Política

Sergio Massa

Por Luis Majul. Otra vez, Sergio Massa y su equipo madrugaron al Gobierno y a una buena parte de la oposición. Igual que cuando mantuvo el misterio sobre si iba a ser o no candidato a diputado nacional por fuera del Frente para la Victoria hasta el final, Massa hizo creer a sus colegas que estaba haciendo la plancha, pero de un día para el otro instaló en la agenda nacional un debate caliente y actual: la posibilidad de que con el nuevo proyecto de reforma del Código Penal se le bajen las penas a los jefes narcos, los violadores y los homicidas reincidentes. No lo vieron venir: ni la Presidenta Cristina Fernández, más ocupada en controlar los precios y que la economía no se desmadre; ni Daniel Scioli, a quien volvió a poner entre la espada y la pared; ni Mauricio Macri, aunque el jefe de gobierno de la Ciudad le acaba de doblar la apuesta al pedirle a la jefa de Estado que no se discuta el proyecto en el Parlamento; ni a los líderes de UNEN, que quedaron atrapados entre la postura favorable a las menores penas de Ricardo Gil Lavedra y el rechazo del proyecto o anteproyecto del jefe del radicalismo, Ernesto Sanz.

Maximo y Cristina Kirchner

Por Luis Majul (Columna publicada en Diario La Nación) Dos hechos recientes, en apariencia inconexos, sacudieron el mundo político de la Argentina. Uno fue el sorpresivo anuncio de Cristina Fernández, que prometió impulsar una ley para que "10 personas dejen de cortar una calle y perjudiquen a miles". El otro fue la primera aparición pública de Máximo Kirchner con un par de ideas articuladas, en el marco del adelanto de un libro firmado por la periodista oficialista Sandra Russo. La promesa de la Presidenta de "sacar una normativa de respeto a la convivencia ciudadana" parece un chiste. Porque lo hizo 10 años después de que su gobierno y el de Néstor Kirchner toleraran cortes y piquetes de cualquier tipo y factor. Y no sólo los soportaron. También los alentaron y financiaron, como en el caso de las actividades realizadas por LuisD'Elía y Milagro Sala.

Cristina

Por Luis Majul. No habló de la inflación, a pesar de que este año se espera la más alta de la década. No pronunció la palabra inseguridad, aunque horas antes, a 15 minutos del lugar desde donde Ella habló durante casi 3 horas, se había producido un hecho de violencia, que sintetiza el desbarajuste social, político e institucional que impera en la Argentina: un barrio entero, en la zona de Saavedra, salió a romper y quemar todo lo que había alrededor, después de que un agente de la Federal le disparara y matara a uno de sus habitantes. Los sucesos acontecieron ante la impotencia de dos policías enfrentadas: la nacional y la metropolitana. La Presidenta tampoco hizo la más mínima referencia al crecimiento del narcotráfico, a pesar de que en los últimos años Argentina pasó de ser un país de tránsito a otro de elaboración, alto consumo y distribución. En su discurso de inauguración de las sesiones ordinarias, solo se registraron dos cambios sustanciales. Ambos revelan la aceptación de que todo tiene un final. Incluso su enorme poder. Uno: bajó el tono de prepotencia y reto, como una forma de limitar, también, las críticas de la oposición. Dos: pidió más control popular a la justicia, porque en el fondo teme que, una vez finalizado su mandato, se la empiece a investigar a Ella misma igual que se hizo con Carlos Menem y Fernando De la Rúa. En los primeros meses del año ha tenido una pequeña muestra de lo que le podría llegar a pasar, si antes no arregla las cosas para evitarlo.

Cristina

Por Luis Majul (Columna publicada en Diario La Nación) Digan lo que digan los comunicadores oficiales y paraoficiales, éste no es un gobierno de corte progresista. Es más bien la administración del ajuste. Y de uno de los ajustes más ortodoxos e indisimulables, aunque se lo quiera ocultar con retórica populista. No se trata de una afirmación caprichosa. Está sustentada por cifras irrefutables. La mayoría surge de los análisis del Instituto de Pensamientos y Políticas Públicas (IPyPP), que coordinan el diputado Claudio Lozano y Tomás Raffo, dirigentes a quienes no se les puede endilgar deshonestidad intelectual.

Cristina febrero 2014

Por Luis Majul. La masacre de Once, de la que se acaban de cumplir dos años el sábado pasado, es la síntesis perfecta de lo que representa parte del kirchnerismo de verdad, más allá de su discurso épico y supuestamente progresista. Detrás de lo que le pasó al Sarmiento, además de las 51 víctimas, hay un espeso guiso que todavía huele a podrido. Los ingredientes son los mismos con los que cocinaban los chefs del menemismo: corrupción y promiscuidad entre altos funcionarios y empresarios que entregan retornos a cambios de subsidios; impericia y soberbia, porque la principal energía no la pusieron en la gestión sino en hacer negocios personales. Y como telón de fondo, una mentira detrás de la otra. Solo por citar un par de los engaños más burdos en materia ferroviaria: la falsa inauguración de los Talleres de Tafí Viejo, anunciada, de manera oficial, una y otra vez; y el escandaloso adelanto incumplido del tren ultrarrápido de Buenos Aires a Rosario. Ahora que las papas queman, lo que hacen desde lo más alto de la administración nacional no es distinto a lo que hicieron antes y después de que el “chapa uno” chocara contra la Estación de Once: buscar enemigos afuera para no asumir la más mínima responsabilidad. O “vender” el presente ajuste ortodoxo y de derecha como una batalla contra las corporaciones y los intereses concentrados.

