 Por: Julián Gorodischer. Mamá Cora se convirtió en un personaje mutable, complejo, que se va encarnando en cada nueva generación que envejece, desde el estreno de Esperando la carroza (1985) hasta la fecha. Como arquetipo logrado, redefine el concepto mediático de "ser viejo". En el origen era bucólica, extraviada; su singularidad era estar atontada en medio de los monstruos crispados; seguramente fue la pincelada más sutil, al menos la más recordada, de la comedia de Alejandro Doria. Ahora se la ve maldita, precisa para tirar a donde le duele a la diva, Susana. Gasalla le cambia el signo a su vieja, la moldea para que no pierda nunca su carácter masivo; troca el autismo de la original por la conectividad total. Atrás quedó la morosidad anestesiada de la otra vieja.
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