Por Adriana Amado - @Lady__AA La televisión suele usar el recurso clásico de esconder a los personajes aquello que el espectador ve. El juego consiste en ver cómo se oculta a los otros lo que la audiencia percibe y cuánto tardan en darse cuenta los protagonistas. La comedia “Esperanza mía” (Canal 13, 21 horas) elige una variante que se vuelve difícil de sobrellevar: el engaño está a la vista de los personajes, se les refriega en la cara sin disimulo pero no hay caso. Nadie se da por enterado. La comedia cuenta las desventuras de una jovencita desfachatada que se refugia en un convento huyendo de alguna picardía. Lo extraño no es que nadie haga demasiada cuestión por su irrupción en el convento sino que la chica apenas si necesita usar el hábito azul para que todo el mundo compre que es monja, sin tener la necesidad de sacarse las pestañas postizas ni el delineado egipcio ni las plataformas punk.
Es cierto que casi todas las monjas de ese extraño convento andan con los ojos delineados, los labios pintados y el flequillo inflado escapando de la cofia. Y a nadie le extraña. A diferencia de Shrerezade, del programa siguiente, que tiene el decoro de sacarse el maquillaje cuando está de entrecasa, las monjas duermen estilizadas. Ni que hablar del cura, que tiene más escenas propias de una publicidad de antitranspirante que de una sacristía, pelando bíceps o mostrando sus habilidades deportivas.
Hace unos años que las audiencias están diciendo que disfrutan del naturalismo. Sin ir más lejos, parte del éxito de la telenovela “Las mil y una noches” es justamente la naturalidad de los personajes y los ambientes. En “Esperanza mía” hasta los exteriores son irrelevantes. Salen a la calle para una escena que podrían filmar con un fondo de calle. Lo mismo da. Los decorados son claramente de cartón pintado, con un exceso Kitsch que apenas hace juego con el color coral con que se pinta los labios la falsa monjita para hacer las tareas conventuales. Ni qué decir de las ricachonas, que como en todas las ficciones argentinas van tan emperifolladas que no se bajan de los tacos ni para comer tostadas en el desayuno.
Esta comedia está recién estrenada pero ya es vieja. Suar viene a confirmar que es un hombre afortunado y que la elección de la novela turca fue una carambola. Ahora que tiene el secreto del éxito no sabe cómo traducirlo a la criolla. Confundió historia clásica con argumento previsible. En lugar de personajes sencillos, pusieron unos bobalicones. Habiendo comprobado que hay público ávido de ficciones en horario central pone una novelita adolescente que ni siquiera sería un hit a la tarde, como muy bien dijo @LenideEscalada.
La negación es el color de nuestra esperanza, que por eso es negra. Es parte de nuestra patología social. Los argentinos somos campeones de negar lo que pasa ante nuestros ojos. Pero eso lo reservamos para cosas importantes. Que una ficción de segunda clase nos tome el pelo en cada escena es demasiado. Que nos venga a recordar lo ridículo que quedan esos que tienen el personaje desplegando sin pudor toda su impostura ante sus ojos ¡y no lo ven! es demasiado. Después vendrá “Showmatch”, “Gran Hermano 2015”, “Elegidos”, “Master Chef” con su cuota de realismo pretencioso. No sé qué será de nosotros cuando termine la novela turca y se lleve la última cuota de pureza y simplicidad que quedaba en la tele.