Marx

Por Juan Terranova. Lunes. En el Aleph no hay nada. Esa es la risa. ¿Se puede ver todo el universo? El universo es un continuo oscuridad y vacío. Y cada miles de millones de años luz un resto de polvo y mugre, que es la materia, los planetas, las estrellas. Así que hablamos de una larga y profunda oscuridad. No mucho más.

 

Martes. Me invitan a una mesa sobre talleres literarios en un centro psicoanalítico. Acepto. Días después me llega la publicidad general al evento, que se llama “Talleres literarios, ¿fraude o escritura creativa?” Automáticamente tomo posición por el lado del fraude. Fraude, decepción. Horacio Gonzalez escribió que la pedagogía implicaba decepción, no entusiasmo. Y que los educadores católicos habían entendido eso antes que nadie. Me imagino a mí mismo diciendo “En algún lado tienen que aprender o mejor se tienen que decepcionar los que escriben. Y este aprendizaje es social. No se puede hacer en privado. En privado es la masturbación. Y eso tiene un techo. Hay que ver cómo lo hace el otro, y hacerlo uno con el otro.” ¿Al final todo se parece a la prostitución, conocida como el más viejo de los oficios? El profesor de taller desde luego es la madama, a veces también la puta oficiosa que enseña.

Miércoles. No me gustan los cuartetos de cuerdas. No sé por qué. Estuve escuchando un concierto para trompeta de Haydn que me pareció ridículo de feo. Pero después puse uno en do menor y lo estuve soportando bien, aunque con cierto recelo. Haydn quizás sea el músico más menos apreciado, el más oculto y famoso al mismo tiempo. Hay una amargura en él, un destino de irónico media-vara que me atrae.

Miércoles, más tarde. Un artículo sobre Marx en la miseria. Lo encuentro en la web y enseguida lo pierdo. Lo vuelvo a reencontrar más tarde. Este párrafo es lúcido, hasta cierto punto esclarecedor: “Allí vivieron con estrecheces mucho peores que las que habían conocido hasta entonces, dependiendo de la caridad de los camaradas, huyendo de los acreedores, pidiendo préstamos de devolución imposible a incautos que desconocían su situación financiera, con sus pertenencias embargadas por el casero ante su imposibilidad de pagar el alquiler, y allí Marx, que tenía experiencia en toda clase de complicaciones, supo por primera vez «lo que es la verdadera desgracia» cuando vio morir con menos de un año a sus hijos Heinrich Guido, nacido en 1850, y Franziska, nacida en 1852, y con ocho a su queridísimo Edgar, cuya traumática desaparición casi coincidió con el nacimiento de su última hija, Eleanor (1855), que encarnaría en su vida adulta la figura de la mujer emancipada hasta su suicidio en 1898. Allí Marx enterró también a su esposa y allí, aunque con la desagradable sensación de no haber sido nunca del todo capaz de mantener a flote a su familia, logró convertirse en las dos cosas que siempre había querido ser, aunque se tratase de dos labores interminables, de esas que nunca pueden darse del todo por concluidas: un reputado y decisivo líder del movimiento obrero internacional (erigió la llamada Primera Internacional, y casi a continuación la derrumbó), y el autor de una ambiciosa, voluminosa y muy respetable Crítica de la economía política que, de algún modo, resumía el esfuerzo intelectual acumulado durante toda su vida, pero de la que no llegó a publicar una versión acabada y completa que diera satisfacción a las principales acusaciones de sus críticos.”

Jueves. ¿No es el legado de la URSS una serie de fantasías eróticas decadentes ligadas al pop? El comunismo soviético nos dejó una iconografía y una épica que bien puede ser sexual. En al bibliografía obligatoria todo siempre parece más claro.

Viernes. Leo que más de tres años después, las obras de limpieza de la zona contaminada en Fukushima no cumplen con el cronograma oficial porque les falta supervisión y trabajadores. Parece que hubo escándalos cuando se supo que la mafia yakuza tercerizaba la contratación de indigentes y vagabundos. Hay un tema burocrático con empresas y subempresas y supongo que es fácil mirar para otro lado. Nadie quiere meterse con la contaminación nuclear. Me imagino Stalker de Tarkovski. Y desde luego, Godzilla. Pero un Godzilla existencialista, sin lagartos gigantes, el sentimiento más moderno de todos, el del monstruo interior, sostenido por el efecto conjunto de la paranoia y la radiación.