Por Juan Terranova. Lunes. Mavrakis pasa una entrevista a Sloterdijk. Ah, tentación morbosa del protestantismo y sus filósofos nórdicos. Señor, dame fuerzas para seguir entre los camalotes mentales del sur, donde está mi lugar y mi simiente.
Martes. El pianista de la fantasía de Schubert que estoy escuchando todo el tiempo es Radu Lupu, un rumano. Wikipedia informa que “Aun habiendo tocado con las mejores orquestas del mundo y en los más destacados festivales de música, Lupu es una figura solitaria. Ha rechazado conceder entrevistas durante 30 años.” Parece que en una entrevista que sí concedió dijo “Cada persona narra una historia de una manera, y esa historia debe ser cautivadora y espontánea. Si no es cautivadora y convincente, entonces no tiene valor.” ¿Narrar? En sus conciertos, Lupu no utiliza una banqueta de piano, sino una silla de oficina de caño, negra. Se puede ver en las fotos que hay en la web. Supongo que cuando el hombre lobo rumano elige el piano como instrumento bien puede dedicarse a revisar los románticos alemanes.
Miércoles. Lista de libros que no consigne aquí pero que debería haber nombrado porque los estoy leyendo. La Pasión según Malvinas de Nicolas Kasansew. Guerras de la historia argentina, ensayos compilados por Federico Lorenz. La guerra, un breve ensayo de Gaston Bouthoul. Y sigo con Byrd, que se acaba de intoxicar en el polo sur con los gases de su estufa antártica. Y también releo al terrible León Bloy en su diario.
Miércoles, más tarde. El atonalismo, el dodecafonismo, la Segunda Escuela de Viena: hay un volumen para escuchar esa música. Y hay un volumen en el cual no se puede escuchar esa música. Me pasa lo mismo con Ornette Coleman. ¿Podemos bajar el volumen de lo que leemos? Creo que se puede y que de hecho lo hacemos. Mucho más a menudo subimos el volumen de lo que leemos. Subrayar, por ejemplo, es subir el volumen.
Jueves. A fines del 2014, Ramiro Sanchiz visitó Buenos Aires y yo estaba preparando mis clases para una "clínica intensiva de ciencia-ficción" que habíamos armado en el CEC con Sebastián Robles. (El título de la clínica era "Un verano en el Planeta Amnesia", no recuerdo bien por qué.) El programa incluía a Dick, a Lovecraft y a Ballard, entre otros. De forma lúdica yo compuse una lista de discos de la década del 70, uno por año, para acompañar con música esas clases. Sanchiz vio los discos y los libros y me dijo: "¿Escuchaste Diamonds Dogs de Bowie? Tiene que estar." De toda la discografía de Bowie era un disco que no había escuchado a conciencia. Conocía la conspicua tapa y algunos temas, como "Rebel Rebel" y "We are the dead" pero no me gustaba mucho el sonido general del Bowie de esa época y mucho no me sigue convenciendo. Sin embargo, hace poco, gracias a la arcaica tecnología del CD y al generoso préstamo de Celina Abud escuché el disco entero en el auto. (Los viajes en auto en la ciudad de Buenos Aires cuando termina el verano son propicios para la interpelación apocalíptica.) Ahora entiendo por qué Sanchiz era enfático. Diamonds Dogs excede, agota y refunda los recursos y los paisajes de la space ópera rock y sobre todo, pese a su sonido un poco latoso y a esos arreglos mal amalgamados, narra la historia de un futuro a la vez actual y lejano. Heimlich y Unheimlich en el Planeta Amnesia una vez más.
Viernes. Ayer fui a ver a los Alabama Shakes a Niceto. Mucha gente, mucho calor. Pero el show fue bueno. Música simple y contundente que sonó ajustada, con graves generosos y una Brittany Howard que simplemente se cantó todo. Empezaron con los los hits y el gran momento de la noche fue "I still ain't got what I want." Lo volvería a ver pero sentado.
Viernes, más tarde. Leo el final, ¡solo el final!, de El don de la perseverancia de San Agustin: “Los que lean todo esto que acabamos de escribir, si lo entienden, den rendidas gracias a Dios; los que no lo entiendan, oren para que sea su doctor interior aquel que es la fuente de la ciencia y del entendimiento, más quien crea que me equivoco, medite y relea diligentemente lo dicho, no sea que el equivocado sea él. En cuanto a mí, cuando las observaciones de los que me leen me corrigen o enseñan algo, lo tengo por un beneficio de Dios nuestro Señor. Particularmente espero esto de los Doctores de la Iglesia, si tengo la suerte de que mis escritos caigan en sus manos y se dignan prestarles un poco de atención.”