CEREMONIAS, RITOS Y DOGMATISMOS
El regreso de Lost y sus fanáticos

LostPor: Julián Gorodischer. El jueves pasado volvió Lost en los Estados Unidos, y aquí empiezan a aflorar especímenes urbanos que acompañan el fenómeno. Si al otoño lo anuncian la caída de hojas y el encendido de estufas, al regreso de Lost (ahora dos veces por año, luego de que el paro de guionistas hiciera estragos sobre las estructuras) lo anticipan algunos rituales inamovibles: enloquecen los dealers de copias truchas, y lanzan sus spams en cadena como si fuera el último día.

Entre la marea de correos provenientes de las cuentas de DVD FIRE y Series a FULL, se destacan, este abril, los que llegan de proveedores especializados en Lost, que desde su mismo nombre (Lostland, All LOST) se garantizan temática única y corta vida, pero por el momento ofrecen interesantes colecciones de curiosidades y back stage.

Cada vez que vuelve Lost, empieza a escucharse otra vez a mucha gente vaticinando cosas en la oficina, en los vagones de subte; todo el mundo pregona verdades que escuchó de alguna fuente anónima. Así como el fan de la serie 24 (actualmente en período de abstinencia, luego de su suspensión hasta 2009) es un lineal adorador de tramas, en algún sentido un espectador más clásico que, al día siguiente de la emisión, chequea nombres de nuevas víctimas y predice la continuidad del siguiente capítulo, el de Lost respeta con su tribu el pacto de “no referencia” al argumento, y hasta se organizan escraches y ataques virales a bloggers o críticos incautos que osasen mencionar datos de la trama. Con esta actitud, el fanático se desdobla: por un lado desprecia y margina al ejemplar inferior que espera al estreno local sin “piratear”, pero a la vez lo preserva militando para que se le respete la ignorancia. Es exclusivista y solidario al mismo tiempo. Cuando se vinculan entre sí, lo hacen intercambiando reflexiones de orden especulativo, más en el orden de la metáfora (¿qué significa la isla esta vez?) que en el de la información argumental, más afines al ensayo que a la reseña. Nada es gratuito: conscientes de que la capacidad de abstracción los hace más sofisticados que un fan de Héroes hacen valer la “superioridad” imponiendo una dictadura de la opinión que, sobre todo, condena cualquier juicio crítico adverso. Sometida esta columna a las reglas que comunidad tan influyente impone, aquí no se dirá más que en el primer capítulo de la segunda parte de la cuarta temporada (ellos “adoran” numerar y subdividir, como condición para reinar) los náufragos y los miembros originales de la comunidad de “los otros”, Benjamin Linus y Juliet Burke, se verán seriamente amenazados por la tropa enviada por Charles Widmore en busca de Benjamin. Las hijas de Linus y Widmore, además, serán protagónicas, por acción u omisión.

El fan que vuelve por estos días está orgulloso de que se haya complicado la triangulación entre “los otros”, “los náufragos”, “los rescatistas” y disfruta de que la introducción del problema del origen de la iniciativa Dharma, la corporación Widmore, las variaciones de “hostiles” que ya cuentan con tres subgrupos y van por más, hagan que el título de fan se revalúe; el examen final es más complejo cada temporada y exige –desde el vamos- mucho más que sólo mirar TV. Para incorporar a un nuevo miembro a “las bendiciones” de sus papas múltiples, la comunidad requiere que se lea todo lo dicho en la enciclopedia Lostpedia, se domine la trama del videojuego, se conozcan las especulaciones sobre los enigmas expuestas en varias de las biblias temáticas como Lost-media.com y Channel 4. El fan de Lost vuelve haciendo mucho ruido y dejando en claro que su masividad exige la división en castas: están el vulgar aguantador que recién retorna cuando se retoma en AXN (lo más bajo del espectro), el despreciable espectador de copias pirateadas que jamás se da una vuelta por una página que complemente con más data y –claro- “los príncipes” de dedicación full time que son capaces de refutar orgullosos a cualquier comentador simplemente especializado y presienten que si hubiera un concurso como Tiempo de siembra (que conducía Pancho Ibáñez) ellos se llevarían el premio mayor.      

su tendencia es a alambrar y dejar afuera, menos como una señal de egoísmo o inseguridad personal que como un rasgo de irritabilidad de carácter. Se le ponen los pelos de punta cuando escucha a las quinceañeras asustarse por la aparición del “humo negro” que vuelve por estos días, luego de que lo creyéramos extinguido, como si en vez de Lost estuvieran viendo una entrega de Scream (contra la que no tiene nada, siempre y cuando medie una frontera entre él y los “pochocleros”); logran ponerlo de pésimo humor intervenciones de “sensibles” que comparan la experiencia con una “montaña rusa” por la adrenalina que se segrega. El “verdadero” es pura conciencia racional, dureza espiritual y capacidad analítica, o al menos eso es lo que cree invariablemente de sí mismo, como si cada hora pasada junto a Lost fuera un arduo trabajo de introspección por el que no se paga un peso, que no provee beneficios en esta vida, pero que seguramente –y acá es donde se ponen un tanto místicos- los hará mejores en “la otra“.

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