Por Juan Terranova. Lunes. Por Mercado Libre compré Soy Roca de Félix Luna. Qué desilusión que sea apenas una novela. Pero eso no es lo que más descoloca al lector ingenuo. Está escrita como un largo monólogo estilizado. ¿Por qué hablaría uno de los hombres fuertes de la historia Argentina con los gestos y las maneras, con el pathos, de un historiador liberaloide del siglo XX? La mezcla de capas desconcierta. ¿Quién habla realmente? Soy Roca. Soy Luna. ¿Soy roca lunar? Así las cosas, se podría presentar una versión de El Aleph protagonizada por Julio Argentino. El pomposo Daneri sería Eduardo Wilde. En uno de los momentos cruciales del relato el general, melancólico, se acercaría al piano y al magnético retrato de su amada y diría: “Guillermina, Guillermina María, Guillermina María de Oliveira Cézar, Guillermina querida, Guillermina perdida para siempre, soy yo, soy Roca.” Algo perdieron nuestros héroes cuando pasamos del XIX al XX. ¿Cómo vendrá el gran remix del siglo XXI?
Martes. La muerte de la soprano Florencia Fabris en San Juan es triste y dramática como solo la música vocal italiana puede serlo. ¿Qué leo? Una mujer bella cantando su propio Requiem con coro y orquesta adelante de 500 personas en una provincia desértica. Me genera respeto. ¿Y si no hubiera sido la Misa de difuntos de Verdi? (Clarín titula no sin brutalidad: “Una soprano sufrió un ACV en un concierto, siguió cantando y murió”.)
Miércoles. Elio Donato, siglo IV, 57: Pereant qui ante nos nostra dixerunt. [Mueran aquellos que publicaron antes de nosotros.] Fue citado por su discípulo, San Jerónimo, y así llegó a nuestros días. Negación del pasado, condena a muerte, lo cual en un punto es bueno, si se sabe qué es lo que se está negando. Ahora si se mata por soberbia de ignorante, si se mata sin saber, ¿no es diferente? La arrogancia infantil del tipo que se piensa que él o alguno de sus amigos está haciendo algo nuevo, qué fiasco. No compro esos productos. Pero público dispuesto hay siempre. Todo muy vulgar, como esos cronistas, esa canalla. Piensan que descubrieron algo, un filón de oro manchado, los minerales con aroma a putrefacción. Atrás del Pereant qui ante nos nostra dixerunt siempre se esconden problemas de dinero y prestigio, que al final se resumen en dinero. Hay otra tradición. Menos idiotizante. De Pierre Rivière a Pierre Menard. De la copia productiva a la sangre. Del siglo de oro al siglo XIX. Del español al francés ida y vuelta. Recuerdo que cuando leí por primera vez Pierre Menard, autor del Quijote no entendí nada. Pero cuando leí por primera vez Pierre Rivière entendí enseguida. Ahora bien, que mi rusticidad como lector no anule méritos evidentes. Menard le lleva guerra justa al Pereant qui ante nos nostra dixerunt. Vuelvan a Menard, genios vernáculos, especuladores, arribistas del gremio. ¿O no se cansan de hacerle el amor contranatura al tema de la novedad y lo nuevo? Y vuelvan también a Rivière.
Jueves. Hay misterio en el cualunquismo. La web, creo, lo potencia. Decirle “no a la política”. Hay una fuerza ahí, una fuerza eminentemente política. También un ligero suicidio, un acotada pulsión de muerte. El cualunquista vive una vida simple, sin desafíos, sin trabas, que puede ser intensa o aburrida, pero que es predecible e incluso feliz, y piensa que “la política” debe ser así, simple, que podría ser así, simple. La ignorancia de las imposibilidades del hombre, de sus épicas, de sus consuelos y sus triunfos, lo aconseja. Así es como lentamente nada lo conforma. Y ahí se planta. Pero ese plantarse y decir negar puede ser un principio o un final. Mientras especulo, palomas zombies invaden Moscú. La nota que leo del Wall Street Journal titula “Zombie Pigeons Invade Moscow”. Y avisa que el hecho parece sacado de una película de terror apocalíptico. Las calles de Moscú amanecieron la semana pasada, llenas de palomas enfermas o muertas. Hay videos que muestran como retorcían sus pequeños cuellos, como caminaban en círculos o se quedaban quietas en posiciones extrañas. Los moscovitas las bautizaron “palomas zombies” y empezaron a quemarlas en las esquinas como si fueran hojas. Parece que fue salmonella lo que lo causó.
Viernes. Todo está en Internet. ¿Qué podemos aportar si no es nuestra desilusión, nuestra melancolía y nuestra esperanza? No habrá éxtasis sin penitencia. Y sin privaciones todos los bocados tendrán el mismo sabor de cenizas frías. El fin de la semana me encuentra en herejía, escuchando el David Penitente de Mozart para celebrar la llegada del buen tiempo de la forma más masónica posible. (La paciencia. Aprenderla. Adorarla. Con resignación cristiana, con generoso éxtasis. La penitencia, qué actividad olvidada, necesaria, vital, relegada por adultos ateos y ansiosos a la vida infantil.) El señorito Mozart que creía en Dios pero también en la música. O como dice el Salmos 86.5: “Porque tú, Señor, eres bueno y perdonador, y grande en misericordia para con todos los que te invocan”.