LIGERA, VELOZ, MONSTRUOSA |
Apuntes para una China libre |
Por: Juan Terranova . La editorial cordobesa Recovecos acaba de publicar Made in China de Federico Falco. Escrito desde la falta, la sobra y la tergiversación, doblando y desenvolviendo el exotismo a gusto, Made in China llega a una verdad. Y como siempre la pregunta es qué tipo de verdad. O mejor, verdad de qué modo. Falco escribe: “Sólo si las riega un tullido las plantas de té florecen dos veces al año” y yo sigo leyendo mientras la selección de básquet argentina se recupera de un durísimo partido contra Grecia y esperan a los norteamericanos en los Juegos Olímpicos Comunistas que llenan las trasnoches porteñas. |
Una tradición posible
Es posible leer Made in China en lo que ya es una tradición local. Para empezar, lo más reciente: Una novela china de César Aira, Poemas Chinos de Alberto Laiseca y Señores Chinos de Sergio Pángaro. Pero la lista pecaría de purista si no agregáramos también la traducción que hace unos años sacó Leviatán de los 37 poemas de Mao. Cada uno de estos libros, suma, por afinidad y contraste, a la lectura de Made in China. Si Laiseca es cronológico en la construcción de su universo chino, Falco también, pero al mismo tiempo es más violento. En su orden, incluye elementos que presionan el verosímil hasta reventarlo. Donde Laiseca hace un ligero pase de magia y crea la duda –¿es o puede ser chino?–, Falco señala, remarca y compone una lírica de las princesas chinas que miran televisión. Si en Señores Chinos, Pángaro opta por la sutil elegancia de la sustracción, Falco recurre a la hipérbole, a la carne, a la materialidad escatológica. La suya es una China ligera y veloz pero también monstruosa. En algún momento la apuesta puede ser onírica, pero siempre incluye a Pantagruel.
Una traducción imposible
En los equívocos de la traducción se juega la clave para leer Made in China. Un monje viaja al Tibet y traduce Confucio al inglés o al francés. Después, un militante comunista los vuelca al español. La cultura china es tan maleable en Argentina como en El Salvador, en Cuba o en la China misma. ¿Es Mao el que habla cuando leemos en El Pabellón de la grulla amarilla los versos: “Anchos, muy anchos, los nueve tributarios cruzan el centro de la esta tierra,/ honda, muy honda penetra la línea que va del norte al sur”? ¿Es Federico Falco el que escribe: “Mao nació de las entrañas de un buey./En bellas praderas de montañas altas pastaba la bestia. Sus costillas se/ abrieron hasta el feminismo y a borbotones vertió su sangre morada sobre las/ silicias hojas verdes y lanceoladas”. Véase también La Chinoise, de Jean- Luc Godard, una película francesa de libros rojos, profundamente argentina.
Mao como mito
Made in China es un libro de una belleza imprevista, fresca, dura. Una narración suelta, de poemas en prosa, que nunca abandona la épica pero también logra ser íntima. Falco sexualiza el poder de Mao, trabaja sobre los bordes del icono y el mito, lo fetichiza, descubriendo o inventando una continuidad de la voluptuosidad ancestral en la Revolución Cultural. La primera parte “Viajes nocturnos a la China imperial” es un cuento de hadas pasado por la criba del romanticismo híbrido y telúrico del siglo XXI. La segunda parte, Mao in China, Made in Mao, es la revisión sensual de la política comunista en Oriente. Pero todo el libro, en realidad, mantiene una tensión parecida a la que va desde la Plaza de los Dos Congresos hasta Once, desde centro político y su folclore de plaza de armas hasta el centro comercial y su multiculturalismo en artículos de plástico. Falco busca China sin acercarse y sin escaparse, la busca sin tics científicos, ni excesiva afectación posmoderna. Cuando no la encuentra, la inventa; cuando la encuentra, la cambia para tocarla. El resultado no es ni más Chino ni menos Chino de lo que hay en otras partes, y al mismo tiempo es recorrido por lo argentino. Por ejemplo, late el lugar común invertido cuando Falco presenta a un Mao niño haciendo un agujero en la tierra y escribe: “Mao sabe, Mao conoce. Si ahonda lo suficiente, llegará al otro lado del mundo, un país donde todo es al revés que en la China”.
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