SOBRE LOS MEDIOS Y SU INFLUENCIA |
Todos sabemos de comunicación |
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¿Entonces? Los cultores del poder inconmensurable de los medios dirán que el lavado de cerebro es tan profundo que no podemos darnos cuenta cabal “de los malos que son los medios para la democracia”. Claro que la misma persona que habló veinte minutos en la radio argumentando que los medios (o el medio X) le causa efectos devastadores al cerebro del ciudadano, suele excluirse de entre los perjudicados. Obviamente, si él estuviera en el colectivo al que se le licuó el entendimiento con información falsa y capciosa, no estaría en condiciones de iluminar a los sectores de la población que miran los medios (o que no frecuentan aquellos diarios o programas que consultan estos iluminados, que no suelen ser muy masivos, pero sí muy convencidos). Pues bien, esto también fue estudiado.
La teoría lleva el elocuente título de “ignorancia pluralística” y explica que todos parten del supuesto de que “ese diario le lava la cabeza a la gente, pero no a mí”; “tal periodista engaña a la ciudadanía, pero yo me doy cuenta”; “el monopolio maneja a la población, pero no podrán hacerlo conmigo”. Nadie reconoce que los medios influyan en sí mismo, pero cree firmemente que sí afectan a su vecino. Lo paradójico es que el vecino piensa exactamente lo mismo. “Ningún diario publicó esto y la gente no se enteró. Pero yo sí” se escucha decir a uno, que denuncia los males mediáticos precisamente llamando a una radio.
Lo que hay que tener en cuenta es que, en definitiva, nadie escucha por mucho tiempo al periodista que le hace hervir la sangre; ni se gasta los mangos que cuesta el diario solo para criticarlo. A menos que tenga que hacer un trabajo para la facultad, o le paguen para revisar/controlar/criticar lo que allí se plantea, lo cual es bastante corriente por estos días. La elección del medio está determinada por la afinidad a ese programa, periodista, radio o porque me lo recomendó alguien que piensa muy parecido a mí. O sea, como la mayoría de las veces elegimos los medios que se nos parecen. Entonces no es que nos convenzan, sino que terminamos encontrando en ellos los argumentos para seguir pensando como pensamos.
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