El gobierno nacional culpa a los productores ganaderos por la quema de pastizales y los acusa de haber provocado 50 heridos, 9 muertos y la paralización de los puertos de Rosario, Buenos Aires y La Plata en el medio de una negociación con el campo que amenaza con romperse en mil pedazos.

El secretario de Medios, Enrique Albistur, se defiende de las acusaciones de haber repartido publicidad oficial a las empresas que antes eran de su propiedad y que luego cedió a sus hijos y a su ex mujer; y denuncia que se trata de una infamia en el marco de la pelea del Gobierno contra Clarín, al tiempo que anuncia que la nueva Ley de Radiodifusión que afectará al grupo mediático se aprobará a pesar de las presiones.

Crítica de la Argentina denuncia que un fotógrafo del diario fue agredido por uno de los dueños de Clarín quien, a la salida de una reunión del directorio de Papel Prensa, intentó impedir que se fotografiara al hombre más poderoso del grupo, el contador Héctor Magneto.

Crítica había revelado hace poco que la planta de Papel Prensa contamina el río Baradero, pero Clarín interpretó esta denuncia como una operación de prensa perpetrada en el marco de su guerra contra Néstor Kirchner y Cristina Fernández de Kirchner.

Los dirigentes de las principales entidades del campo discuten si rompen la tregua de treinta días o esperan hasta el dos de mayo para volver a la protesta y posiblemente al corte de rutas mientras el jefe de Gabinete Alberto Fernández intenta neutralizar al secretario de Comercio Interior Guillermo Moreno, quien parece puesto en la mesa de negociaciones por Néstor y Cristina para romper el acuerdo y que se pudra todo de una buena vez.

La oposición oportunista liderada por Elisa Carrió y Mauricio Macri trata de pescar en el medio de este río revuelto. La líder de la Coalición apoya enfáticamente a Clarín a pesar de que muchas veces acusó al grupo de apoyar al Gobierno y silenciarla. Y Macri envía a sus incondicionales con un proyecto para anular las retenciones al campo, como si alguna vez su partido hubiera planteado una política definida para el sector.

Esta parece una película de terror, donde ningún protagonista es inocente y la víctima es una sola, pero enorme: el resto de la sociedad que contempla, en estado de pánico, esta guerra de intereses cruzados con final incierto, pero de ningún modo feliz.

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