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Por Juan Terranova. Lunes. Cristino Bogado me preguntó por mail si había escritores argentinos que hubieran estado en Malvinas. “Jóvenes que hayan ido y hayan escrito algo después.” Dudé. Está el corpus de novelas de siempre, un poco chueco, un poco moral, a veces atractivo. Pero no era eso lo que quería. Terminé por recomendarle los libros de la derecha, los de los militares que estuvieron en el conflicto. Tengo alguno y recuerdo haber incluso hojeado algún otro pero, confieso, no los leí. Eso me hizo sentir un poco “mal lector” o al menos un lector “poco confiable.” Al final le pasé una página que narraba la Operación Cóndor y otra sobre Dardo Cabo. Le dije que Dardo Cabo era un personaje interesante, un poco tapado, de la historia argentina reciente. “Para mí, ahora, es más interesante que Rodolfo Walsh, y ni hablar de la Operación Cóndor.” Busqué la breve pero muy sintomática entrevista que le hizo Cabo a Borges pero no la encontré. Después Cristino me dijo que conocía un electricista de Asunción que había estado en Malvinas. “El electricista paraguayo” pensé. En idiolecto porteño suena a un buen título, con algo de la ironía boba del argentino cuyo prejuicio idiotizante lo lleva a pensar que en Paraguay no hay electricidad o la electricidad es un bien escaso. (Lo cómico es que por ser un país hidrográficamente bien posicionado, Paraguay es potencia eléctrica en la región.)

 

Lunes, más tarde. Vamos a recordar esta época como “ese momento en que se podía decir cualquier cosa en Internet.”

Martes. La obsesión por lo exhaustivo y lo completo está relacionada con nuestra fijación con la muerte. Obras completas. Biografía total. El horror de lo abreviado. Pacificación neurótica de lo inmóvil. Podemos admirar una obra con sosegada paciencia cuando su autor murió porque consumimos, con ese saber, la tranquilidad de la tumba. Es como la plusvalía de la muerte, como el fetichismo por la eternidad.

Miércoles 5 de febrero. Se cumplen cien años del nacimiento de William Burroughs. Miro unas fotos donde aparece con armas blancas y de fuego. Recuerdo que mató a su mujer en México. Recuerdo algunas de sus novelas. No todas me resultaron legibles, pero el tipo es un símbolo de cosas que me resultan afines como la picaresca intelectualizada, la vejez, la homosexualidad sin carga moral, las indagaciones alucinadas del lenguaje y la violencia.

Jueves. Me da la sensación de que las historietas de DC y Marvel que tuvieron éxito y se serializaron llegan a momentos de mucho alucinación y extravío porque tenían que hacer una por semana a veces durante treinta años o más. ¿Se quejaban los lectores si no les daban una vuelta de tuerca a lo que narraban? Situaciones de duplicación de la personalidad, monstruosidades, juegos psíquicos, monos parlantes, viajes en el tiempo, situaciones incomoprensibles, cambios de tamaño, perdidas de memoria, crueldades de todo tipo. Supongo que muchos guionistas de TV y cine se educaron leyendo eso. Hoy estuve repasando toda la evolución de Aquaman, cuya serie atraviesa más de sesenta años. Pero el más bizarro de todos, en las grandes ligas, es el de Jimmy Olsen. Se llama Jimmy Olsen Superman's pal. No hay una sola tapa que no sea ligeramente ridícula. El superhombre cuestionado por un amigo que lo pone en situaciones muy poco heroicas.

Jueves, más tarde. La humildad es para los que tienen talento.

Jueves, cerca de la medianoche. Al fin comprendo que soy un tardofuturista italiano. Leo: “Nosotros queremos exaltar el movimiento agresivo, el insomnio febril, el paso de corrida, el salto mortal, el cachetazo y el puñetazo.” En la pampa, por obvias razones, pegó más el lisérgico surrealismo. (Las obvias razones son el idioma francés. Todos sabemos que el idioma de la pampa es el francés.) Con los futuristas italianos yo habría podido salir del closet, habría gritado "¡viva Muss!", habría sido más yo mismo. Con los futuristas mi fracaso como novelista y mis aptitudes como crítico habrían brillado. ¡Sombra ridícula de Marinetti, voy a evocarte, para que, sacudiendo el ensangrentado polvo que cubre tus cenizas, te levantes y me adoptes!

Viernes. Cuando hay miseria en la tierra, el odio es un lujo.

Viernes, más tarde. Acá estoy, dice resignado Capote, “con el látigo que Dios me dio”, y eso que era un látigo largo.