Por: Julián Gorodischer. Extraño es el caso de Daniel La Tota Santillán: su recorrido se inicia en la conducción de Pasión tropical. Lo conocí en ese tiempo. Hace unos años, cuando nos encontramos a conversar, todavía encarnaba la fantasía de un acceso irrestricto a la televisión de gente que antes era filtrada por su origen villero. "La cumbia villera nos trajo palabras que queríamos decir todos", me dijo. Yo lo tomé como un emblema de la entrada de la villa, ya no el "barrio carenciado", a un territorio mediático que la excluía. Mientras ganaba popularidad, ayudado por su condición de "amigo de Rodrigo", por su vínculo circunstancial con Maradona, me decía: "La gente se siente identificada, y se atreve a decir más con estas letras". La Tota era garante del ingreso de la cumbia villera a la pantalla, una señal de apertura.
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