EL PODER DE LA SEDUCCIÓN |
Al ritmo de Obama |
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Entremezclada con el aluvión de videos y fotos en diferentes poses y circunstancias, vi ayer una escena de Barack Obama mientras bailaba unos pocos segundos con la actriz y conductora Ellen De Generes en su programa de televisión.
La imagen fue tomada por una máquina copiadora de Televisión Registrada y fue contrastada con habilidad con otra en la que el presidente George Bush intenta bailar, pero sólo se mueve de una manera aparatosa y brutal, que da vergüenza propia y ajena (y que revela que este señor no tiene la más mínima idea de donde está parado, e ignora el sentido del ridículo, y es incapaz de registrar la mirada del otro).
También vi una foto de Obama junto a su esposa Michelle, la noche del gran triunfo, en la que parecen prometerse un encuentro muy cercano después de la multitudinaria fiesta. ¡Guau!. No parecía una mirada impostada.
Se ha escrito y hablado casi todo sobre el presidente electo de los Estados Unidos. Lo están presentando como un líder único capaz de ejercer el poder por seducción y no por la fuerza o el dinero. Lo muestran como el representante de una generación, la de los nacidos en los años sesenta, que defiende sus convicciones pero sin el radicalismo ideológico ni el pragmatismo cínico de los dirigentes que ya pasaron y por mucho los 50 años.
Se que en la hora de la victoria cualquier cosa que haga o diga el triunfador parece casi mágica. Se también que cuando todo parece derrumbarse, todos necesitamos creer en una persona o un proyecto capaz de sostener lo poco que queda y reconstruir algo nuevo y mejor.
Quiero sacarme de la cabeza las imágenes de Domingo Cavallo, Carlos Menem y Fernando De la Rúa bailando. Desearía olvidar el video de Néstor Kirchner jugueteando con torpeza con el bastón presidencial mientras Cristina mira hacia abajo, con vergüencita de primera dama.
Me gustaría, más allá de la sana envidia que me provoca la victoria del negro que se transformará en presidente de los Estados Unidos, pensar en una larga lista de dirigentes políticos argentinos capaces de mover su cuerpo con cierta armonía, o de mirar a su pareja con verdadero deseo.
Pero no me sale ni uno.
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