ni una sola palabra de amor

Por Adriana Amado - @Lady__AA Qué suerte que apareció María Teresa para avisarnos que sigue con Enrique. Un alivio conocer el final de esa grabación que circuló primero en exclusivos festivales, luego en selectos muros y después en la promiscuidad de la televisión. Vino a confirmarnos que la vida se parece a You Tube porque You Tube copia la vida.

 

En la semana en que Francisco, nuestro gurú de autoayuda de cabecera, se tomó un respiro de las noticias locales, apareció Teresa con su mensaje de soportaos los unos a los otros ya que no pueden amarse como Dios manda. Gracias a que llamó a un diario nos enteramos de que necesitó verse varias veces en la tele y que su hermano le confirmara para reconocer su voz detrás de la joven actriz que protagoniza el corto. Y como nadie la había ido a buscar, a pesar del éxito que estaba teniendo su historia en las redes, no dudó en remediar esa omisión y reclamar lo que todos le exigen a los medios: el derecho a dar su versión del asunto. Y como buena maestra, de paso, nos dejó unas cuantas lecciones.

Primero una lección de periodismo al recordarnos que hoy la información es un bricolaje, un “hágalo Ud. mismo” en el cada quien tiene que impulsar su propia noticia: el Niño Rodríguez para promocionar su video, Teresa para contar el detrás de escena. Una lección de ecología de medios al confirmarnos que por más redes sociales que haya, nadie es verdaderamente popular hasta que sale en la televisión. Dejo para otro momento el hecho de que una jubilada de Mar del Plata elija llamar a Clarín para contar su historia porque es tan controversial la respuesta que me arruinaría el clima. Y porque lo que me tienealucinada es la lección de sociología, que el mismísimo Bauman adoraría. Es que Teresa y Enrique con su persistencia vienen a desafiar las premisas del amor líquido.

La fascinación por su historia es la misma que mostramos ante otras parecidas. Teresa encarna en You Tube el mismo personaje que Ingrid, la Polaca (Muriel Santa Ana), personifica en la telenovela más mirada de la noche. La Polaca es la mujer de Juan Cousteau, un hombre en la crisis de la mediana edad que empezó “Solamente vos” expulsado del hogar conyugal porque su mujer ya no soportaba la falta de pasión de la familia numerosa. Pero como en el transcurso de los capítulos la mujer no encontró lo bueno por conocer, quiso recuperar lo malo conocido, suponiendo que Juan volvería como Enrique, con la toalla y el toallón cansados, a la vida conyugal. No contó con que el pobre Juan supo paliar el cruel exilio del separado con el amor de su vecina y novia de su mejor amigo, con quien comparten la condición de malqueridos de sus parejas. Sin embargo, Juan y Aurora volverán una y otra vez a esas malquerencias porque son el deber, son la familia, son lo que van a pensar. Si en algún capítulo caen en el amor es porque es como un cepo del que no pueden escaparse.

Lo que une a la Polaca y a María Teresa es que ambas se quejan de que no reciben palabras de amor pero aun así persisten en la escasez y se conforman en que, por lo menos, "Hay gestos de amor", dice Teresa. Y ya sabemos la conveniencia del gesto, que es la misma que la del significante vacío que tanto le gusta a la política: el que lo recibe puede ponerle lo que mejor le convenga. Eso los hace más generosos que la precisión de algunas palabras. Por eso un gesto vale mil palabras. Porque no vale ni una.

Habla tanto de nuestros vínculos la popularidad de Ingrid, esa mujer que aun sabiéndose no deseada por su esposo, lo quiere con ella a toda costa. Nos disecciona tanto María Teresa viviendo hace treinta años con ese hombre al que hace quince le recriminaba su incomunicación hablándole a un contestador telefónico. Una, desde el humor y la ficción; la otra desde el realismo de una conversación que se suponía sin testigos, vienen a develar ese secreto que todos llevamos, en mayor o menor grado. Lo que nos tiene tan encantados con Teresa y la Polaca es que vienen a confirmar que su condición es la regla. La conclusión mezquina sería que si la infelicidad es la norma, esto que nos toca cada día no está tan mal. Por eso, Aurora en la novela es la inconveniente, porque si ama, no le queda otro papel que el de la rompehogares. Pero si elige la soledad al desamor, es la díscola que delata a las que se conforman con menos.

Las historias que nos fascinan tienen más de nosotros que lo que nos gustaría reconocer. Confirman la argamasa familiar como modelo de convivencia. O el amasijo político como modelo de gobernabilidad. El será malo pero es lo que elegí funciona para Teresa, para la Polaca y para Cristina. Para el marido y para el compañero de fórmula. “Ni una sola palabra de amor” es el reclamo de todos y nuestra imposibilidad colectiva. Que justamente sea el amor el eslogan de campaña confirma que hoy apenas es una promesa publicitaria. Lo que hay es el desamor como justificación de la vida conyugal. El desamor como tema de la comedia de la noche. El desamor como explicación del armado de listas electorales. El desamor como reclamo en cadena nacional. El desamor familiar, televisivo, nacional y popular.