TANDAS, AUSPICIOS Y CARTELES |
Los únicos privilegiados |
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Lo que pasa que últimamente ha cobrado unas proporciones que hacen difícil evitar el tema. Está ahí, presente en cada tanda, en cada auspicio de cada programa, en carteles que aparecen hasta en el cielo. Incluso para algunos funcionarios parece que es más fácil usar publicidad para tramitar sus problemas que pedir una reunión y decírselo en la cara. Sin ir demasiado lejos, hace apenas diez años el gasto anual rondaba los 20 millones de pesos, con toda la movida de comunicación de De la Rúa (no sé si recuerdan, por entonces había un inquieto muchacho llamado Lopérfido a cargo de la Secretaría de Medios). De entonces para acá, lo destinado por presupuesto a ese rubro se incrementó apenas un 1000%. Eso sí, lo gastado efectivamente un poquito más: 3300%. Digámoslo en una cifra más comprensible. En el 2001, el gobierno nacional destinaba algo así como cincuenta mil pesitos por día para difundir su gestión a los ciudadanos. En 2010, solo el gobierno nacional destina por día casi dos millones de pesos para comprar avisos en los medios. Monto al que habría que sumarle algunos ceros porque esta suma no incluye ni producción, ni contrataciones declaradas con otros rubros ni de ciertos organismos descentralizados, ni los dineros que cuesta mantener los medios públicos, ni el fútbol para todos, ni las murgas, los desfiles y demás cotillón que los gobiernos usan, según dicen, para “comunicarse directamente” con el ciudadano.
Tanto si parece mucho o poco, las cifras son las que declara el propio interesado, si más aval que el acto de fe que presupone el Jefe de Gabinete cuando emite cada informe, que primero presentaba en kilómetros de papel que organizaciones como ADC o Poder Ciudadano sistematizaban trabajosamente y que ahora publica en quince páginas en un archivo de solo lectura. Sin más orden que el alfabético y sin más transparencia que la de unos nombres de fantasía que a veces ni el Google reconoce. Algunos, públicamente asumidos como receptores de pauta oficial, jamás aparecen en los listados. Otros tienen tantas sociedades para facturar, que en la lista oficial parecen humildes receptores de una dádiva gubernamental y en realidad son los nuevos megaempresarios mediáticos. Como para no alentar suspicacias. Tan flojita de papeles está la cosa que la semana pasada los diarios dieron como cifra de gasto publicitario en 2010 $ 654,3 millones. Pero si se suman los totales de las planillas publicadas en la web de Jefatura de Gabinete da $ 655,13. Cómo estaremos que falta un millón para hacer el peso, y nos parece un vuelto.
Qué linda paradoja que el rubro que debe cumplir el mandato republicano de la publicidad de actos de gobierno tenga tan confusa información. Para colmo, con tanta inversión no está el clima como para decir que nos sentimos poco comunicados. Hubo décadas que la publicidad de gobierno ni llegaba a representar el 0,5% de la publicidad que circulaba por ahí. Ahora en cambio, uno de cada veinte avisos es oficial. El gasto del gobierno es el 5% del gasto total del mercado publicitario, que crece con la reactivación económica. ¿Y la publicidad de gobierno con qué crece? ¡Con las elecciones! En el 2009 duplicó el promedio y llegó al record histórico: casi el 10% de lo que se pautaba en avisos lo pagaban las arcas de la Nación. La otra linda paradoja es que los únicos privilegiados, en este caso, son los medios. Que según las quejas reiteradas de los funcionarios, son los enemigos declarados de la democracia. ¿O escuché mal?
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