MACRI

Por Luis Majul (Columna publicada en Diario La Nación) A pesar de que lo obsesionan las encuestas y los números fríos, Mauricio Macri sabe que la suerte o los imponderables también influyen en el resultado final. Lo terminó de aprender de su experiencia como presidente de Boca. Contra lo que le indicaba su formación de ingeniero, empezó a comprender, de tanto ir a la cancha, que su futuro como dirigente de fútbol también dependía, entre otras cosas, de que una pelota pegara en el palo y se metiera dentro del arco. Y más tarde también entendió que su alto nivel de conocimiento público podía ser un excelente punto de partida para zambullirse en la política.

 

Atento y calculador, había fantaseado con transformarse en presidente de la Nación un par de veces. La primera fue cuando Eduardo Duhalde, en su desesperada búsqueda de un candidato para ganarle a Carlos Menem, le preguntó si se animaba a tomar el riesgo. La segunda fue antes de las elecciones presidenciales de octubre de 2011, cuando la Presidenta obtuvo un triunfo histórico con el 54% de los votos. A Duhalde le dijo que no, porque no se sentía maduro. Y en 2011 no quiso competir contra Cristina Fernández porque sabía que perdería. Para que no lo acusaran de cobarde, usó a su asesor ecuatoriano, Jaime Durán Barba, como excusa para eludir el compromiso. "Dice Jaime que ganarle a una viuda es casi imposible. Y que ganarle a una viuda con una economía en crecimiento es directamente un milagro", argumentó a cada uno de los dirigentes y periodistas a los que les había jurado que competiría contra la Presidenta. Después agregó: "No es miedo. Lo que no queremos es tirar por la borda todos estos años de construcción política". A partir de ese momento, volvió a pensar como un ingeniero: se aseguró la reelección en la ciudad, utilizó la gestión como un instrumento de campaña y prometió a sus amigos y confidentes que se presentaría como candidato a presidente en 2015. "Es ahora o nunca. Porque todas las variables van a confluir para llegar adonde queremos", explicó.

Las variables de Macri mezclan datos objetivos con estudios cualitativos y cuantitativos de opinión pública y una pizca de intuición. Los datos objetivos: la presidenta invicta, Cristina Fernández, ya no podrá ir por la "re-re". Los cualitativos: la situación económica no mejorará; en el mejor de los casos, los números se estancarán. La intuición: existe un creciente sentimiento de hartazgo contra la cultura política que viene gobernando durante los últimos 30 años, en general, y contra el peronismo, en particular. "Hay un espacio para lo nuevo. Hay un espacio para la tercera vía y nosotros lo vamos a ocupar", repite.

La potencia de su mensaje había disminuido de manera notable el 23 de octubre de 2013, cuando Sergio Massa ganó con el 44% de los votos en la provincia de Buenos Aires y así se transformó en presidenciable. Visto en perspectiva, Massa pareció hacerle a Macri un gran favor. Si el ex intendente de Tigre no se hubiera presentado y derrotado al Frente para la Victoria, quizás ahora estaríamos hablando de la nueva reelección de la jefa del Estado. A partir de 2014 las variables, la suerte, los imponderables y los planetas empezaron a alinearse a favor del ex presidente de Boca. Primero pareció imperceptible. La intención de voto de Macri a presidente subía a razón de un punto por mes y la de Massa se mantenía, o apenas bajaba. Después la suba se hizo cada vez más nítida, hasta que, en marzo de este año, dos encuestadoras lo colocaron en el primer lugar de la grilla, apenas por encima del gobernador Daniel Scioli y un tanto más lejos del propio Massa.

¿Qué pasó entonces? ¿Acaso el ingeniero lo tenía todo calculado? No. Sólo tenía proyectada cada iniciativa, con su consiguiente impacto electoral. Cada inauguración de Metrobus. Cada actividad cultural. Una clara diferenciación con el estilo de hacer política y de comunicar del Gobierno. Y una gran ayuda de muchos de sus adversarios. Desde la Presidenta, cuyos números de imagen negativa demuestran el hartazgo que despierta su discurso en una buena parte de la sociedad, hasta la estrategia de Massa, quien no encontró la manera de retener la intención de voto que había logrado al consagrarse diputado nacional.

"La gran final va a ser contra Daniel [Scioli]", le dijo a un amigo en octubre del año pasado, cuando todavía su estrella no brillaba como ahora. ¿Lo intuía o era lo que su laboratorio de consultores le estaba informando? ¿Era apenas una expresión de deseos o Macri se viene transformando en un político muy profesional, que analiza las encuestas y obra en consecuencia? "Son las dos cosas. Es que estamos pendientes del humor social y es también que a Mauricio se le dan todas. ¿Quién iba a imaginar un año atrás que Lilita Carrió y Luis Juez hablarían de él con el cuidado y el respeto con que hablan ahora? ¿Quién podía asegurar, hace seis meses, que Carlos Reutemann pudiera abrir la boca y sacarse una foto con él?", se preguntó uno de sus incondicionales.

Un análisis parecido hizo la misma fuente sobre "la triple victoria" que consiguió el domingo pasado. "Ganó porque logró el triunfo de Pro. Ganó porque impuso al sucesor que quería. Y ganó porque se recibió de líder político al permitir que Gabriela [Michetti] compitiera contra su candidato y perdiera, a pesar de que en al arranque parecía que Horacio [Rodríguez Larreta] tenía altas posibilidades de ser derrotado." ¿Lo acompañó la suerte, su aceitado mecanismo del aparato estatal o su apoyo explícito al jefe de gabinete?

Los hombres del ingeniero sostienen que el problema no es de Macri, sino de quienes descreen de la información que el jefe de gobierno maneja y procesa. "Mejor para nosotros. Que nos sigan subestimando, así no nos ven venir", se jactó la fuente. Pero ¿acaso ignoran sus asesores el excelente posicionamiento de Scioli? ¿O están tan seguros de sí mismos que no ven venir la jugada de Massa, aliarse con José Manuel de la Sota y Adolfo Rodríguez Saá con el objetivo de volver al 30% de los votos y debilitar las posibilidades de Pro?