CUANDO LA TECNOLOGÍA ES REFUGIO
El inquietante Ben

Ben XPor: Adriana Amado Suárez. Dicen que Ben X es una película de juegos en red. Pero para nada. Ésa es la traducción literal en la cartelera de los diarios de lo que dice la distribuidora. Más bien trata de otra cosa.

Ben, el protagonista del filme, es “especial” porque tiene síndrome de Asperger, que le causa ciertas dificultades de relacionamiento social y una hipersensibilidad que lo hace presa ideal para la hostilidad del entorno. Ben tiene una forma de autismo, pero sus reacciones no son diferentes de las de cualquiera de nosotros. Especialmente a lo que hace al uso de las tecnologías. Cuando sale al mundo, se refugia del ruido callejero “con otro ruido más agradable” que le proporcionan sus auriculares. Su mejor comunicación la mantiene con una desconocida con la que chatea a diario y a la que considera su mejor amiga. Su vínculo familiar depende del celular al punto que si lo extravía, su madre considera que perdió al hijo. Su motivación cotidiana es saber que volverá a su lugarcito en el mundo donde puede ser lo que quiere ser, que en el caso de Ben es el espacio del Archlord, el juego que conoce mejor que nadie. Pero bien podría ser el gimnasio, el televisor, el chat, o cualquiera de los bunkers donde nos sentimos seguros de las inclemencias vitales.

Porque la vida de Ben no es fácil. Es cierto. Pero vivir por estos tiempos es complejo para casi todos. Así es que nos vamos quedando sordos de tanto protegernos del ruido. De todo el potencial masivo que podría tener internet nos quedamos con la comunicación más íntima: usamos la red para escribir cartas o conversar. Nuestra vida tiene el ritmo de la renovación del celular, que cada vez carga con más cosas, más datos, más funciones, al punto que es preferible salir sin billetera que olvidarnos el chisme que representa nuestro contacto con el mundo.

La película tiene un bonnus track. Porque nos da pistas de por dónde anda el vínculo entre los adultos y esos adolescentes inquietantes que aparecen cada tanto en las noticias. Chicos quemándole el pelo a sus profesores, matándose como forma de resolver sus problemas, colgando videos de las burlas infligidas a sus compañeros, buscando en una tribu urbana la identidad que no encuentran por otro lado. Todas estas escenas aparecen en la película. Y en las noticias del último año.

La única diferencia es que cuando son noticias, estas anécdotas las contamos los grandes.  Porque de los chicos hablan los funcionarios del estado, algo opinan sus padres y nada dicen de sí los propios jóvenes, como viene demostrando hace años el informe anual sobre noticias de niñez y adolescencia. Pero en la película, intentan hablar las víctimas: Ben, su madre, los compañeros que lo aprecian pero que no se animan a enfrentarse a los matones del curso, los profesores que quieren protegerlo pero que ni ellos mismos pueden defenderse de la furia de los excedidos. Incluso estos mismos que aunque sean malísimos y despreciables, son chicos de alguna manera también abandonados del sistema. Por eso Ben resulta tan inquietante: nos muestra cómo se ve la vida desde sus ojos. Violenta, injusta, fragmentada, una vida donde las tecnologías no son un escape sino un refugio. Una vida donde la alienación y el peligro no están en los medios, sino en la realidad misma.

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