Por Juan Terranova. Lunes. Aparece muerto el fiscal que actuaba en la causa AMIA. En Israel, se duerme un cuidador y se escapan tres rinocerontes del zoológico. En el video de la cámara de seguridad se ve a los tres rinos trotando, unidos, hacia la libertad.
Martes. El fin de semana vi Joe Kidd y Coogan's Bluff. Las dos con Clint Eastwood. Joe Kidd es un western del 72, basado en un libro de Elmore Leonard. Wikipedia dice que “forma parte del género western revisionista.” Coogan's Bluff, dirigida por Don Siegel, es la historia de un policía de Arizona que llega a la Nueva York de los años sesenta para trasladar un prisionero. Le tradujeron el título como La jungla humana o también Mi nombre es violencia. Al parecer se estrenó en el 68. Hay una escena en una disco beat que muestra un contraste vigente. Coogan con el sombrero blanco de cowboy y los colores estridentes del pop. Disfruté mucho ambas películas y hay continuidad más allá de Eastwood. El hombre de principios, dentro o fuera de la ley, impasible, duro, inexpresivo, como si Eastwood hiciera el mismo personaje con cien años de diferencia. Lo que cambia es el entorno, lo social, la gente, las modas. El héroe americano permanece siempre igual a sí mismo porque la ética es una sola. El malo en las dos lo hace Don Stroud.
Martes, más tarde. Para preparar una clase vuelvo a ver The magnificent seven. Otro experimento narrativo sobre la ética. (En medio de uno de los talleres de verano que dictamos con Sebastián Robles dijo que Solaris es una novela realista. Luego, argumento bastante bien mi parecer.)
Miércoles. “Porque también cuando estábamos con vosotros, os ordenábamos esto: Si alguno no quiere trabajar, tampoco coma.” Tesalonicenses 3:10
Jueves. Leo y releo la periodización que hizo Baba Vanga. Una vidente. Búlgara. Ciega. La lista que encuentro va del 2018 con la consagración definitiva de China como superpotencia al 5079 con el fin del mundo y el descubrimiento de los límites del universo. Después, releo el prólogo de Ballard a Crash. Hay mucho ahí. El fetiche del futuro tratado de dos maneras distintas. Baba Vanga podría ser un personaje de Ballard, pero creo que Ballard bien podría ser un personaje de Baba Vanga. O quizás sí, ambos podrían ser personajes uno del otro.
Jueves, más tarde. Encuentro un gift animado donde el Jack Torrance de El resplandor, sentado en la barra del Overlook, mueve en un loop eterno el whisky de su vaso.
Viernes. Me suspendieron una semana mi cuenta de Facebook por, supongo, poner la palabra “nazismo” cerca de “sexo.” ¿Lee mal o lee demasiado bien el bot seteado para atrapar esos fraseos prohibidos? ¿O alguien me denunció? Como fuere, a esta altura, no tener redes sociales parece igual de vertiginoso que tenerlas. Sigo escuchando a Prokofiev. Mi madre me llama por teléfono con el solo fin de atormentarme.
Viernes, más tarde. Largo paseo por la avenida Callao, desde Congreso hasta Alvear. Todo un recorrido. Ahora me entero que se vende el departamento de Bioy sobre la avenida Santa Fe, el de la biblioteca en el entrepiso. Miro las fotos con curiosidad. Me imagino ahí. Levantándome a la mañana, apurado por salir a la tarde, escuchando música de madrugada. ¿Podría escribir? Demasiados fantasmas blancos. Pero sin duda podría leer.
Viernes, medianoche. Antes de salir me obsesiono un poco más con una estampilla que le dedicaron a Prokofiev en la Rusia soviética de 1981.
Sábado. Cita del Jakob von Gunten: “Mi pequeño conquistador, ya verás cómo en el mundo, en ese mundo de fuera, cuando ejerzas tu profesión y aspires y luches, ya verás cómo se te abrirán bostezantes océanos de aburrimiento, vacío y soledad. Quédate aquí. Cultiva un poquito más tu nostalgia. No puedes imaginarte qué felicidad, qué grandeza hay en la nostalgia, es decir, en la espera.”