UN ESPACIO DE RESISTENCIA DE LA CELEBRIDAD
El aura de la alfombra roja

Angelina en la Red Carpet de los OscarPor: Julián Gorodischer. E! Entertainment, que habitualmente se jacta de saber cruzar géneros y aggiornar estilos, es incapaz de probar formatos novedosos en la cobertura de la llamada “alfombra roja” de los Oscar. El talento narrativo de los informes de Historias verdaderas y la originalidad de los rankings hiperespecializados (desde “partes del cuerpo” a “fracasos quirúrgicos” de celebridades) delatan a mentes brillantes a cargo de los guiones del canal, pero la alfombra rioja se cae anualmente entre la medianía de preguntas obvias lanzadas a famosos sonrientes. Nunca se logró sacar al género de la urgencia de la cuenta regresiva que apura el comienzo de la verdadera cita; siguió siendo un parásito.

A nadie se le ocurrió que los idiotas de Jackass, por ejemplo, podrían aportar la masividad perdida a una transmisión que, como la ceremonia principal, baja cada año sus índices de rating. La alfombra roja es un intocable. Una intervención escandalosa (un movilero desnudo: lo habitual en la tribu de Johnny Knoxville) podría quebrar el marco rígido, anquilosado. En la alfombra, en cambio, se refuerzan las jerarquías de la fama previa a la estelaridad de los seres comunes (desde el reality show a Youtube). 

El famoso vuelve a ser un ente superior, intangible, separado del vulgo por vallas e inducido a circular como autómata por un caminito digno de reyes. Aquí hasta Sean Penn, conocido por su habitual reacción violenta contra los paparazzi (recalcada por Robert De Niro, al presentarlo), se vuelve un dócil carnero rumbo a la premiación.

Por un lado, los videos sexuales en Internet, las fotos de famosos presos, los encarcelamientos de estrellas borrachas, el engorde y psicotización de la llamada “princesa americana” desacralizaron la adoración anterior; el nuevo fan (modelo Perez HiIton, el blogger más famoso del mundo) inaugura un modelo sarcástico y agresivo para relacionarse con la estrella. Pero como si se tratara de la resistencia de la “vieja guardia”, para que no caduque un sistema clásico de veneración, la alfombra obstruye la posibilidad de diálogo, crea primeras y segundas líneas para los fieles (sectores para cholulos, grandes cadenas de noticias y enviados tercermundistas), restituye todo el poder al icono, fortalecido por el misterio de una estampa erguida y muda, convertido en bronce luego del vestuario, las joyas, el bótox…  

Lo que le queda a la TV, con E! a la cabeza (y también en las pampas habiendo visto la insulsa versión de C5N, módica expresión local del género) es acatar el estático género de “la previa”. 

Incluso hay que reconocer que la transmisión de la ceremonia se aggiornó achicando el escenario, dándole al teatro Kodak un aspecto más compacto y acogedor como de carpa de Cirque du Soleil y convirtiendo la presentación a cargo de Hugh Jackman en un musical de Broadway (llovieron críticas por ese vuelco a “lo teatral” en la ceremonia anual del cine; pero era un riesgo y se corrió…). En cambio la alfombra roja mantiene sus formas, la pregunta imbécil y el monosílabo al pie, el elogio del vestido y de la performance de un famoso, intentando restituir un protocolo, una compostura; queriendo recuperar el aura.

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