Por Juan Terranova. Lunes. Vuelvo a casa después de un día afuera haciendo trámites y me entero que llegó Fernando Barrientos. Viene desde Frankfurt, donde estuvo en la feria del libro. Me cuenta historias sobre bolivianos en Alemania.
Lunes, más tarde. Odio el periodismo y a los periodistas.
Martes. El 28 de noviembre de 1963, Richter dio un concierto en Leipzig. Tocó Tchaikovsky, Brahmsn y Chopin. Ninguno de los tres compositores me convence del todo. Sin embargo, que sea en Leipzig, en la DRA, y que sea Richter el que toca, y que hayan pasado más de cincuenta años, ya le da algo especial al concierto. (Entiendo por qué a Borges, que aparte de ser medio ciego, era medio sordo, le gustaba Brahms y despreciaba el impresionismo francés. Brahms tiene una seriedad masculina, una austeridad sentimental que se parece a los poemas secos de Fervor de Buenos Aires o las anécdotas de Evaristo Carriego, pero ¿no es un poco sobre actuada, más enfriada que fría, como a veces pasa con el mismo Borges?)
Miércoles, de mañana. Soñé que estábamos en un depósito de varios pisos reconvertido en centro cultural con Mavrakis. Los dos de traje. Mavrakis tenía ese saco caro que se compró para el casamiento del hermano. Estábamos los dos bien vestidos, entonces, pero él estaba más serio y más elegante. El lugar estaba lleno de funcionarios y políticos y nosotros teníamos que pedirle algo a Zanini que ya era vicepresidente o algo similar, y acaparaba todas las miradas. Yo hablaba con la gente intentando acercarme, sin resultados. (Aunque sabía que tenía mejores chances con unas chicas de prensa que me aceptaban como interlocutor.) Entonces Mavrakis que ya había llamado la atención de Zanini y estaba acelerado -un Mavrakis acelerado, inédito-, de golpe salta desde un segundo piso a planta baja y aterriza con las dos piernas y se va de costado como los paracaidistas. Yo bajo entre gran revuelo, muy asustado, y él se levanta como puede, bastante entero, dentro de todo, y me dice “estábamos perdiendo, había que hacer algo.” Y después baja Zanini y sus guardaespaldas a ver qué pasó y si van todos para afuera y se suben a un auto oficial y se van, llevándose a Mavrakis. Y yo me quedaba ahí con las chicas de prensa, diciendo que Mavrakis es un excelente escritor y un gran amigo, y las chicas me respondía con sonrisas de sorpresa, excitadas porque finalmente había ocurrido algo en sus vidas profesionales, un poco aturdidas todavía por la demostración.
Jueves. Por las elecciones, situación ya tediosa e insoportable de incertidumbre, me llega una circular de Antonio Caponnetto contra la democracia. Caponnetto escribe muy bien. Uno lo empieza a leer con ciertas dudas necesarias que demanda todo texto importante y luego encuentra estos pasajes, que no pueden no ser convincentes: “Una voluntad tácita de castigarlo y doblegarlo se pone en marcha ante el disidente. El rigorismo de los demócratas es cada vez más circundante y opresivo. No quemar incienso al sufragio universal está penado por la ley y queda el réprobo sometido a figurar en la lista estatal de infractores, oblando su multa. Sin embargo, no es éste el maldito rigorismo que dispara siquiera una línea de condena, sino el nuestro, por no querer sumarnos a la inmoralidad cuantofrénica. Los ciudadanos de la democracia están divididos entre los integrados mansamente al llamamiento electoral, que deben tenerse por puros y limpios; y los impuros y sucios que, contrario sensu, desacatan el imperativo de hacer una genuflexión doble ante cada urna. Sin embargo, insistimos, no es a esta demasía a la que se la compara con la casuística de purezas e impurezas del judaísmo, sino a nuestra actitud de no querer contaminarnos éticamente haciendo la fila para rifar a la patria con cada boleta asquerosa.”
Jueves, más tarde. “Para entenderlo, no lean Cabildo, que es nazi. Pero Los endemoniados de Dostoievsky no puede dejar de leerse" dice Caponnetto.
Viernes. Investigo la Regla 34. ¿Qué dice esta regla? “Si existe, tiene porno.” (“If it exists there is porn of it”) Otras reglas, la 36, con aire castizo: “Si lo has pensado, entonces hay alguien que tiene fetichismo por él.” O la 63: “Para cada personaje masculino y femenino existe una variación del género opuesto del personaje.” Todas estas formulaciones, al ser traducciones, muestran algún tipo de desajuste sintáctico. Sin embargo, no me quejo. Yo soy de los tontos letrados que en todo ven la posibilidad de una historia, vea algo que debe ser contado, ve el motor de una novela futura. Ya me voy curando de esa enfermedad del novelista ansioso, del neófito, pero hay un reflejo que queda. Una novela que se llame Regla 43. Si existe, alguien hizo porno con eso. Lo pornografió. Está on line la máquina que arma las relaciones web. Puse “rinoceronte.” Hice correr el programa y funcionó, lo cual no deja de sorprenderme.