ALGUNOS APUNTES SUELTOS
Datos curiosos del periodismo futbolero

Crónica deportiva de Noriega en Crítica de la ArgentinaPor: Gustavo Noriega. Por esas cosas de la vida, a los 51 años, cuando parecía que no iba a tener más sorpresas profesionales (que tuve bastante en los últimos tiempos), me convertí por la generosidad de Quintín, quien sugirió mi nombre, y de los editores del diario Crítica, que lo aceptaron, en periodista deportivo. El título es una exageración, claro, simplemente me han encargado que escriba de los partidos de River en calidad de columnista lo que significa que puedo publicar cada lunes los disparates e inatingencias que se me ocurran sin que mis dislates manchen de responsabilidad al diario. Beneficios del columnista con firma.

Siempre me gustó el fútbol y fui a la cancha regularmente, domingo a domingo desde el año 1963 hasta fines de la década del 80. Veo por televisión una cantidad de partidos casi intolerable. No hay nada que me guste más, no hay nada que me calme más los nervios ni que me ponga tan reparadoramente la mente en blanco como un partido de fútbol. De todas maneras, en los últimos años casi no asistí a los estadios: como a tantos argentinos me sentí expulsado por la combinación habitual de malos espectáculos, incomodidad y violencia. Así es que mi vuelta profesional a la cancha me permitió meterme en la realidad nueva de un mundo conocido en otras épocas y también en otro que desconocía, el del periodismo deportivo futbolero. Del primer tema solo podría decir cosas graves y solemnes: mejor hablemos del segundo que tiene su gracia. Algunos apuntes sueltos.

1. Los periodistas deportivos tienen más hambre que los críticos de cine. Cuando presencié mi primer partido en el Monumental me llamó la atención que cuando se jugaba tiempo de descuento del primer tiempo los colegas empezaban a dirigirse a los pasillos del sector de prensa. Cuando me asomo a esa zona descubro que, rodeados por una cinta que los aislaba del resto de los mortales, los cronistas se amuchaban en un corralito repleto de empanadas, sándwiches y bebidas gaseosas. Llegar era complicado y desplazarse peor; la recompensa, excelente. Así como digo que los cronistas de fútbol son capaces de cualquier cosa por una milanesa entre panes (superando a los críticos de cine, conocidos por su voracidad cuando de comida gratis se trata), hay que reconocer que la oferta de los clubes es superior al habitual desayuno con medialunas que las distribuidoras ofrecen en las sesiones privadas anticipando películas.

2. Todo es mentira (1). Una de las primeras revelaciones que tuve fue que la televisión engaña muchísimo con respecto a la cantidad de gente que va a la cancha. Lo que en mi primera época de seguidor futbolero se consideraba un estadio vacío, hoy se lo tilda de "gran concurrencia". Los planos cerrados de la televisión sobre las zonas de concentración de público son tan deliberados como mentirosos. La gente ya no va a la cancha como antes.

3. Todo es mentira (2). En el sector de prensa proliferan los colegas que transmiten el partido para radios chicas (FMs barriales, radios partidarias, etc.). Las radios importantes (La Red, Continental, Mitre, Rivadavia, etc.) cuentan con sus cabinas particulares (bastante despojadas, por cierto) pero el resto está sentado en butacas como la mía, junto a mí. Así es que uno ve el partido rodeado de decenas de relatos vociferantes. Los más graciosos son los que simulan estar en el césped, junto a los técnicos, a la Tití Fernández. El otro día, en Vélez, tenía a mi lado al relator y al comentarista y, sentado un escalón más abajo, el movilero que se suponía ubicado al lado de los bancos. El relator le preguntaba de los cambios y le daba pie -- literalmente -- a su intervención. Lo que quiero decir al usar la expresión "le daba pie" es que le pateaba ligeramente en la espalda para que supiera que le iba a hacer la pregunta. El movilero, tan lejos de los bancos como el relator (cien metros, probablemente), no solo le decía cuál era el cambio que se iba a hacer sino las indicaciones que el técnico le estaba dando al jugador que ingresaba.

4. Las encargadas de prensa son maravillosas. La gente de prensa del mundo de cine suelen ser chicas elegantes, bien vestidas, arregladas, flaquitas y lo que en mi época se designaba como "monas". Las chicas de prensa del mundo de fútbol son mujeres grandotas, no bellas pero sí interesantes, de pechos enormes, amables y eficientes. Tengo la sensación de que son –veinte años después-- las que ahora aparecen como promotoras, sosteniendo ridículos paraguas mientras sonríen detrás del jugador entrevistado. Verlas a la distancia me resulta fascinante aunque ni una sola vez me hayan devuelto la mirada. Actúan con profesionalismo y distancia, como si ignoraran que tienen a su disposición esos cuerpos monumentales. Creo que se nota el hecho de que soy un novato en que me las quedo mirando absorto durante el entretiempo; mis colegas parecen haberse acostumbrado a ellas.

5. No se entiende nada. Ver el partido en la cancha es hermoso pero nadie entiende nada. Especialmente en la cancha de River donde las plateas están extremadamente lejos del campo, los jugadores se ven chiquititos y, como en el resto de los estadios, ¡los jugadores no tienen la gentileza de repetir los goles para verlos mejor!

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