena cuota de seriedad a la muerte. (Aunque ese, desde ya, no era el estilo trágico de este general asesino.) El informe escaneado que circula por la web dice que “el paciente” presentaba “un cuadro de diarrea aguda, con deposiciones de baja cuantía”. Se fue, entonces, el tipo, como quien se va en un suspiro.

Miércoles. Si realmente pudiéramos llevar un diario de lecturas, un diario estricto, donde se rubricara, donde quedara anotado todo aquello que leemos, sería algo monstruoso y sorprendente. Sería tan poético como la peor –no como la mejor– página de Joyce. Y sí, podría descifrarse. Uno, dos, tres titulares, fragmentos de una nota inconclusa o sobrevolada, palabras de publicidades webs, enlarge your penis, mails y correos de todo tipo, entradas de Facebook, informaciones parasitarias o efímeras como los nombres de calles en las paradas de los colectivos, o los nombres de las canciones en nuestros reproductores digitales, más indicaciones incidentales y carteles manuscritos, “cerrado”, “vuelvo en cinco minutos”, consignas de nuestra propia escritura, números, instrucciones, más nombres propios, marcas, subtítulos, palabras sueltas... Pero todo eso no sería nada por sí mismo. Como la estructura ósea viva que demanda rayos equis para ser vista, ese caudal de signos necesita ser “leído” para surgir y no ser apenas información, datos, inevitables excrecencias lingüísticas de nuestro tránsito por la modernidad.

Jueves. Una foto de una mujer tirada en el piso, descansando, suponemos, de un viaje, y leyendo Flannery O´Connor. En primer plano se ven sus bragas manchadas de sangre. Fue un instante en un millón y ahí estaba Mike Brodie para captarlo. (Nunca los crotos fueron tan indies como en las fotos de Brodie) Después de encontrar esa imagen, releo Un buen hombre es difícil de conseguir, cuento que es, al mismo tiempo, un juguete macabro y la descripción bastante acabada de la vieja universal que hay que matar. En otro orden de cosas –pero no tan alejado–, Rolando Poppo el tipo al que le comió la cara el caníbal de Miami está aprendiendo a tocar la guitarra. Lo leí en el Dailymail. Un iluminado redactor anónimo puso epígrafe para una foto aterradora: “Sr. Poppo sonríe otra vez a un año de que el 75 por ciento de su rostro fuera masticado por Rudy Eugene." ("Mr Poppo is smiling again one year after a 75 per cent of his face was chewed off by Rudy Eugene.")

Viernes. Hay un tipo en la radio diciendo que la Argentina está perdiendo oportunidades. Un viejo hit del rock nacional. Mientras tanto, todas las canciones, en el algún momento, cuentan la historia de un veterano de Vietnam que mata una mujer en un hotel. Lo dijo Daniel 12:13. “Pero tú, persevera hasta el fin y descansa, que al final de los tiempos te levantarás para recibir tu recompensa.” Ay, Daniel, cómo me gustaría tener tu confianza y seguridad.