EL LIBRO GOMBROWICZ EN ARGENTINA 1939-1963 |
El valor de la anécdota |
Por: Juan Terranova. La editorial El cuenco de Plata acaba de reeditar Gombrowicz en Argentina 1939-1963. La recopilación de opiniones sobre el escritor polaco que hiciera en su momento Rita Gombrowicz, reaparece en la librerías porteñas sin pompa, como deslizándose por abajo de la puerta. Decir que es un libro coral es una tautología. Mejor es confirmar que su lectura es placentera, incluso esclarecedora. La mayor parte de las vistosas anécdotas que circulan sobre Gombrowicz se confirman o directamente parten de este libro. |
La serie
La historia es así. Cuatro años después de la muerte de Gombrowicz, su viuda visita Buenos Aires y escucha un montón de historias. “Me encontré primero con los que habían sido sus amigos más recientes, que a su vez alertaron a otros amigos”. Entre 1978 y 1979 repite el viaje y el resultado es este libro. Viñetas, confesiones, cartas y fragmentos, no es difícil notar como esta antología de géneros evasivos hace fuerza contra lo que, en su momento, el estructuralismo –hoy algo polvoriento– financió, desdibujando los límites entre autor, texto y comentario. Articulado desde lo anecdótico, desde el recuerdo y la evocación, Gombrowicz en Argentina 1939-1963 no es parte de la obra de Gombrowicz pero tampoco está directamente fuera de ella. El estilo es el de la blanda pero gozosa mesa de café.
Galería de personajes
Leyendo al Gombrowicz personaje cada uno de los que aparecen también se lee a sí mismo. Como si el libro tuviera dos entradas, una de mano única por el polaco y luego una serie de afluentes paralelos, a veces conectados, por cada uno de los evocadores. Paradigmático es, en este sentido, el breve diálogo con Silvina Ocampo. “Parece que ha escrito cosas no muy amables sobre Bioy y sobre mí” dice. Pero también brilla, de otra manera, Adolfo de Obieta cuando aclara “un talento único para desagradar”, o Gálvez jalonándo Ferdydurke hacia el realismo, o Humerto Rodríguez Tomeau recordando la excelente conferencia “Contra los poetas”. Originalmente publicado a principios de los 80, esta nueva edición, muy bien curada, agrega material nuevo como cartas de Gombrowicz a Martín Buber y el testimonio de Roland Martin, el primer traductor de Ferdydurke al francés.
Tiempo invertido
¿A qué se dedicó Gombrowicz en la Argentina? El libro lo cuenta de forma compacta, pulcra, cristalina. Jugar al ajedrez, practicar un humor serio, polemizar por el gusto de pelearse, cultivar amistades excéntricas, sustraerse aristocráticamente de la lógica del trabajo y bordear la miseria. El Gombrowicz de estas narraciones breves es similar al que se describe en las páginas de su Diario. Acá reaparece la bohemia, el masoquismo intelectual y los vaivenes de la confianza. De hecho, como es de esperarse, Gombrowicz en la Argentina 1939-1963 completa la lectura del Diario al mismo tiempo que la presiona y la deforma. Se me escapa si esto implica pérdidas o ganancias, pero, en la medida de que el mito de un autor debe ser aceptado como una parte rara pero parte al fin de su obra, estoy inclinado a pensar que la enriquece.
Los parientes
Los parientes de los escritores célebres suelen ser un pesado karma. El principio de una lista incluiría a María Kodama, Mirta Arlt, Leopoldo Lugones Hijo y Patricia Walsh. Rita Gombrowicz se redime, sin sacudirse el manto siempre incómodo de los albaceas, con este libro. “Estas entrevistas podrían haber sido un espantoso desfile de fantasmas. Sin embargo, nadie cayó en la trampa de ese tipo de reuniones: nostalgia, piedad por uno mismo, lugares comunes sobre cómo pasa el tiempo” escribe. Y es verdad. Las voces del libro expresan una intensa vitalidad, como si Gombrowicz hablara, o más bien narrara y se dejara narrar, a través de ellas.
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