CON CAPITAL MÍSTICO
Sueiro, la luz y el olvido

Victor SueiroBendita tú eresPor: Juan Terranova. El pasado jueves 13 de diciembre murió Victor Sueiro. Dejó una parva de libros olvidables, un programa de televisión exitoso y una anécdota. En 1990, cuando empezaban sus problemas cardíacos, vio “una luz al final de un túnel” y con ese capital místico se dedicó a escribir. Como era esperable, la comunidad intelectual no acusó recibo.

No te salva ni la muerte

Cuando un escritor muere, por lo general sus defectos se trasforman en virtudes. El gruñón pasa a ser “simpático malhumorado”, el desaliñado practicaba un “estilo personal”, el garca se transforma en “temperamental” y los libros, por supuesto, se rodean de un aura magnética. La regla es simple. Un escritor gana un premio, sus libros se cotizan mejor. Un escritor se muere, sus libros alcanzan el techo de ventas. Así, consumimos la muerte como un producto más del mercado editorial. Pero con Víctor Sueiro es diferente. Justo para él que hizo del último cambio la experiencia-gancho de sus primeros libros, la muerte no fue consagratoria. Haber dejado de existir materialmente en este mundo le deparó torpes reconocimientos de Chiche Gelblung y de algún otro periodista que lo evocó con el sentimiento premoldeado de los lugares comunes: “Era buen tipo”. El asunto termina ahí. Nadie osaría decir que fue un maldito, un segregado, un hombre de ideas brillantes, un incomprendido por la academia y mucho menos por el mercado. Nadie se acuerda los títulos de sus libros. ¿Por qué? 

El grado cero del valor literario 

“Sus libros eran malos.” Parecería que todo termina en esa frase lapidaria. Pero, ¿malos cómo? Nada puede ser simplemente malo. En este sentido, Sueiro podría ser visto como un revolucionario silencioso. Sus libros se acercan al grado cero del valor literario y ganan muchísimo dinero con eso. Salvo dentro de un programa que estudie la historia de las mentalidades –lo cual después de todo, no estaría tan mal– no creo que nunca nadie se acerque a sus libros con espíritu analítico. Y es verdad que Leonardo Moledo no se juega ni un poco, seguramente menos por respeto a la muerte que por desconocimiento, sobre lo que escribió Sueiro. El título de la necrológica que le dedicó en Página/12 es apenas ingenioso. Pero, ¿qué decir sobre un libro como Bendita tú eres, mezcla de historias cursis, mala redacción y sensiblería milagrosa? Por diferentes motivos políticos, vitales, estéticos, sociales o editoriales, que nunca son estrictamente literarios –simplemente porque lo “estrictamente literario” no existe–, Hugo Wast, Jorge Asís, Carlos Astrada, Ernesto Sábato, Juan José de Soiza Reilly, el Padre Castañeda, entre otros muchos, ocupan hoy lugares de tensión con el mundo intelectual contemporáneo. A veces la tensión afloja y se acercan a la palestra pública, a la industria editorial o al comentario oprobioso. A veces se los margina con el silencio o la alusión velada. Todo depende del círculo en que se los cita o se los deja de citar. Pero todos ellos tienen una obra y sus libros esperan un destino que quizás pueda ser de recuperación. Parece muy difícil decir lo mismo de Sueiro.

Sin reivindicaciones 

En versión pop de la cultura necrófila argentina, la muerte fue su primer tema literario. Cuando se cansó de ir y venir, escribió sobre ángeles, sobre la Virgen María –con el conocimiento de un chico que va a tomar la primera comunión– y últimamente sobre historia argentina en formato de chisme. Ahora que ve la luz para siempre, estoy seguro que no hay infierno para él. Lo que le espera es una larga caminata desde la base del purgatorio.

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