Por Luis Majul (Columna publicada en Diario La Nación) Mauricio Macri cree que es muy difícil que se le escape la victoria en segunda vuelta. Sin embargo, se cuida mucho de decírselo a su jefe de campaña y a su equipo. Es más: bajó la línea de que ningún dirigente se pavonee en público con ese pronóstico. Está feliz, pero no quiere aparecer eufórico. Siente que le falta muy poco, pero no desea decir ni hacer nada que ponga en peligro su llegada a la presidencia. Pregunta a sus íntimos que no vienen de la política: "¿Es verdad la alegría que yo siento en la calle o es el clima que me arman «los amigos del campeón»?".

El candidato se reseteó en modo Gandhi. Quiere tener "un millón de amigos" y hace lo que tiene a su alcance por conseguirlo. Incluso solidarizarse con periodistas poco conocidos, pero que fueron atacados por sus seguidores en las redes sociales o por sus votantes con sed de venganza. "Si yo aliento a quienes me eligieron para que maltraten o descalifiquen a los que me critican, estoy haciendo lo mismo que hacen Cristina o Aníbal con nosotros y sería una muy mala señal hacia todos los argentinos", le explicó a un colaborador que le enumeró una lista de periodistas, pensadores, empresarios y políticos que lo habían descalificado o criticado. Macri lo frenó en seco. "No importa. Son blancos perfectos para el odio y la venganza después de tantos años de resentimiento. Si yo lo dejo pasar ahora, si yo dejo que los sigan atacando, se va a interpretar que tolero o aliento una vendetta."

Macri resiste con mucha energía la tentación de llamar a Sergio Massa y a José Manuel de la Sota para ofrecerles un acuerdo político que le permita contar con el apoyo de ambos en segunda vuelta de manera oficial. Sigue con la estrategia y el concepto pergeñados por Marcos Peña, Jaime Durán Barba y Miguel de Godoy. El dogma que dice que "los votos no tienen dueño". Que los votantes de Massa, de De la Sota y de Stolbizer son una cosa y representan algo, pero que no necesariamente van a hacer lo que les puedan ordenar los candidatos. Jamás lo van a decir de esta manera, pero lo que piensan de verdad es: "¿Para qué vamos a hacer un acuerdo de cúpulas con Massa, con Stolbizer o con Adolfo Rodríguez Saá si, según nuestros estudios, más de dos tercios de sus votantes del domingo estarían dispuestos a votar a Cambiemos?".

Lo que ni Macri ni sus asesores descartan es convocarlos, después del 10 de diciembre, para ocupar algún puesto en el gabinete o en los organismos de control. En Cambiemos saben que ni Massa ni De la Sota tienen margen para darse vuelta y apoyar al Frente para la Victoria. El ex intendente de Tigre, la semana pasada, calificó a Scioli como el "peor gobernador en la historia de la provincia de Buenos Aires" y agregó: "¡Dios nos libre si llega a ganar! Como presidente sería horrible". Su esposa, Malena Galmarini, en su momento le dijo "forro" en la cara. Y nunca se retractó. De eso no se vuelve. O no se vuelve entero. Si a De la Sota se le ocurriera proclamar su apoyo a Scioli, el 50% de los cordobeses que ya eligieron a Macri se acordarían muy mal de él (y si hay algo que no tiene "el Gallego" es un pelo de tonto).

Pero ahora mismo Macri prefiere hablarles, con su medio tono, a los que todavía no pudo seducir o lo siguen observando con cierta desconfianza. Ya aprendió que tiene que mirar a cámara. Pedirlo con calma, pero con energía. Hacerlo al final de las entrevistas mano a mano, cuando el periodista haya terminado de preguntar. Muy cerca de él, su equipo de comunicación tiene una misión concreta de tres pasos. Uno: transmitir a los medios que no sienten que "ya ganaron". Dos: devolver las llamadas de todo el círculo rojo, igual que lo hacían cuando el 65% del padrón suponía que perdería en primera vuelta. Y tres: no prestar atención a las primeras encuestas cualitativas que afirman que si el ballottage se celebrara hoy Cambiemos ganaría "por lo menos, 60 a 40". De Godoy reunió a su equipo y lo instruyó: "El resultado de ninguna encuesta que se haga ahora tiene la más mínima validez. Para saber dónde estamos parados, hay que esperar que baje la espuma. Y la espuma, todavía, está demasiado alta", dijo. Algo parecido andan repitiendo Peña y el ministro de gobierno de la ciudad, Emilio Monzó, el armador territorial a quien, junto con Jorge Macri, le adjudican la responsabilidad estratégica de haber ganado varios distritos clave en la provincia de Buenos Aires. Monzó, que viene del Partido Justicialista, anda por las oficinas repitiendo: "La mejor receta para perder es dar al peronismo por muerto".

Cada decisión que se toma en Cambiemos se hace con la máxima precaución. Calibrando los costos y los beneficios. Una de las más importantes es qué van a hacer con el próximo debate presidencial. Scioli apuró su disposición a concurrir. Macri no dejó pasar ni una hora para confirmar que lo aceptaría. El gobernador de la provincia está dispuesto a confrontar en cualquier programa. Por eso se apuró a aceptar la oferta de A dos voces, en Todo Noticias, para el próximo miércoles 11 de noviembre. Por eso aclaró que también acudiría al que se propone organizar Argentina Debate el domingo 15 de noviembre. Pero Macri cree que lo mejor es aceptar la invitación de la ONG. Y considera que es más apropiado debatir en el marco institucional que plantea Argentina Debate que hacerlo para una señal de un solo multimedio, por más poderoso que sea. América TV ya confirmó que lo transmitiría. Sus autoridades evaluaron como un acierto haber sido el único canal abierto en poner en el aire el primer debate presidencial de la historia, aunque Scioli haya dejado la silla vacía. Telefé se sumaría a la movida, según informaron fuentes de la organización.

Hasta ese momento, los estrategas de la campaña de Macri van a trabajar fuerte en el operativo "bajar las expectativas". El sociólogo ecuatoriano afirma que "cuanto peor se percibe que vamos, mejor nos termina yendo". "¿Eso quiere decir que nos va a ir muy mal porque ahora todo el mundo piensa que vamos a ganar fácil?", le preguntaron. Durán Barba respondió que no era necesariamente así. Sólo recomendó que, en los 20 días que quedan de campaña, todos se pongan a trabajar como si Cambiemos estuviera perdiendo. Y que dejen de repetir la loca idea de que Scioli, como Carlos Menem, se va a terminar bajando de la segunda vuelta.