BALANCE Y CONCLUSIÓN |
Lo que nos dejó la feria |
|
El librero llora por teléfono
“Sí, pero de ese millón y pico de personas, ¿cuántos compraron un libro?” me dice por teléfono un amigo librero. Es lunes a la mañana y su voz suena potente en el auricular. “Yo a la Feria voy a pasear, poner un stand para mí es ir a pérdida.” Palabras que son un rezo, casi histórico. “Es como el BAFICI, la zanahoria y el burro, en este caso la zanahoria es amarga. La feria es una atracción cultural, y punto, no hay mucho más.” Cuelgo y reflexiono un segundo sobre la frase de Gramsci: “Pesimismo de la inteligencia, optimismo de la voluntad”. Aunque en realidad, mejor le cabría esa premisa a un editor y ahora que recuerdo Gramsci la había tomado del dramaturgo Roman Rolland. “Equívocos hay en todas partes” pienso. Y llamo a un editor.
El editor tampoco está contento
El editor, que no es tan amigo, me dice en confianza que esta vez, después de mucho tiempo, no se fue a la Feria siguiendo el slogan “hay que estar”. Esta vez se hizo negocio: “Llevamos libros que teníamos en el depósito y bajamos los precios, la gente reaccionó bien, con eso pagamos el stand”. Es verdad. Esta vez abundaron los saldos con libros de calidad entre los diez y los veinte pesos. “El tema es que nunca terminamos de hacer funcionar la venta de derechos. El 2010 vamos a festejar el bicentenario en Alemania y todo se va a improvisar a último minuto. Acordate lo que te digo”. Cuelgo. En el año del bicentenario, la Feria del Libro de Frankfurt, la más importante del mundo, va a estar dedicada a la Argentina. Recibiremos postales, de eso estoy seguro.
El precio de los libros
Los libros están caros. No es novedad. ¿Alguien lo dijo en alguna parte? Que yo sepa –pero no fui a las miles de mesas que se hicieron este año– solamente Leopoldo Kulesz, editor de El Zorzal, fue el único que explicó las razones: “Los libros podrían estar a mitad de precio, pero a mucha gente le conviene que estén caros. Desde el 2002, el papel subió un 400%, claro, es un comodity, y el Estado no hace nada”. En la misma mesa, Jorge Gurbanov, de Editorial Continente, elogió el programa de la CONABIP y contó la historia –real y verosímil– de un editor que, mientras jugaban al golf (sic), le preguntó a un papelero cómo hacía para calcular el precio de su stock y el tipo respondió “lo subo hasta lo que dé”. Pongamos como moraleja que, más allá de las pasiones, los éxitos y las dudas perpetuas, siempre hay temas que quedan en el tintero.
{moscomment}