BERNI Y ROSSI

Por Luis Majul (Columna publicada en Diario La Nación) Este gobierno engaña , se autoengaña y las consecuencias de la mentira y la negación las pagamos todos los argentinos a un precio exorbitante que muchas veces se cobra en vidas humanas. La última gran muestra de hipocresía o doble discurso sucedió hace dos días, cuando el secretario de Seguridad, Sergio Berni, cruzó al ministro de Defensa, Agustín Rossi, para aclarar que la Argentina no puede ser considerada un país productor de cocaína.

Por Luis Majul: El plan del gobierno para salir de la crisis o patearla para adelante mete miedo. Consiste, primero, en escrachar, con denuncias imprecisas, no sólo a empresarios, como se anticipó desde esta misma columna hace ya tres semanas, sino también en arrojar “carpetazos” contra sindicalistas a los que consideran sus enemigos, como Hugo Moyano y Luis Barrionuevo. Los organismos de inteligencia suministrarán informes “precocinados” que incluyen viejas causas, expedientes en trámite y mitos urbanos. Los informes serían reproducidos por la costosa red de medios oficiales y paraoficiales en los próximos días. Están decididos a hacerlo porque consideran que la estrategia de acusar a individuos u organizaciones supuestamente golpistas les está dando cierto resultado. 

Por Luis Majul (Columna publicada en Diario La Nación). En la Argentina las horas se cuentan por días, los días por semanas, las semanas por meses y los meses por años. La semana pasada parecía que todas las variables de la macroeconomía estaban dislocadas y que en cualquier momento podía suceder algo muy serio. El dólar blue y el oficial subían con prisa y sin pausa, y los precios, en especial los de los alimentos , aumentaban a razón de entre el 10 y el 20 por ciento. Es decir: la devaluación perpetrada por el superministro Axel Kicillof parecía estar empezando a hacer estragos y la atmósfera social, además, parecía indicar que sólo se trataba del principio y que enseguida llegaría algo peor. Mucho peor. Algo parecido a la hiperinflación de 1989 o la tremenda crisis económica y social de diciembre de 2001.

Cristina 2014

Por Luis Majul. Para tener una idea cabal sobre el nivel de infantilismo de este gobierno, solo es necesario recordar que, durante la semana que se inicia, la Presidenta deberá tomar una decisión ‘clave’ para el futuro del país: bajar o subir el pulgar a Marcelo Araujo y Julio Ricardo, relator y comentarista del cuestionado Fútbol para Todos (FPT). Otra acción personal y ‘estratégica’ fue la que realizó el viernes pasado, a última hora: un llamado telefónico a su empresario amigo Cristóbal López para que su socio minoritario, Marcelo Tinelli, dejara de poner en ridículo al ‘proyecto’ y a Ella misma con sus mordaces comentarios en Twitter. No es lo único que pasó por sus propias manos, y sin ningún intermediario, la semana que pasó. También fue la jefa de Estado quien autorizó, de manera expresa, los afiches contra empresarios de hipermercados y electrodomésticos escrachados por la organización Unidos y Organizados. La caza de brujas fue anticipada desde este mismo espacio, el lunes pasado, en la columna titulada ‘Hay que pasar el verano’. Cuando todavía no la habían lanzado, comenté a dos importantes empresarios lo que Cristina Fernández tenía en mente. Uno pertenece al sector de la salud y otro al de informática y comunicaciones. Ambos me dijeron lo mismo. Casi con idénticas palabras: “Que haga lo que quiera. Ya no le tenemos miedo. No tienen la misma capacidad de daño que en 2005, cuando (Néstor) Kirchner lanzó el boicot a Shell”. Ellos, igual que una parte de la oposición, están más asustados por la posibilidad de que esto termine como 2001, que por los ataques de la Presidenta con todo su aparato de comunicación. Muchas de las preguntas que se venían haciendo estos hombres de negocios desde antes de fin de año están siendo respondidas por la realidad de la peor manera. ¿Ella está bien o mal de salud? ¿Gobierna o delegó parte de su poder en Capitanich? ¿Se trata de una estrategia la de casi desaparecer para solo aparecer dando buenas noticias? ¿Es Carlos Zannini, el monje negro, quien manda a través de la jefa de Estado? ¿La Presidenta le cedió todo el poder a Axel Kicillof para instrumentar la política económica?

presidenta rana y escorpión

Por Luis Majul (Columna publicada en Diario La Nación) La fábula del escorpión y la rana es una de las más populares en todo el mundo. Y es también una de las más repetidas. Pocos cuentitos son tan efectivos para explicar por qué algunas personas son incapaces de cambiar. El martes, por cadena nacional, Cristina Fernández volvió a citar la anécdota. Y aclaró, como si fuera necesario, que no tenía vocación de rana y que además sabía nadar. Es probable que haya sido un mensaje para parte de la clase política que fantasea o teme un final anticipado. La rana de la fábula, como se sabe, muere picada por el escorpión antes de cruzar de una orilla a la otra. El escorpión la ataca a pesar de que sabe que él también morirá al hacerlo. Pero su instinto es más fuerte. Más poderoso, incluso, que su instinto de supervivencia. Como diría Jorge Luis Borges en alusión a los peronistas, el escorpión no es bueno ni malo. Es, antes que nada, incorregible. En cierto sentido, la Presidenta tiene razón: jamás será la rana de la fábula. Sin embargo, y para desgracia de todos los argentinos, podría ser el escorpión. Es decir: terminaría siendo fiel a su naturaleza confrontativa, cerrada, caprichosa y soberbia, por encima de todo. Incluso de los intereses del país.