PARA LA LECTURA Y LA DISCUSIÓN
Los Diarios de Rama

Diario de Angel RamaPor: Juan Terranova. Ángel Rama fue un destacado académico, ensayista y editor uruguayo. Militó con una energía admirable en la construcción de una crítica, y por ende de una literatura, que recuperara con inteligencia a los autores latinoamericanos. Formó parte del staff de la mítica revista Marcha, fundó y digirió la importantísima Biblioteca Ayacucho y escribió varios libros vitales que hoy son bibliografía obligatoria en todas las universidades de lengua española. Desde 1974 hasta 1983, año de su muerte trágica, mantuvo un diario fresco que describe sus días de exilio en Venezuela, Barcelona y las diferentes universidades norteamericanas. Ediciones El Andariego lo recupera hoy en co-edición con el sello uruguayo Trilce.

Intimidad y mirada

Incluso para el lector distraído, el prólogo, a cargo de Rosario Peyrou, es un tanto epidérmico. Los datos, correctos, útiles, no pueden prescindir de cierta escritura rimbombantes que habla del “gran crítico” con palabras que pueden ser ciertas pero que suenan a lugar común. Supongo que Rama lo hubiera admitido en silencio, como se reciben los elogios que no nos terminan de convencer. Porque si algo dejan en claro los Diarios es que el crítico, en la intimidad de su pulcra escritura personal, era implacable no ya con la estupidez y el arribismo, sino también con la falta de fuerza, la desidia o los mínimos atisbos de adocenamiento.

El pan del exilio

“A esta edad, normalmente, se redactan las memorias. A falta de ellas, me decido por una anotación de diario, ni público ni íntimo” escribe Rama el 1 de setiembre de 1974. El impulso se lo contagian los diarios de Rufino Blanco Bombona, un egomaníaco venezolano, que en su momento fue reivindicado en Argentina por Abelardos Ramos y hoy se lee poco y nada. Lejos de esa violencia del yo, Rama aparece en su misma escritura afectado por el exilio y los problemas económicos, inseguro, sufriendo por una ortodoncia frágil y balanceándose en la burocracia académica. A veces es posible leer su desazón y cómo el efecto de la escritura del diario resulta, si no curativo, al menos terapéutico. “Mis explosiones de violencia son el enigma de mi vida” escribe el 11 de octubre de 1977. Y algunas días más tarde: “Bien caro me han cobrado el pan del exilio”.

Política, academia y edición

Si es verdad que el género “chisme” incomoda al Rama de los Diarios, al mismo tiempo, si genera sentido, no tiene problemas en utilizarlo. En esa dirección se hacen las confesiones. No hay chisme por el placer de la narración impúdica, si no para pintar un cuadro, para evaluar una emoción. Lo anecdótico, entonces, aparece sólido en su prosa. La descripción que hace, en un par de líneas, de Beatriz Guido –parlanchina, mundana, sola– es escena que cualquier novelistas le envidiaría. Por otra parte, su tensión con la revolución cubana –nunca del todo clara y que debe ser repuesta por el lector–, no le impide la crítica dura ni la sorna. Durante una reunión de planeamiento de la Biblioteca Ayacucho describe a sus pares: “Es el famoso equipo latinoamericanista creado por el tesón de Zea y en el cual he participado con entusiasmo (por última vez en el congreso de México del 72), de ahí que con inquietud los veo ahora como esa partida de soldados derrotados, viejos perdidos de su propio ejército, fieles, constantes y ya extraviados, que se van poniendo grises y blancos, mientras rotan, incansables, por los mismos sitios, repitiendo las mismas palabras”. 

La rosca

Que Rama sepa narrar con envidiable precisión “la rosca” académica, política y editorial confirma muchas intuiciones. La primera, y quizás la más importante, es que el escritor y el crítico no son seres aislados, envueltos en papeles, rodeados de la compañía siempre gratificante de los libros. Más bien lo contrario. Rama avanza escribiendo, pero también polemizando desde los periódicos, dando clases, trabando alianzas con otros docentes e intelectuales –a los que a veces desprecia– y siguiendo el pulso político de las situaciones. Todas estas reflexiones que contiene el diario –y que no son ni “públicas ni íntimas”– dan por tierra con el rezo de que la literatura se hace en soledad. Aunque quizás exagere, estos Diarios 1974-1983 me resultan hoy de lectura indispensable para el que vive envuelto por el mundo académico. Los estudiantes de las carreras universitarias sacarán provecho de su lectura y su discusión. “Todo tiene que ver –escribe en un momento Rama– con esas heridas secretas”. La frase es enigmática pero justa.

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