CONSULTA, REALIDAD Y CONTRADICCIÓN/ |
Excusas para encuestadores desacertados |
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Exceptuando un par de encuestas rigurosas, todos los cálculos se alejaron de los resultados de la elección del 10 de julio mucho más de lo que admitiría el margen de error (razonable cuando está alrededor de los cuatro puntos). Como ocurre siempre, empiezan a sobrevolar las suspicacias acerca de que los datos podrían haber sido operados a favor de los contratantes. Como si esa fuera la única explicación a tanto despropósito. En un servicio a los encuestadores ensartados, elaboramos algunas excusas apoyadas en estrictos fundamentos técnicos que pueden sacar a relucir si alguno de esos que publicaron los números errados insisten en asignarles a los consultores toda la culpa por la información desmentida por la realidad:
1. “La encuesta es una foto”. ¿Quién podría negar que el panorama era el que había publicado Tiempo Argentino el 23 de mayo? Según le había informado la consultora Ibarómetro “Daniel Filmus le saca [sic, así, sin potencial] una luz de tres puntos a Mauricio Macri y 20 puntos a Fernando Solanas en la primera vuelta. El ballottage estaría empatado hasta en los decimales” ¿Diferencia de “decimales”?, ¿será un error de imprenta? Por ahí, habrían querido decir en ‘las decenas’. En cualquier caso, la ciudadanía podría haber cambiado radicalmente en una quincena por efecto de la publicidad de banderines multicolores (cualquiera que la ve sabe que es irresistiblemente convincente). Evidentemente, la estrategia de decir que Filmus ganaba no estimuló el efecto “carro del ganador”, esto es, invitar a que los indecisos lleven su voto al de la supuesta mayoría. Cualquier politólogo sabe que la misma táctica, a veces, puede generar el resultado contrario, y motivar a los indecisos a dar un empujoncito al “carro del perdedor” y apoyar al candidato que se percibe como menos beneficiado. ¿Cuándo ocurre uno y otro? Depende de tantas circunstancias que es casi impredecible. Pero estábamos hablando de predicciones, así que volvamos al tema encuestas.
2. “La gente contesta cualquiera”: Para Equis, de Artemio López, Macri medía 35,7%; Filmus, muy cerca, 30,8%; y Pino Solanas apenas un 5,6% (según una encuesta publicada dos días antes de los comicios que determinaron como resultados MM: 47,09%; DF: 27,78%; PS: 12,82%). Algunos apuraron la explicación de que el encuestador trabajaba para el oficialismo. Pero ¿eso qué significa? Podría ser que por contrato estas consultoras no tengan los teléfonos de votantes de la oposición, y que les pase como a los programas oficialistas que evitan consultar a gente que pueda expresar una opinión alternativa. Otra es que sí, que los hayan llamado, pero... Porque ya sabemos qué pasa cuando llaman a tu casa y una voz metálica te pregunta “Ud., sí ¡Usted!, ¿a quién piensa votar?” Y larga una sarta de números para que identifiques tu edad y vaya a saber qué otra cosa que tu cabeza no registra porque no puede dejar de pensar en los fideos servidos que se enfrían. Además, pensás, ellos te llamaron, saben que ése es tu teléfono. ¿Qué le vas a decir? Mandás la respuesta que te deje volver más pronto a tu comida y que te evite una inspección de la Afip para justificar de dónde sacaste la plata con la que pagaste dos meses de expensas juntas en 2007. Y bueno, a veces las respuestas así obtenidas tienen un poquito de sesgo. Para colmo, los medios se olvidan, reincidentemente, de incluir una mínima ficha técnica que dé una idea aproximada de cuántos se entrevistaron, cuándo, cómo… Como demuestra el sitio Diario sobre diarios, solo una de las catorce encuestas que publicaron los diarios la semana previa a los comicios daba alguna pista (Poliarquía, ¡justo la que más se aproximó al resultado!). Vaya a saber cómo preguntaron las otras.
3. “La donna e mobile. Y la opinión pública, ni te cuento”: Una respuesta clásica es que la opinión pública es voluble (algunos hasta usan un adjetivo parecido pero un poco más descalificador). ¿Pero qué es la opinión pública? ¿Quién le pregunta? ¿Quién la escucha? La socióloga alemana Elizabeth Noelle-Neumann llamó Espiral del silencio a ese fenómeno por el cual la opinión pública expresa, no lo que piensa, sino lo que considera más ajustado al contexto. Según esta famosa teoría, no se expresaría en público más que aquella opinión que menos problemas le ocasionará al manifestante. Después en sus decisiones particulares, resolverá lo que verdaderamente quiere, que no siempre coincide con lo que dice o siente que puede decir. Lo terrible de los escraches, la ridiculización del que no piensa como uno, los videítos que ponen contrario fuera de contexto, el escarnio del opositor, más que cambiar las opiniones de los ciudadanos, lo que estimulan es a silenciarlas. Entonces, a veces, no es que la opinión pública cambió de opinión: muchos hicieron todo lo posible para que no tuviera ganas de expresarla.
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