SÍNTESIS Y REALIDAD PARA DISFRUTAR
Las notas perdidas de Chéjov

Cuaderno de notasPor: Juan Terranova. La Compañía, una editorial de catálogo breve y al mismo tiempo generoso, acaba de presentar Cuaderno de notas de Antón Chéjov. La calidad de la traducción a cargo de Leopoldo Brizuela, la esmerada y coqueta edición, la melancólica introducción de Vlady Kocianchich, la condición de inéditos en español, hacen de este Cuaderno de notas un libro ideal para volver a Chéjov, pero también para leer en los ratos perdidos del subte y las salas de espera, para tener siempre de compañero en el bolsillo y encontrar ahí una voz que nos habla con otro acento de cosas que conocemos.

El dinero 

Seleccionados de las notas que Chéjov escribió entre 1891 y 1904, año de su muerte, estos fragmentos son papeles de trabajo, apuntes, pequeñas narraciones o descripciones de personajes. Su fuerza reside en su simplicidad y en la sutil forma en la que se van enhebrando. Un ayuda-memoria suelto, garabateado a las apuradas en un papel, es poca cosa, pero la serie construye un núcleo sólido, aunque sus bordes aparezcan mellados. Así, estilo, personajes y situaciones construyen de forma recurrente un entramado. En él las formas sociales del dinero, entre otras obsesiones, aparecen tomadas con un relajado esmero. Desde una sensible y extensa descripción del sistema ruso de subvenciones agrícolas hasta la mendicidad y la avaricia en la pequeña burguesía, Chéjov recorre con sus notas las consecuencias del dinero en las personas. Lo hace con una síntesis admirable. Por ejemplo, “Ser pobre y no tener nada que perder es más fácil que ser rico. Sí, pero entonces ¿qué?”. O “Gana de 25 a 50.000 rublos, pero así y todo se voló la tapa de los sesos por razones económicas”.

La familia 

Por otra parte, para crear un personaje y hacerlo vivir a Chéjov le alcanza con marcar una pertenencia familiar. El hermano, el cuñado, el hijo, la madre. A veces un nombre propio. Poco más. La familia, entonces, es el lugar de la ambigüedad donde se oscila entre la amenaza y lo inevitable. Del otro lado está la soledad que, aunque no necesariamente desagradable, siempre es fría. “Compartir –arruinarse–: hay que vivirlo juntos” escribe. La entrada en tres tiempos marca con resignación vital la simultaneidad de lo positivo y lo negativo de la familia. Chéjov sabía, un poco contra la conocida frase de Tolstoi, que en cada casa hay una historia.

Fragmentos 

Es posible que entre las notas haya algún aforismo que recuerde si no a Nietzsche, sí a Ciorán (“Un hombre honesto llega a sentir vergüenza, a veces, delante de un perro”), pero el clima general del libro es mucho más cercano a Mi corazón al desnudo, las notas encontradas de Baudelaire que arman un libro tan coherente como este, aunque Chéjov sea un hombre sosegado, que sabe de gustos y miserias, y Baudelaire un adrenalínico arrebatado.

La figura de porcelana

La Compañía eligió una foto hermosa para ilustrar la contratapa del libro. Es la base de una lámpara de pie. Su cable de color blanco está enrollado alrededor de una figura que parece de porcelana. Es una mujer con un paraguas que nos da la espada. La foto describe perfectamente el mundo de Chéjov. Aunque los detalles de la alfombra y el enchufe son anacrónicos, al verla entendemos de qué se nos está hablando.

Intimidad

“Tan íntima era su obra, tan exclusiva de ciertos temperamentos, que un sí a la pregunta: “¿Te gusta Chéjov?” podía iniciar una amistad o un romance”. Toda la introducción de Vlady Kociancich tiene una fuerte impronta generacional. Para la gente de mi edad, en Buenos Aires, la pregunta que puede iniciar una amistad o un romance es “¿Te gusta Televisión?” pero eso no quiere decir que no sea posible disfrutar de la síntesis realista del Cuaderno de notas de Chéjov. Lejos del ingenio de salón, más cerca de cierta malicia consecuencia directa de la observación pausada y firme, la potencia narrativa de estas notas es incuestionable. El libro puede ser leído como una novela experimental, con rincones y sutilezas que merecen una relectura. También puede ser leído como un “diario de trabajo”, aunque en su posfacio Brizuela, con inteligencia, descarta la idea de un “diario a secas”. ¿No se trata entonces de espiar en la trastienda del creador? Sí y no. De hecho, si uno busca a Chéjov, es muy probable que lo encuentre entre todos los personajes que propone. Pero eso también ocurre en sus cuentos y en sus obras de teatro. La corroboración de este dato es lo que pone a este Cuaderno de notas a la altura de su obra.

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