Por: Adriana Amado. En los últimos años, hubo un consistente crecimiento de un culto que cuenta con apoyo oficial y la adhesión de un grupo reducido pero bien patrocinado de comunicadores y periodistas. Es el dogma de la manipulación mediática. Sus profetas proclaman a los cuatro vientos que “los medios manipulan” irremediable y multidireccionalmente. Los medios manipulan a sus audiencias y a sus empleados, porque las corporaciones manipulan a sus corporativos y los anunciantes y financiadores manipulan a sus favorecidos. Así la rueda de la manipulación aplasta a su paso a medios, empresas, periodistas, empleados y públicos de esos medios. El único antídoto conocido a semejante mal es convertirse al culto, porque al parecer todos son manipulables, excepto los intelectuales y periodistas que acusan de manipulación a los otros. Al parecer, el dogma les daría una clarividencia que no tienen los otros ciudadanos, al punto de que sólo ellos se dan cuenta de cuáles son los medios perversos. Y, de paso, son los únicos con carné para hacer medios puros, que no manipulan ni son manipulados.
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