LOST Y EL PROBLEMA DE "TENER QUE ESTIRAR"
El guionista, ¿un novelista?

LostPor: Julián Gorodischer. Celebro que Rodrigo Fresán le haya puesto freno, el domingo pasado (“TV & Novelas”, publicado en suplemento RADAR), a la compulsión de atribuir al guionista de “HBO o algo por el estilo” –dice Fresán- la condición de ‘gran escritor’ de nuestro siglo. Su aguda observación detecta algunos problemas importantes que impiden que el relevo se actualice: desde la imposibilidad (sin DVD) de administrar tiempos e intensidades como en la lectura de una novela a la trayectoria literaria inexistente (editada en papel) del que firma las series en boga (Lost, Doctor House, 24, Californication). La prueba la dan los primeros capítulos, que ya pueden bajarse de Internet (http://www.lost5temporada.com), de lo más nuevo de Lost.

La necesidad de seguir, por contrato, por un par de temporadas más desajusta el rigor de la trama. Si la gran novela universal se planteaba como una suma de incógnitas, lo actual es un repentino giro a proveer “más respuestas” que preguntas: se quiebra el pacto que regía hasta el momento, y se pierde idea de unidad. Lost ya no figura entre las más vistas de los Estados Unidos quizá porque facilita a riesgo de parecer banal el recurso del flash back (dominante en lo formal) convirtiendo a los náufragos en viajeros en el tiempo dignos de la ciencia ficción más pochoclera. Los viajes al pasado y al futuro de la isla ahora surgen después de un fogonazo blanco intermitente que preanuncia el salto, sangrado de nariz y una jaqueca: la fórmula repetida quita hondura, y atenta contra la sorpresa.

Agotada la idea de un progreso ascendente y lineal del enigma originario de la isla (¿la muerte?, ¿el infierno?, ¿una pesadilla?), el regodeo se da ahora con los viajecitos temporales hacia momentos de la historia del lugar. También se propone un regreso a la isla de los sobrevivientes que habían logrado escapar: parece un bonus track para entendidos que ya no preserva ni la inteligibilidad de la trama, que entremezcla tiempos pasado y futuro y conflictividad sin preocupación por la prolijidad de terminación que se había defendido hasta aquí.

Es como si hubieran soltado a Lost en beneficio de la promocionada como sucesora Fringe, a la que le va mejor que a Lost, en su primera temporada. El problema de pensar a la serie como novela literaria contemporánea es acatar que la que nos toca será una novela por regla defectuosa: estirada según el requisito de la fecha de la última emisión acordada en el contrato, moldeada ya desde la producción para conformar a los jugosos presupuestos que aportan las cadenas norteamericanas, asediadas por una multitud de paratextos (juegos, páginas web, chismes) que inciden complementando o boicoteando al proceso de producción mientras se desarrolla.

La condición industrial de las presuntas “novelas contemporáneas” impone una resonancia alta y constante que escandaliza los conflictos, suma y complica los enigmas, acelera los ritmos contaminando la elección estilística (narrar rápido o “narrar en tiempo real” como pasa en 24) con la urgencia de cazar a la masa. La adhesión al aparato estelar (actores como ídolos, locaciones como lugares de peregrinación) también incide para peor: le resta al asunto mucho de la levedad, la libertad y la habilidad para sustraerse a las modas y los requerimientos de mercado que debería acompañar al verdadero acto creativo.

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