LIBRO

Por Juan Terranova. Lunes. Miro una entrevista que le hicieron a César Aira. Lo entrevista el escritor danés Peter Adolphsen. Lo vi lento, viejo, boludizado, racionalista, lírico en el sentido más tonto de la palabra, hablando de su obra como el peor lector, el lector más chato. La voz le tiembla. ¿Esa es el habla geriátrica? ¿La vejez nos convierte en eso? No, no es la vejez. Cuando se la compara con la entrevista que le concedió Jorge Luis Borges a Joaquín Soler Serrano para el programa de televisión española A Fondo. La diferencia es abismal. Creo que Aira nunca no se imaginó viejo. Siempre se imaginó fuerte y vanguardista, un terrorista joven de las letras. Como el Indio Solari. Tipos que nunca se pudieron pensar más allá de la década del 80. Creadores talentosos que no se vieron a sí mismos durando en el tiempo. Alguien debería escribir, si ya no se hizo, sobre la “mala vejez.” Ellos son un buen ejemplo. Lo contrario fue Borges, que preparó su vejez con una dedicación y una disciplina asombrosas. Esa es mi hipótesis: Borges descubrió o inventó cómo ser viejo, la forma de la vejez del escritor argentino. Se imaginó viejo. Se imaginó ciego. Se imaginó lúcido, formal, amable, inteligente. Y luego dejó avanzar, paciente, sin ansiedad, el tiempo. "Soy desagradablemente sentimental" dice, en la entrevista, cuando el entrevistador, una verdadera piedra ibérica, le recuerda las acusaciones de frialdad.

 

Lunes, más tarde. El fin de semana leí Chau, papá de Juan Damonte, el hermano de Copi. Era fotógrafo y traductor y vivió en México. Chau, Papá, la única novela que publicó, un noir donde, durante la dictadura, un pequeño mafioso argentino se dedica a tomar cocaína y alcohol mientras va de un lado para el otro en una Buenos Aires llena de militares, paramilitares, subversivos y cacos. La escritura es horrible, los diálogos son muy malos, pero los personajes viven y la acción aparece bien llevada, clara, directa, escatológica. Aparte hay buenas escenas, y muy buenos escenarios. Damonte, el novelista, es en sí mismo un buen personaje. ¿Qué pensaba de su hermano? ¿Lo había leído? Lo que podía a llegar a pensar Copi es más adivinable. Como fuere no los imagino compartiendo la mesa familiar... Los excesos de la novela y su poca o nula sensibilidad a los “dramas de la dictadura” me sedujeron. A los que hacen la lucha armada les dicen “los giles”, sin vueltas, y la policía es toda corrupta y asesina. Es una forma de “materialismo” ligada a viejos códigos del hampa invariablemente heterosexuales e incorrectos para hoy. Mi ejemplar, editado por Código Negro, dice que la novela ganó algunos premios. No me sorprende pero realmente está muy mal escrita. Es un producto claramente pensando como producto. Y aunque eso no lo exime de una carga de verdad importante, no entiendo quién podría premiar algo así. Después enseguida pienso que hoy solo se premian esas cosas. (Lo cual desde ya es falso.)

Martes. Trabajando en un artículo sobre Luciano Berio que publico hoy en Revista Paco se me pasan los setenta años del asesinato de Mussolini. Releo la biografía que le dedicó el británico Peter Neville. Mis subrayados y anotaciones me sorprenden.

Martes, más tarde. A la desconcentración que arrastro desde principios de marzo se le suma ahora una catástrofe: no tengo Internet. Si antes me reagrupaba y me perdía, avanzaba y comprobaba como el terreno se modificaba según mi avance, siempre laborioso y lento, ahora ya directamente estoy a la intemperie. Encerrado en mis artefactos, tomo señales que no me sirven, me falta algo. Fue un desinteligencia en la administración de mí servicio, intenté hacer que... No vale el esfuerzo contarlo. Pero ahora sí que es Siberia o Siberia.

Miércoles. Soy un alien. La sensación de extrañamiento, de prisión en el cuerpo es una imovilidad mental punzante. Desayuno en un bar y me conecto. No es lo mismo. No puedo ver pornografía en un bar. No tengo control de la tasa de transferencia. La música es horrible. Me siento expuesto. Internet en una lugar público es una perversión demasiado atascada para mí.

Miércoles, más tarde. Del Lacan:Heidegger que estoy leyendo copio esta línea que juzgo acertada y tautológica: “La soberbia liberal que actualmente proclama que la producción que la producción va inexorablemente ligada a la propiedad privada, ¿no se asienta acaso en saber que es ese fantasma el que no puede ser atravesado por los pensadores marxistas? La función del objeto en el fantasma es justamente lo ausente en la formulación marxista de la ideología. Nada puede hacer ningún adoctrinamiento ideológico frente a la inercia de goce inducida por el objeto en el ser que habla. El marxismo ha retrocedido frente a todas las cuestiones donde el goce puede anidar: la cuestión del objeto técnico como plus de goce antes mencionada, y los otros puntos cruciales atinentes al goce, la cuestión de los pueblos, de las lenguas y las religiones. En definitiva, aquellas cuestiones que, como Lacan ya formulaba en los Escritos, no puede ser reducidas por el sentido.” Ay, ese estilo que nos entra por Lacan, por al filosofía alemana, qué bello, qué detallista, qué sensual y al mismo tiempo qué desapegado de todo, que artificial, qué parsimonioso. Y estos son los buenos, los que piensan bien, los que escriben bien. ¿Pero no tenemos derecho a tratarlos de residuales, de ensayistas dopolaboro? Quizás no, quizás exagero, tal vez leo mal, y soy yo el que se pone con los pelos de punta, consumido por la ansiedad de no tener conexión.

Jueves 30 de abril. 1939. Dorothy viaja al Mundo de Oz. Hitler invade Polonia. Y este jueves, hace setenta años los rusos entraban al búnker del Führer. Lo que encontraron ahí nadie lo sabe. Pero el onomástico me sonsaca la siguiente reflexión: antes el enemigo era el fascismo. O los comunistas. O el capitalismo. Hoy todos somos el enemigo de todos.

Viernes. En una reseña de Electrónica, la novela de Enzo Maqueira, se me cita como referencia pero relativizada. Después de recomendar a Mavrakis y a Robles, se agrega "tal vez el calculado salvajismo de Terranova." El "tal vez" me desconocierta, quizás se trate de una cuestión de gusto, o de una necesidad de condenarme a la duda, pero lo de "calculado salvajismo" me parece acertado. Después de todo es un enunciado oximorónico y sarmientino. ¿Quién escribió la reseña? No tengo Internet para chequearlo ahora.

Viernes, más tarde. “Te quejas, Veloz, de que escribo epigramas largos. Tú no escribes nada. Los haces más cortos.” ¿Hay que trabajar entonces? ¿Llenar páginas? Al menos son epigramas y no extensas novelas realistas. Nada que narrar, todo para leer. Yo también soy desagradablemente sentimental. Demasiadas veces, por desgracia, sin talento.