TERMINA LA ESPERA: VUELVE LA SERIE 24
Mejor poné la CNN

24Por: Julián Gorodischer. Pese a que en la Argentina recién se estrena el próximo domingo (a las 22, por Fox), pude ver gracias a Internet (http://eztv.it) el primer episodio doble de la tan postergada temporada 7 de 24. Durante todo este año los fanáticos tuvimos que tolerar que fuera ésta la trama más perjudicada por la huelga de guionistas de 2007, lo que nos dejó literalmente sin temporada. Al menos los de Lost tuvieron una versión más corta y defectuosa de su fábula, pero nosotros nada. Para cualquier devoto el lunes fue un día importante.

En mi caso me reuní con otros seis devotos. El encuentro empezó con una pelea: reprochábamos al devoto encargado de bajar el material que hubiera comenzado unos minutos después de lo aconsejado para que el ritmo fuera fluido, sin las demoras que produce cada minuto en el que un nuevo devoto se adosa al conjunto. El encargado permaneció inmune a las críticas, y luego anunció muy teatralmente: “Que empiece el show”.

Lo que pasó fue raro. Todos sentimos lo mismo, aunque al principio lo negamos evitando hacer cualquier tipo de comentario despectivo: “No es 24”. A ninguno se le ocurrió decir: “Qué malo este capítulo”. La expectativa tan alta, la abstinencia, la insatisfacción por el hecho de que ningún relato de la tele nos colmara durante un año completo hizo que considerásemos al día 7 como la llegada del Mesías. El menos prudente de los devotos gritó cerca de los primeros 30 minutos: “Esta mierda no es 24”. Ninguno lo acompañó, y quedó aislado. 

¿Cuál es el problema del primer episodio, de dos horas, de la séptima temporada? Está pensado como una precuela del verdadero día que se narrará en la séptima, es decir, no forma parte de lo que será el conflicto central; es un anticipo que quema expectativa y no aporta nada que no hayamos conocido en películas clase B sobre golpes militares en algún confín del tercer mundo, es decir, no está la Unidad Anti Terrorista, no está el sonido de la cuenta regresiva que nos hiela la sangre y que todos los devotos tenemos como ringtone, es decir, ¿para qué este desabrido y falto de toda gracia primer plato?

Un devoto dijo durante la ceremonia, cuando ya era un hecho que no había vuelta atrás: “Primer error: que no haya terrorismo global, segundo error: esa mujer presidenta rechoncha que ni siquiera da Hillary es un calco de Laura Bush, totalmente extemporánea. Tercer error: la sequedad de Kiefer Sutherland”. Nunca la parquedad del personaje había sido sospechada de corresponder a un mal actor.

Sin aludir a la intriga, lo que se puede adelantar es que Jack Bauer está en un país de Africa especialmente golpeado por la guerra civil; allí, se produce un golpe militar que –no se entiende por qué- concita extraordinaria preocupación en el presidente saliente y la presidenta electa de los Estados Unidos. La contradicción inherente a Jack Bauer pasa aquí por si desaparecer como sólo él sabe hacerlo (ya que Estados Unidos quiere juzgarlo por uno de sus habituales “excesos”) o ponerse en riesgo para ayudar a la niñez desamparada. El ritmo moroso del mal cine testimonial de pronto endurece la atmósfera. 

Seguimos combatiendo el estupor con el juego de los reproches: “Cuarto error –siguió devoto polemista-: que sea un capítulo doble”. En eso coincido: la hora, en 24, es una unidad esencial. Cuando se terminó el decepcionante prólogo, todos pensamos que la ambigüedad es lo que vuelve antipática a la presidenta electa: sus precursores fueron genuflexos, corruptos o superhombres pero siempre en extremo y bien definidos, extrañándose particularmente al carismático presidente Palmer que interpretaba Dennis Haysbert. Todos fueron contrapesos imprescindibles para hacer brillar a Jack Bauer.

La primera presidenta es insípida, ni fu ni fa, una matrona cuyo arribo al Salón Oval es tan inverosímil como la conversión de Jack en misionero del Africa profunda. Mientras Obama en el mundo real alienta la épica del renacimiento de una nación, la nueva presidenta de 24 habla bajito y sin afectación. El devoto polemista bajó definitivamente el pulgar: “Poné la CNN por favor”.  

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