NUEVOS AIRES PARA UN GÉNERO
Judíos en Alaska

El sindicato de policía YddishPor: Juan Terranova. Michael Chabon nació en Washington a principios de 1963, y en el 2001 ganó el premio Pulitzer por su novela Las asombrosas aventuras de Kavalier y Clay. Después salió en los Simpson agarrándose a piñas con Jonathan Franzen y ahora Mondadori publicó un traducción muy digna –esto hay que señalarlo– de El sindicato de Policía Yiddish. La novela vale la pena por muchas cosas. La principal es lograr darle aires nuevos a un género complicado por el desgaste de lo que algunos ven como sus marcas fundantes y otros directamente como lugares comunes, siendo probable que se trate de ambas cosas. (Para hacer este comentario, releo un poco, pasando las páginas del libro, y me doy cuenta de que admiro a Chabon de la misma manera, en el mismo sentido –como si se trataran de las dos vías de un tren– que admiro a David Wapner.)

Policia gremial

La historia de El sindicato de Policía Yiddish es simple. Un jugador de ajedrez adicto a la heroína aparece muerto en su habitación y eso dispara un policial negro que tiene al Meyer Landsman, detective alcohólico, masoca, suicida, ultraloser pero duro e inteligente, como protagonista. Y los personajes secundarios están ahí también. Su compañero medio-indio-medio-judío que es padre de familia y buen tipo, la jefa exigente que fue su mujer, la mafia integrada por cínicos y pesados con sombreros negros, los clubes de ajedrez, la gastronomía judía. Así, la composición de Landsman suena como Gimme Shelter de los Rolling Stone, clásico, seductor, universal. Luego, investigación, existencialismo, delirios y misticismos. Pero, ¿y la variante? Hay que mirar alrededor.  

Sitka city   

Lo que la hace tan potente El sindicato de Policía Yiddish no es cambios en el protagonista, ni en la trama. Lo que Chabon cambia es el escenario. Landsman no actúa en Nueva York, ni en Detroit, ni en Chicago, si no en Sitka, una ciudad de tres millones y medio donde, gracias a un estatuto provisional estadounidense, se refugiaron una buena parte de los judíos europeos después de que los echaran “definitiva y salvajemente” de Jerusalén en 1948. Para terminar de redondear el aire frío de catástrofe, el “estatus provisional” va a ser revocado en menos de dos meses cuando empieza la historia. “Al final –escribe Chabon, tabulando por lo alto– el Congreso le otorgó al Asentamiento de Sitka “estatus provisional” de distrito federal. Pero se descartó la candidatura a estado propio. (…) Al cabo de sesenta años, aquel estatus se revocaría, y se dejaría que los judíos una vez más se buscaran la vida”. Con Alaska de paisaje, entonces, Chabon construye un decorado intenso, creíble, atractivo en su desastre. En el universo ucrónico que arma transforma el policial negro en un cross-gender donde la espera del mesías le sirve para teorizar y analiza la ancestral esencia peregrina y violenta de lo judío.

Metáfora y violencia

La tapa que eligió Mondadori, inspirada en la edición en inglés, es medio fea y el título de la novela también es dudoso (aunque la escena donde aparece el carnet del sindicato de policía Yiddish es ocurrente y está muy bien resuelta); sin embargo, el swing de la prosa de Chabon y su capacidad para generar metáforas inteligentes y justas hacen de El sindicato de Policía Yiddish una novela que opina sobre un mundo que no fue pero cuya posibilidad ilumina de manera muy precisa los puntos subterráneos de los lugares comunes del judaísmo y las formas de hacer política en el siglo XX.

{moscomment}