reno soviétivo

Por Juan Terranova. Domingo al mediodía. A veinte minutos de Resistencia, visitamos un barrio de pescadores. Es un lugar pobre lleno de casuchas de chapa y ladrillo a la vista con carteles que dicen “vendo pescado”. Preguntamos si podemos comprar para comer y no nos entienden. ¿Para qué es el pescado si no es para comer? Explicamos que queremos comerlo ahí. No logramos nada. No hay pescado. Ni crudo ni cocido. Tiene los carteles. Nada más.

 

Domingo a la tarde. El Paraná es hegeliano. Pero se disfruta con la fragilidad de Schubert. “Un hotel sindical, un restaurante lujoso, una feria fantasma” dice Reck. El restaurante de lujo es el lugar donde nos dieron de comer todo el fin de semana, el lugar de las transas políticas provinciales.

Domingo a la noche. Si siguen pasando Diego Torres en el micro voy a terminar lo que empezó el General Roca. Música de micro y genocidio. Intento enviarle mensajes telepáticos al chofer: “Mi vida interior se pudre, señor chofer”. Latinoamérica unida se canibaliza en su música incidental. Si el micro parara ahora al costado de la ruta tendríamos una Perfecta Escena David Lynch. Las películas de zombies se inventaron en los micros nocturnos de larga distancia. The Resistencia-Bs.As. midnight zombie wichi expresso. ¿Cómo me recibe Buenos Aires? Con malas noticias. Las supero. Me queda el consuelo de poner fotos en Facebook.

Lunes. Elecciones. Denunciar "falta de ideas" en la campaña es un evidente síntoma de aquello que se denuncia. Mi candidato ideal sería el BOPE. Me conmueven sus slogans. Por ejemplo. “Missão dada é Missão Cumprida”. Otro: "Na dúvida, mate. Não corra, não morra". Uno más, análisis proselitista: ““É claro que todos os intelectuais de esquerda e maconheiros da cidade iam votar nele.”

Lunes a la tarde. Me escribe un amigo que está en los Estados Unidos: “El mesianismo es un negocio con gran potencialidad y peligro en China". Poderoso sonido el de esa frase.

Martes. Nunca leí nada de Ángeles Mastretta. Pero escribió un cuento que empieza así: “Se enamoró como se enamoran siempre las mujeres inteligentes: como una idiota”.

Miércoles. Diego Bentivegna me mandó su libro Castellani crítico, donde escribe: “De los escritos de Castellani, un grupo considerable se detiene en el acto de leer y explora sobre todo las implicancias culturales de ese acto. Me refiero a intervenciones que piensan a la lectura como un objeto moldeado culturalmente, como una zona de choque en la que se dirime una disputa política que afecta, sustancialmente, al orden institucional”. Habría que hacer una exégesis de Castellani alrededor del discurso de las armas y las letras. (Mi amigo Luis me dijo que en una época andaba armado. Los fierros abajo de la sotana.) Ojalá el libro de Bentivegna encuentre a sus lectores.

Jueves. Los cultores del “buen escribir”, los publicistas masturbatorios del lenguaje, ¡qué poco pudor! Por lo general escriben mal, me incomodan. Pero son mejores, en todo caso, que los despreocupados analfabetos que insisten. Insistir, insistir. Mackevicius me dice que tengo la descalificación fácil. Es posible. Pero qué pretensiones porteñas las de muchos porteños y el arte. Tanto más fácil habría sido en este contexto dejarse morder por el dinero.

Viernes. Un barco zarpó del Congo. ¿Se sigue llamando el Congo esa zona del mundo? En altamar los marineros descubrieron cuatro africanos de polizones. Los ataron y los tiraron al agua. Pero uno de los marineros se quebró y denunció lo que había pasado. Ahora el barco está en el puerto de Rosario y el capitán, de origen rumano, está detenido. Copio un fragmento de la nota que apareció en Página/12: “Por orden del capitán fueron atados de pies y manos, sus bocas vendadas y, luego de ser golpeados, arrojados al mar. El primer oficial –un rumano de 1,93 metro de altura y mal carácter– habría instado a la tripulación presente –cinco marineros– a concretar la orden superior. Pero todo se complicó el 10 de abril, luego de que el capitán comunicara que seis de sus marinos pretendían terminar con la relación laboral aduciendo desde problemas de salud hasta familiares. Esto llamó la atención del gerente de la empresa naviera, Binios Stravos, quien comenzó a exigir explicaciones sobre esta actitud y terminó obteniendo la declaración del capitán. “Es que ellos tiraron la basura al mar y ahora quieren volver a sus casas”, según consta en el informe que Prefectura entregó al fiscal Gambacorta”. Los polizontes, por ley, deben ser mantenidos con vida y cuidados. En este viaje se calcula que cada uno saldría alrededor de treinta mil dólares. Me parece un precio exagerado. Mariano Canal me mandó la nota poniendo en el mail: “Conrad en Rosario”.

Viernes, más tarde. Un hombre de treinta y un años puso en Facebook la foto de su mujer, tirada en el piso y cubierta de sangre. Escribió en su muro: “Iré preso o seré condenado a pena de muerte por haber matado a mi mujer. Los quiero amigos y los extraño. Cuídense. Gente de Facebook, me verán en las noticias”. Ni siquiera en el asesinato y el oprobio pudo salir del manual de estilo para lelos que domina el mundo digitial. El tipo se llamaba Derek Medina y la mujer, Jennifer Alfonso. Con esos nombres, no tenían otro destino que el crimen doméstico y las redes sociales.

Sábado a la mañana. Leo tras o cuatro libros a la vez. Agarro uno, leo, paro, agarro otro, leo, paro. Voy a la computadora. Me conecto. Leo un rato. Después, encuentro una foto. En 1944, un reno soviético parece mirar como una formación de cuatro cazabombarderos alemanes atacan el horizonte. Sobre la derecha un quinto avión rezagado completa el cuadro. Hay una columna de humo y esquirlas sobre la izquierda. También unas ramas secas, un fondo terroso, un cielo blanco. La foto no tiene profundidad ni perspectiva. Es plana, como si la hubiera sacado una máquina. (Una máquina rusa, desde luego.) No estoy trabajando en un libro a conciencia. Por eso me veo un poco reflejado en ese reno. O en el avión rezagado. Es muy probable que todos los seres vivos y todos los objetos inanimados de esa fotografía ya no existan. Pero la imagen, en su brutalidad, resulta hermosa. Me la mando Gabriela Mitidieri. También me mandó una de la construcción del Golden Gate en 1937 que trasmite algo completamente diferente. No es sombría ni melancólica sino esperanzadora, lo cual se agradece.