ALGUNAS REFLEXIONES SOBRE LA CRÍTICA "PARA MASAS"
Almodóvar escandalizado

Pedro AlmodovarPor: Julián Gorodischer. Almodóvar está enojadísimo con el crítico de cine de El País, Carlos Boyero, y la polémica involucró a la defensora de lectores del diario, que hizo una defensa tenue del crítico, catalogándolo como un “subjetivista”; reclamó libertad de expresión para sus comentarios adversos a Los abrazos rotos pero a la vez pidió que le rotularan sus textos claramente como “opinión”: que sean marcados; se los debe definir como peligrosos por ese uso abundante y “arbitrario” de la primera persona singular. ¿Qué hay detrás del yo? ¿Por qué Almodóvar se queja “desde la ética” -dice-. La crítica “subjetivista” convoca un tendal de reacciones adversas de los lectores y “ni una adhesión” -aclara la defensora-. Boyero apela a su trayectoria. Almodóvar vuelve al ruedo desde su blog: alguien cometió el pecado de opinar.

Dice Almodóvar, luego de publicada la crítica negativa: “Insisto, además del estilo, todo lo que estoy escribiendo estos días es de un problema ETICO. Insisto, porque veo que soy el único que utiliza esta palabra. Mi protesta contra Boyero y Hermoso no es sólo por la actitud insoportable que estas dos personas manifiestan hacia mí, sino por el uso que hacen del poder que le proporcionan sus respectivos puestos en El País. Y eso es una cuestión ética”. El crítico, según Almodóvar, no debería adquirir estatuto de “autor”; tendría que ensombrecerse detrás de la figura del “deber a la masa”,  desaparecer ayudado por esos vicios en boga: tecnicismo y complicidad con el sistema de promoción del producto aludido.  

El gran pecado de Boyero (...”lo que observas y lo que oyes te suena a satisfecho onanismo mental. Y no te crees nada, aunque el envoltorio del vacío intente ser solemne y de diseño. Y los intérpretes están inanes o lamentables. La única sensación que permanece de principio a fin es la del tedio. Y dices: todo esto, ¿para qué?”, escribió sobre Los abrazos rotos) fue desmarcarse de ese tono neutro (ese grado cero de la escritura masiva) que se rige por un implícito manual de escritura para masas: la primera persona escandaliza, es un viso de autenticidad, equivocado o no; es una irrupción desleal que habilita la “discusión ética”. Almodóvar no cuestiona el contenido de la crítica sino el “estilo”: la individualización de una voz coloquial donde sólo debería haber lugar para palabras sin autor, doblegadas detrás de la burocracia mediática.

Dice Almodóvar: “Como lector de El País desde sus comienzos, lamento el deterioro progresivo de sus páginas de cultura. Y el éxito de aquello que justamente combatía El País cuando se fundó, el amarillismo, el sensacionalismo, los malos modos literarios, el tono grueso, la banalidad, etc. El País original luchaba contra todo esto y me entristece comprobar que paulatinamente el estilo contra el que luchaba aparece en algunas páginas del periódico. No afirmo que El País se haya convertido en su contrario, no, sino que la presencia de Boyero y Hermoso demuestran lo opuesto a lo que el periódico original pretendía, y que éstos han acabado contaminando la sección donde trabajan. Y que esta situación es lamentable, triste y preocupante para el lector. Cuando digo lector, me refiero a mí mismo, pero me consta expresamente que no soy el único que piensa así...”.

Se pronuncia, escandalizado, luego de que le bajaron el pulgar a su película. Habla de “contaminar”, y uno se pregunta qué escritura capaz de despertar estas pasiones, de generar esta reacción airada, de motivar este enojo, de generar cientos de comentarios de lectores, puede ser banal. No está en juego el talento o la calidad del crítico sino esa zona de “normalidad” que se le impone desde el medio masivo, donde se supone que no se debería irritar o exaltar a la masa o a los protagonistas de la cultura. El problema excede a los favores personales o el cholulismo; atañe a una idea de los géneros masivos (desde adentro de la industria) que los reduce a la reproducción de un hábito, al consumo ritualizado e impersonal (valga para el cine pochoclero, el programa de Tinelli, o el periódico para mayorías):  ante los grandes movimientos de lectores o consumidores de espectáculo y cultura aparece -en palabras del mismo Almodóvar- esta idea de responsabilidad, que encubre el miedo. Un sobresalto que se desmarca de entre el pelotón beige -según definía a la noticia de prensa Tom Wolfe en “El nuevo periodismo”-, alguien que pudiera sentirse ofendido cuestionan al “día de hoy igual al de ayer y al de mañana” que sostiene el aparato inerte de la cultura masiva.

Contra esa inmovilidad (en movimiento) reacciona Almodóvar, apoyado -pese a los reparos del caso- por la defensora de lectores de El País. La corporación emite su sentencia inapelable en las páginas del diario cuestionado: “La opinión, incluida la crítica, debe titularse en letra cursiva. Siendo el estilo de Boyero tan manifiestamente subjetivo, sus críticas deberían presentarse siempre de forma clara como opinión”.

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