cada vez mas cerca de gqandolfo

Por Cicco. El espíritu pochoclero, sentimentalero y marketinero lo plaga todo, incluso la literatura. Será por eso que, muchos narradores, si tienen perfil bajo, hacen vida familiar, pagan sus impuestos al día y se dedican a joder lo menos posible a los demás, no suelen merecer portadas en suplementos culturales como aquellos que tienen vidas escandalosas, sus mujeres se quitaron la vida y pasaron de clínica en clínica de rehabilitación. Será por eso que, excepto el día que muera o que se dedique a achurar mujeres, nunca lo vas a ver a Elvio Gandolfo en las portadas de cultura. Él está en otra. Él, escribe.

 

Gandolfo es traductor brillante. Crítico magistral. Y el cuentista argentino más talentoso que sigue en pie. Ha escrito otras cosas, claro, novelas, ensayos, muchas para hacerte sentir pésimo de lo mal que, en comparación, escribe uno. Pero, a pesar de todo su despliegue, yo sigo enamorado de sus cuentos. Soy de la idea de que “Cuando Lidia vivía quería morir”, es una de las selecciones de relatos más lúcidas de los últimos 50 años de literatura local. Pero claro, como no ganó premio grande –arañó final del Planeta, hace tiempo con el policial Búmerang-, aquellos que deciden los cánones literarios lo tienen poco en cuenta. Lo mal que hacen: pues siempre que hay una antología de cuentos dando vueltas, allá habrá un relato de Gandolfo. Sólido. Apretado. Perfecto.

Una vez escuché a Fogwill decir lo mucho que lo admiraba. Era como si mirara a Gandolfo desde abajo. Y ahora Gandolfo llega con libro nuevo de cuentos: “Cada vez más cerca” y sí, acá nos ponemos felices de sólo ver la tapa, con una langosta longilinea y misteriosa, una pata desplegada al aire como director de orquesta de insectos.

Qué grande es Elvio. Y cómo lo queremos. Tanto río de teclas bajo el puente. Tanta traducción hecha. Tanto conocer los resortes que activan cada efecto narrativo. Lo convirtieron en maestro. Esa rara clase de narrador que otros narradores buscan a escondidas y copian.

Si leés con atención “Cada vez más cerca”, vas a descubrir no le sobra ni le falta una sola palabra. Si uno le quitara una coma, el mecanismo se derrumbaría. Está todo aceitado y sincronizado, con mano experta.

La obra da miedo. Da risa. Da torrente erótico. Gandolfo da. Y da, casi imperceptiblemente, campechano e inocente. Como si uno se dejara tomar de la mano de un viejito amable hasta que descubre donde lo ha metido. Gandolfo te lleva a las profundidades de sus sueños, algunos retorcidos, otros cósmicos plagados de partículas minúsculas extraterrestres, otros con vampiros de artistas, otros con pesadillas en lugares impensados.

Aún no acabé con “Cada vez más cerca”. Es como un helado que uno jamás quisiera llegar al final. Cada día, tomo una nueva cucharada. Y me digo: cuando no exista más Gandolfo, se irá el último de los grandes maestros heladeros de este lado del mundo. Dios le de larga vida.