SOBRE LOS MEDIOS Y SU INFLUENCIA
Todos sabemos de comunicación

preocupacionesPor: Adriana Amado. Veníamos diciendo que, según estudios documentados, era casi imposible que los medios afecten las opiniones en temas que percibimos de manera directa. Aunque muchos anden diciendo lo contrario, le creemos más a nuestros ojos que a los medios. No importa que se llenen los diarios de noticias de los kilómetros de asfalto construido: basta que rompas la punta del eje en un bache, como para que se desmorone la campaña mejor armada. Pero, al contrario con cosas abstractas, inmateriales, como la política, sí obviamente los medios son capaces de crear climas y tendencias. No por acaso, a pesar de tantas acusaciones, seguimos teniendo más confianza en los medios que en los políticos. Mientras que los medios, especialmente la televisión, están al tope de la confianza en toda América Latina, como muestra la última encuesta Latinobarómetro, la Argentina está por debajo de la media en cuanto a satisfacción con la democracia, y en el último lugar de todos los países del continente en las preguntas que dan cuenta de los indicadores de democracia, tales como si se gobierna para el bien del pueblo; si se percibe que se ha reducido la corrupción en las instituciones del Estado; o si es justa la distribución de riqueza . Al tope de confianza en los medios, en el piso de credibilidad en las instituciones democráticas que supimos conseguir. Y por si quedaban dudas, apenas una décima parte de los encuestados estaría de acuerdo con que un gobierno cerrara un medio. 

¿Entonces? Los cultores del poder inconmensurable de los medios dirán que el lavado de cerebro es tan profundo que no podemos darnos cuenta cabal “de los malos que son los medios para la democracia”. Claro que la misma persona que habló veinte minutos en la radio argumentando que los medios (o el medio X) le causa efectos devastadores al cerebro del ciudadano, suele excluirse de entre los perjudicados. Obviamente, si él estuviera en el colectivo al que se le licuó el entendimiento con información falsa y capciosa, no estaría en condiciones de iluminar a los sectores de la población que miran los medios (o que no frecuentan aquellos diarios o programas que consultan estos iluminados, que no suelen ser muy masivos, pero sí muy convencidos). Pues bien, esto también fue estudiado.

La teoría lleva el elocuente título de “ignorancia pluralística” y explica que todos parten del supuesto de que “ese diario le lava la cabeza a la gente, pero no a mí”; “tal periodista engaña a la ciudadanía, pero yo me doy cuenta”; “el monopolio maneja  a la población, pero no podrán hacerlo conmigo”. Nadie reconoce que los medios influyan en sí mismo, pero cree firmemente que sí afectan a su vecino. Lo paradójico es que el vecino piensa exactamente lo mismo. “Ningún diario publicó esto y la gente no se enteró. Pero yo sí” se escucha decir a uno, que denuncia los males mediáticos precisamente llamando a una radio.

Lo que hay que tener en cuenta es que, en definitiva, nadie escucha por mucho tiempo al periodista que le hace hervir la sangre; ni se gasta los mangos que cuesta el diario solo para criticarlo. A menos que tenga que hacer un trabajo para la facultad, o le paguen para revisar/controlar/criticar lo que allí se plantea, lo cual es bastante corriente por estos días. La elección del medio está determinada por la afinidad a ese programa, periodista, radio o porque me lo recomendó alguien que piensa muy parecido a mí. O sea, como la mayoría de las veces elegimos los medios que se nos parecen. Entonces no es que nos convenzan, sino que terminamos encontrando en ellos los argumentos para seguir pensando como pensamos.

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