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Por Juan Terranova. Domingo. Veo A man without a star con Kirk Douglas. Douglas hace una especie de cowboy Don Juan, algo bufonesco, que viaja de Texas a Wyoming huyendo del alambre de púas. No está mal. El malo es una mujer atractiva y poderosa que tiene baño adentro de la casa. Más tarde, reunión con Elvio Gandolfo en un bar de Palermo. Gandolfo cuenta anécdotas y cita ambiguos refranes chinos. Por ejemplo: “Te deseo una vida interesante” dicho como una condena. Otro: “¿Por qué me recelás si yo nunca te ayudé?”

 

Lunes. Escucho la amable sonata para violín y piano de Ravel en sol mayor. Recuerdo que la escuchaba en el sur de Alemania a fines del siglo XX tocada por Alberto Lysy. La tenía en un cassette de cromo. Esta vez la escucho por Oistrakh, que es más agresivo, más ruso, menos europeo, mejor que Lysy, y la escucho desde YouTube.

Lunes, bastante más tarde. Especulaciones de trasnoche. El que se indigna es siempre goloso. La indignación como un sentimiento de la boca y de la nuca. Nunca del estómago, o de los brazos, o de la frente, o de las piernas. ¿Antes la gente fea se dedicaba al arte, ahora se dedica a victimzarse como una sencilla forma de entrar en la historia? Y qué insufrible el artista visual que explica su obra. Enmerdecido por su propias deyecciones artísticas ese tipo de creador furibundo incentiva a su crítico interior complaciente para que hable del gran valor de lo que hace. Es todo muy miserable.

Martes por la mañana. Se me corta el suministro de Internet. Va y viene. Siento que voy al trote en un caballo demasiado grande y un poco rengo. Abandono la computadora para leer ¿Qué es el dinero? de Alfred Mitchell-Innes. Prologado y traducido por Esteban Salceek. De lo mejor que leí este año. La traducción es muy buena y prolija. La exposición, clara y amena. Las hipótesis, osadas. El dinero no sería una mercancía sino una herramienta de crédito. Con eso solo le alcanza para redefinir nuestra relación con el dinero. Luego agrega que el crédito como sistema estaba basado en y garantizado por principios religiosos.

Martes, mediodía. En Siberia encontraron los restos momificados de un rinoceronte lanudo. La nota que leo dice: “Los únicos restos hallados hasta el momento de una cría de rinoceronte lanudo han sido presentados en Rusia. El animal, apodado por investigadores Sasha, vivió hace al menos 10.000 años, y sus restos se conservaron muy bien en el permafrost de Siberia, informa la agencia YSIA.” Putin visitó el lugar donde lo encontraron y preguntó si no se lo podía clonar. Los científicos rusos le dijeron que ya trabajaban en eso con sus pares de Corea del sur. Un rinoceronte lanudo ruso-coreano en el siglo XXI. Eso lo quiero ver. Más tarde leo sobre en hombre robó un banco disfrazado de Darth Vader en un pueblo de Carolina del Norte. Aunque quizás haya sido una mujer. Usó un viejo fusil de cerrojo para amenazar al cajero.

Miércoles. Escribí una nota sobre Italia y su relación con el castellano y Canal me manda un fragmento del último capítulo de El príncipe: “La exhortación a liberar Italia de los bárbaros.” El fragnento dice así: “No puedo expresar con qué amor sería recibido en todas es tas provincias que sufrieron tanto con la inundación de los extranjeros. ¡Con qué sed de venganza, con qué inalterable fidelidad, con qué piedad y lágrimas sería acogido y seguido! ¡Ah! ¿Qué puertas podrían cerrársele? ¿Qué pueblos podrían negarle la obediencia? ¿Qué celos podrían manifestarse contra él? ¿Cuál sería aquel italiano que pudiera no reverenciarle como a príncipe suyo, pues tan repugnante le es a cada uno de ellos esta bárbara dominación del extranjero? Que vuestra ilustre casa abrace el proyecto de su restauración con todo el valor y confianza que las empresas legítimas infunden; últimamente, que bajo vuestra bandera se ennoblezca nuestra patria, y que bajo vuestros auspicios se verifique, final mente, aquella predicción de Petrarca: “El valor tomará las armas contra el furor; y el combate no será largo, porque la antigua valentía no está extinguida todavía en el corazón de los italianos.” Canal agrega: “Es increíble que entre ese fragmento y Garibaldi hayan pasado más de trescientos años. Mil quinientos y pico y ahí ya hay todo un manifiesto nacionalista, una teoría sobre la identidad italiana (que no existía más que en la mente de Maquiavelo y los grandes poetas del idioma).”

Miércoles, más tarde. Me desagradan las orquestas, salvo quizás en Wagner y en Mozart. Aunque el uso de la orquesta que hace Shostakovich, sobre todo en el concierto n 1 para violín, es admirable. ¿Porque las hace tocar poco? Lo escucho tocado por Oistrakh que ya es mi violinista preferido del siglo XX.

Jueves. “India: Mujer se casa con invitado a su boda tras ataque epiléptico del novio” dice el titular. Y el copete: “La novia finalmente contrajo matrimonio con un miembro de la familia de quien iba a ser su cuñado.” No me parece tan raro. Si me tocara filmar la escena la novia escupiría al piso y diría: “Mirá lo que hago con tu amor romántico.” Desde luego, la historia tendría un final feliz. Y no me interesaría el destino del epiléptico, que quizás no haya sido el mayor damnificado.

Viernes. Mi disgusto frente al arte orquestal ¿puede tener que ver con la incapacidad de la orquesta para proponer y sostener una disonancia que no se empaste, que no sea un huracán? Si la orquesta logra una torsión íntima me convence. También está mi limitación cono escucha, desde ya. Mi limitación frente a las cuerdas, ese rebaño... Y mi rechazo por lo pequeño del espectáculo de lo grandilocuente. Si vamos a ser espectaculares y farragosos que sea directamente Wagner o el David Penitente. Aunque el David es cristalino. No lo sé. Tal vez simplemente no me gusten el sonido de las orquestas.