Por: Luis Majul. En los últimos días, amigos sinceros me hicieron saber que cometí varios “pecados imperdonables”. Uno, sostienen, fue haber escrito El Dueño, porque suponen que las denuncias contenidas en el libro- especialmente las que ya están en manos de la Justicia- afectaron de manera muy profunda a Néstor Kirchner, quien ordenó a gente de su confianza salir a desprestigiarlo, ya que no puede responder con ninguna seriedad las acusaciones. El segundo fue haber logrado que siga teniendo una enorme repercusión, a pesar de haber sido publicado en noviembre del año pasado. Para un grupo de personas a las que le importa y mucho “la letra de molde” pensar que un texto así pueda permanecer durante muchos años en decenas de miles de bibliotecas de decenas de miles de argentinos parece algo casi imposible de asimilar. Y el tercero, finalmente, fue haber invitado al debate en el parlamento a Víctor Hugo Morales, el colega que, sin haberlo leído, la emprendió contra el libro, a pesar de que antes, en una entrevista radial que le hice, lo había definido de manera neutra como el ejemplo de un texto que cuestiona la ética del poder. “Víctor Hugo te va a clavar una puñalada” me advirtió antes un periodista de larga trayectoria que trabaja en el área de noticias de un importante canal de televisión. Parece que tenía razón. Después, otros me preguntaron por qué lo había invitado. Y a todos les respondí que lo había hecho porque sabía que no piensa como quien esto escribe.
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